CINEUROPA 2014: LA CRÓNICA (II)

Cavalo Dinheiro (2014) de Pedro CostaEncarando ya la recta final del festival, la segunda semana del mismo nos ha dejado una buena parte de lo que, a la espera de ver lo que traen a Santiago los Dardenne, Roy Andersson o Nuri Bilge Ceylan, deberían ser los platos fuertes del festival. Y digo deberían porque durante esta semana hemos podido ver una sucesión de decepciones y grandes obras entre los trabajos de Xavier Dolan, Carlos Vermut, Naomi Kawase, Pedro Costa o Lisandro Alonso. Trabajos excepcionales algunos, verdaderas decepciones otros, especialmente si tenemos en cuenta la cantidad de premios que alguno de estos títulos han acumulado en los últimos festivales en los que han participado.

Empezando por lo bueno, sin duda Cavalo Dinheiro (Pedro Costa, 2014) es por ahora la mejor película de lo que llevamos de festival. El portugués, que se llevó el premio al Mejor Director en Locarno, rueda su particular versión de una película de David Lynch pasada por el filtro del tenebrismo barroco. Aquí Laura Dern es Ventura, el antiguo protagonista de Juventud en marcha, y la película se dispone como un descenso al personal infierno del obrero caboverdiano, un lugar donde pasean las promesas incumplidas de la revolución de los claveles, los viejos espectros de culpa y los cadáveres no enterrados a suficiente profundidad. Dirección brillante, inmensa en su composición de los cuerpos, el espacio y la luz; creada por y para ser disfrutada en un cine y con un tratamiento de los personajes sin asomo de condescendencia ni lástima, algo que se echa de menos en una de las películas que más me han decepcionado en esta edición de Cineuropa, el retrato que hace Wim Wenders en La sal de la Tierra de ese turista del dolor ajeno que es Sebastião Salgado.

Salvando las distancias, Naomi Kawase también ha realizado una gran película. Still the water es su particular drama de iniciación, protagonizado por una pareja de adolescentes en su camino a comprender el mundo que les rodea, ya sea su entorno o su pasado familiar, la muerte, el amor y los secretos que estos guardan. La película parece contagiada de un ritmo sereno y sosegado, que va mostrando las historias de sus personajes a cuentagotas. Quizás este sea el mayor acierto del filme, que también posee imágenes genuinamente hermosas, aunque en ocasiones la directora parezca demasiado preocupada por justificarlas o empaparlas de su visión panteísta de un modo que me parece reiterativo y que bordea peligrosamente las fronteras de lo new age.

Mommy (2014) de Xavier DolanEn el apartado de decepciones, dos claras: Mommy (Xavier Dolan, 2014) y Magical girl (Carlos Vermut, 2014). En el caso de Dolan, nadie le niega su inmenso talento para crear imágenes, especialmente cuando se es consciente de que sólo tiene 25 años. Pero en Mommy pierde la capacidad para sorprender, vuelve de nuevo a contarnos la historia de un menáge à trois de relaciones basadas en la dependencia (algo que empieza a convertirse en marca de la casa). En esta ocasión añade cierto deje edípico a una historia que, si no fuese por el indudable carisma de su pareja protagonista, recordaría en exceso al argumento de un telefilm de sobremesa. Se recupera en parte del resbalón que supuso Tom à la ferme, pero no puedo evitar el regusto de que esta historia ya la contó, y mucho mejor, en Los amores imaginarios.

Lo de Magical girl sí que me deja peor sabor de boca. Disfruté como un enano con Diamond Flash, con sus rarezas y con su enorme talento. Pese a sus defectos (que los tenía), era una película que, especialmente en su primer tercio y pese a su tono distanciado, tenía una capacidad para contar de forma visceral y con una rara intensidad lo que sucedía en pantalla. En Magical girl no queda nada de eso. Pese al aumento de los medios, que se refleja en la cuidada factura visual de su acabado, la obra no consigue hacerme partícipe de los problemas de personajes, no consigo empatizar con la maraña turbia y retorcida de relaciones que se establecen entre ellos. Todo esto se acentúa en el estallido de violencia final, al que asisto desde la lejanía y la frustración de ver como algo que podría haber sido muy grande se queda en tierra de nadie.

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