DE 'AFTER' EN EL INFIERNO - 'A ESMORGA', de Ignacio Vilar

A esmorga (2014) de Ignacio VilarA ESMORGA (2014) de Ignacio Vilar

¿Cómo explicar el significado de "esmorga" a quien no ha mamado desde pequeño la lengua de Castelao y Rosalía? ¿Cómo ilustrarlo siquiera? Rechacen la simplificación de diccionarios y traductores automáticos. El concepto de "esmorga" va mucho más allá de la "parranda" con la que malamente se tradujo la primera adaptación de la obra maestra de Eduardo Blanco Amor. A las consecuencias de una "esmorga" no hay resacón que las iguale, ni en la peor de estas noches que se nos van de las manos, por las que (casi) todos hemos pasado alguna u otra vez cuando salíamos sólo a tomar una cerveza, con la intención de retirarse pronto. Se acercó un poco al concepto el difunto de Peret cuando cantaba la popular y cómicamente sobreexplotada El muerto vivo, sólo que aquí el cachondeo y gracejo de la rumba se torna en un humor negro, muy negro, hasta el punto de que ya quizás ni podamos considerar humor.

A esmorga (2014) de Ignacio VilarEl gran reto que supone esta adaptación queda patente dese el comienzo mismo del metraje. Desafiar una literalidad tan aclamada para convertirla en material fílmico consistente entraña una empresa no sólo ardua, sino también osada. Desproveerse de una fórmula narrativa tan única, por la que se estudia a Blanco Amor en todo el mundo, para dar paso a un desarrollo más simple y lineal, es el precio que hay que pagar para conseguir plasmar con credibilidad e intensidad el alma del relato, de la manera que el séptimo arte mejor sabe hacer: dejando hablar a las imágenes. Si bien, en última instancia, el producto no sabe o no se atreve a emanciparse por completo a nivel formal y expresivo de sus orígenes, incurriendo en el tan poco elegante "final con letras"... quizás como homenaje obligado o necesario al verdadero padre de la criatura.

A esmorga (2014) de Ignacio VilarLo cierto es que dicha linealidad encuentra la horma de su zapato en transiciones muy abruptas, consecuencia accidental del giro de tuerca en la plasmación de un relato originalmente secuenciado en paralelo entre dos tiempos diegéticos diferenciados. Se trata de grietas que comprometen el correcto ritmo y fluidez de la película, su particular talón de Aquiles (máxime al tener que ir in crescendo), que en última instancia, sin embargo, quedan salvados por una logradísima atmósfera, fruto de un excelente trabajo de ambientación, y sobre todo, por un trío protagonista en estado de gracia, especialmente un delirante y apoteósico Morris. Mención aparte merece el encomiable esfuerzo de Karra Elejalde, que no sólo consigue hablar gallego con una pasmosa naturalidad sino que además le imprime con eficacia el caracterizador acento ourensano. Porque, amigos míos, y desde la creencia de que las lenguas deben tender puentes y no crear barreras, una adaptación de A esmorga que se precie no tiene sentido en un habla que no sea aquella en la que fue escrita y concebida.

A esmorga (2014) de Ignacio VilarEl mayor reto del cineasta Ignacio Vilar implica asimismo una inflexión en su estilo, pues supera su habitual costumbrismo, del que en aquí parte, y acaba metiéndose de lleno en dominios de una suerte de cine negro, muy negro, desprovisto de todo atisbo de glamour y artificio de elegancia sórdida. La pesadilla rural supera a la urbana, tras pasar un buen rato por ella. A su vez, el subtexto homosexual de la novela se pone evidentemente de relieve con la transformación de palabras en imágenes, pero sin salirse nunca del espacio y tono que le corresponde, ahora que buena parte de la sociedad puede digerirlo y asimilarlo sin excesivos tapujos, y que progresivamente se inserta en esa trayectoria de descenso acelerado a los infiernos que encauza y da sentido al relato.

Una obra maestra de la literatura nunca tendrá una adaptación cinematográfica perfecta, básicamente porque la réplica en el medio fílmico tendrá que ser válida por sí misma y no quedarse en la mera réplica en un medio de naturaleza completamente diferente. En lo que a esto respecta, A esmorga de Ignacio Vilar consigue destacar con luz propia sin querer reclamar para sí misma (pues ese no es su cometido y sería un despropósito que lo intentase ser) el lugar en el imaginario cultural que ya ostenta hace tiempo A esmorga de Eduardo Blanco Amor, respetando la fuente original y bebiendo pero no viviendo de la misma.

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