JUEGO DE TRONOS (GAME OF THRONES) - SERIES PREMIERE

LA FANTASÍA ÉPICA SE HACE ADULTA EN LA TELEVISIÓN POR CABLE

De nuevo, rompemos las reglas que nosotros mismos, en favor de una mayor entereza analítica, nos habíamos puesto. Volvemos a comentar las impresiones de una serie de estreno nada más ver el episodio piloto. Esta vez, ya no es tanto debido a una condición de episodio doble que se da (aunque la duración, algo más prolongada, de hasta una hora, la acerca al formato telefilm), sino a la gran expectación que ha levantado esta premiere, el bombo más sonado de este apasionante abril de series, y seguramente, el estreno televisivo con más repercusión del 2011, y eso que todavía falta por conocer toda la oferta que nos traerá el otoño.

Quien se espere, para lo bueno y para lo malo, un Señor de los Anillos en formato seriado, alentado por la apabullante campaña de promoción, e incluso por unos sugerentes títulos de crédito (no se espera menos viniendo de quien viene), que sepa desde ya que se equivoca. No ya, especialmente para aquellos que han catado la saga literaria, por las considerables diferencias entre los universos de J.R.R. Tolkien y de George R.R. Martin, siempre más significativas que las similitudes, sino por algo mucho más global. Aunque puede parecer que el cable premium, en general, y la HBO, en particular, factorías de la ficción catódica de calidad contemporánea, tienda cada vez más a la superproducción, al neo-colossal y a los grandes relatos, no son los canales los que se están convirtiendo en análogos televisivos de las majors cinematográficas hollywoodienses y su política de búsqueda desesperada del blockbuster, no. Son todos y cada uno de los géneros que ha mascado el celuloide los que van desfilando, sucesivamente, por el prisma iconoclasta de una industria tradicionalmente denostada pero actualmente admirada a todos los niveles. Todo ello bajo el envoltorio de una factura de lujo que no debe engañar sobre la naturaleza e intensidad del fondo y del concepto.

Primero fueron el drama familiar, los formatos de comedia, el relato policial-criminal, la ficción de época, el peplum, el western,... y ahora le toca el turno al género épico, con mayor o menor componente fantástico. Starz, recientemente subida al barco de la producción propia, y especializada precisamente en el colossal (Spartacus, Camelot), nos demostró el pasado verano, con la fastuosa adaptación en forma de miniserie Los pilares de la tierra, el aclamado best seller de Ken Follett, que la fórmula seriada es el mejor modo de adaptar este tipo de relatos. Y si así ha ocurrido con una novela extensa, qué decir acerca de su idoneidad a la hora de llevar una saga a la imagen. Por tiempo, por espacio, por una distribución más fragmentada, una mejor repartición de los puntos de intensidad (los cliffhangers resultarán fundamentales), mayor flexibilidad en la coordinación y subordinación de las diferentes tramas,... posibilidades, todas ellas, necesariamente mermadas y aminoradas por la concentración que exige la gran pantalla, donde la pieza difícilmente se podrá permitir superar las tres horas de duración.

Pero la estructura, la forma global, aunque fundamental, no es lo más importante, ni el mayor aliciente a la hora de valorar la evolución del género de la pantalla grande a la pequeña. Es esa iconoclastia, esa desmitificación, esa superación de los tópicos que permite la libertad de no estar atado por censores (que los hay) ni anunciantes. Así pues, todo aquello que en las producciones del tipo de la trilogía de Peter Jackson brillaba por su ausencia, aquí aparece en cantidad y sin miedo. En el nivel más inmediato, con una violencia y una crueldad mucho más explícitas, viscerales, que no son sólo por el atractivo de la sangre y la carne (el único punto, por cierto, donde flaquean los efectos visuales), sino que ayudan como nadie a caracterizar a sus personajes, a introducirse en sus adentros, a la par que una realización atrevida, nada complaciente e igualmente eficaz (cortesía de Tim van Patten, “director residente” de la casa), y una composición visual rica y radiante, de corte renacentista (y algo barroca en ocasiones), que nos ofrece imágenes para enmarcar. Y eso que apenas han aparecido los elementos mágicos/fantásticos.

Ya en un nivel más profundo y trascendente, enseguida nos percatamos de que los duelos de poder, las disputas de ese idealizado entramado político, y el viaje del héroe en sus diferentes formas, encauzan la narración pero no la copan en su mayoría, ni siquiera guardándose los lances más atractivos. Aquí es donde entran los componentes más típicamente televisivos, y por ello, inusuales para esta clase de relatos, con los que el formato seriado sólo había lidiado en su vertiente más serie B (como aquellos Grandes relatos de Telecinco que nos entretenían en las aburridas tardes de domingo). No me refiero únicamente a unos diálogos en los que la habitual grandilocuencia deja paso a la mordacidad y a la malicia, ni a facetas de ciertos personajes que los hacen parecer recién sacados de una sitcom de toda la vida. Hablo de esas prostituciones cortesanas, matrimonios de conveniencia bien consumados, incestos, líos de faldas y demás enredos culebronescos que componen toda una esfera pasional-relacional, continuamente intercalada (y con decisivos puntos de fricción) con esa trama de poder, más tradicionalmente épica. La Tierra Media se transforma en Sodoma y Gomorra en estos Siete Reinos de Westeros donde tienen lugar todas las aventuras y desventuras. La épica y el culebrón se hibridan sin dejar marcas de sus propias fronteras.

Algo que puede llevar a situaciones realmente atípicas e insólitas cuando la fantasía ponga toda la carne en el asador. Como todo argumento del género, presenta todo un entramado de reinos, localizaciones, familias, dinastías y especies mágicas, con su correspondiente filigrana de conspiraciones, traiciones y dobles juegos. Una mapa argumental y mitológico denso y espeso, a los niveles Boardwalk Empire, en cuanto a formato, o Dune, en lo que respecta al "género". Uno de los principales retos de la serie consistirá precisamente en darle salida con fluidez a toda esta complejidad, que acabe tendiendo hacia resoluciones más simples y concretas a partir de todo un cúmulo de posibilidades dramáticas. Aunque eso es algo que habrá que ver a medida que avance la serie (que ya se ha ganado una segunda temporada antes siquiera de arrancar la primera). De momento, una buena presentación de los bandos, escenarios, personajes y primeros bocetos de las tramas, pero sobre todo, del tono, el estilo y la atmósfera. Funciones que, como episodio piloto, cumple con sobradas creces, además de demostrar una hábil gestión del cliffhanger. Atención a la magnética Emilia Clarke: su dulce y enigmática mirada, su hipnótica belleza y su virginal sensualidad llenan la pantalla sin necesidad de pronunciar palabra.

Web oficial de la serie

4 comentarios en «JUEGO DE TRONOS (GAME OF THRONES) - SERIES PREMIERE»

  1. La serie, visualmente, me ha parecido preciosa y espectacular. Pero a nivel de "serie" en general (que no de adaptación)... creo que le ha faltado algo. A excepción del cliffhanger ha sido todo demasiado introductorio a mi parecer. Pero me la quedo, por supuesto.

    1. No debes olvidarte que se trata de un piloto, una declaración de intenciones de la serie, y como tal, creo que cumple y con nota. Sobre la adaptación entre lenguajes diferentes (no ocurre así con los remakes), me parece un debate tan caduco y contraproducente que suelo pasar de él, a excepción de aberraciones. Lo importante es que se mantenga el espíritu del relato original, o que se modifique con una justificación oportuna. ¿El resto?, meramente circunstancial.

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