OTOÑO 2011 – Llegan ‘THE PLAYBOY CLUB’ y ‘RINGER’

Desde la pasada midseason se tomó casi como norma en esta casa el no comentar las series nuevas inmediatamente tras el visionado del episodio piloto, para evitar los engaños y los fiascos que tienen como contrapartida unas primeras impresiones engañosas y/o efímeras, así como en el caso opuesto. Ni siquiera hemos hecho una excepción con un piloto “cinematográfico” y anunciado a bombo y platillo como el de Terra Nova (que por ahora va encaminada hacia el mayor batacazo del siglo). Ahora bien, ninguna de estas series lleva rodada más que tres capítulos. Si bien la segunda sensación, aunque más fiable que la primera, tampoco nos va a arrojar demasiada certeza sobre lo que realmente nos encontraremos, sí se puede tomar como punto de referencia para empezar a hablar de estas novedades, especialmente debido a que pueda que algunas de estas no sobrevivan por mucho tiempo más.

Esta última es la realidad de The Playboy Club, a la que sólo la ha salvado de la quema la mayor paciencia impuesta en la NBC por su nuevo presidente, Robert Greenblatt (criado en HBO y Showtime), con la cadena más necesitada que nunca. Una serie crucificada desde antes de empezar, con una férrea precensura, vergonzosa para los tiempos que corren, a lo que se debe sumar su desacertado emplazamiento en una noche tan competitiva, y tan poco apta para productos reposados y no pre-digeridos como este, como la del lunes. Algo en lo que se mostró mucho más astuta la ABC, situando a su promesa (de momento) cumplida Pan Am el domingo, ya oficialmente la noche más qualité de las generalistas.

Mientras tanto, The CW, hermana pequeña de la actual e invulnerable reina de audiencias (CBS), sigue por la trayectoria contraria, cuesta abajo y sin frenos. Su suicida estrategia de claro posicionamiento, mucho más característica de un canal de cable, no le ha granjeado ni siquiera la fidelidad de ese jugoso pero volátil nicho al que se dirige (adolescente y femenino). Su producto estrella de la temporada, Ringer, precisamente un descarte de la CBS, sobrevive en otra franja tan arduamente competitiva como la del martes a segunda hora (frente a la primera línea de ABC, Fox y CBS), cosechando audiencias aceptables e incluso buenas... dentro de los estándares del canal, lo cual no las hace aceptables en valor absoluto de ninguna manera. Veremos qué ocurre al respecto. Como un sabio dijo una vez, en el país de los ciegos, el tuerto es el rey.


The Playboy Club: otra efímera joya en bruto

Lamento escribir estas líneas con la sensación (casi convicción) de que esta propuesta tan interesante y diferencial tiene los días contados, y que la espada de Damocles caerá y la cortará antes de que nos dé tiempo a engancharnos siquiera (contrapartida positiva, pero bastante triste). Pese a todo, me creo obligado a comentarla, más que nada para confirmar un hecho que se repite de manera muy preocupante. Imagínense un spin off de Los Soprano centrado en el Bada Bing y sus trabajadoras, extrapolado a los '60, con un toque a Mad Men y en clave de noir. O dicho de otro modo: un híbrido de época entre L.A. Confidential y Showgirls con una mayor dimensión histórica y política. Sobre el papel, suena bien, y de momento, la ejecución, aún con mucho por pulir, pero nada desdeñable. El problema, al margen de una condena a la hoguera antes de nacer, tal cual Anticristo nonato, es el mismo que adelantamos cuando hablamos por primera vez de ella, en nuestra lista de apuestas para la temporada entrante (sí, definitivamente nos gusta arriesgar en el juego): ¿desprenderá un aroma demasiado culto y elegante (que no qualité) para un canal como la NBC? ¿Será su narrativa, con recursos del mejor cine clásico, excesivamente sutil para una generalista? No olvidemos que no existe espectador más volátil e hiperactivo que el televisivo, con unos esquemas prefijados muy difíciles de saltar, y con la paciencia como un valor al alza... y en peligro de extinción.

Así y todo, pese a lo crudo, violento y sórdido de su historia, y el derrumbe de tópicos de una sociedad y una época (algo seguramente ya asimilado e interiorizado por el público de masas,y por lo tanto, no una ventaja competitiva como antes), sólo las retinas más conservadoras y puritanas (más de las que pensamos) no disfrutarían de este deleite visual, de este protagonista a lo Don Draper con trapos sucios más inmediato, de estas ambiciosas conejitas con multitud de secretos, de ese elitista y sensual microcosmos en el que se mueven los hilos del crimen, la sociedad y la política, realidades inseparables. El nivel interpretativo es quizás su mayor Talón de Aquiles, no tanto por el rendimiento actoral en sí sino por lo que de éste se espera en una serie con una carta de presentación tan ambiciosa, tanto en lo temático (una subtrama explora la Mattachine Society, pieza clave en el activismo homosexual) como en lo estilísitco (incluso se atreven a incluir la voz en off de un ficticio Hugh Hefner). Sólo nos queda rezar al Olimpo catódico para que algún alma caritativa en forma de canal de cable (recordemos los fructuosos rescates de DirecTV, con Friday night lights y Damages, o Comedy Central, con Futurama) le acabe permitiendo la continuidad y paciencia que se merece.


Ringer: cuando Whedon encontró a Craven

Se trata de la primera vez que me acerco, voluntariamente, a una propuesta de este casa, como ya hemos dicho, en caída libre, y con una marcada segmentación en la que no encajo ni con fuerza bruta. Y la verdad es que, pese a todos los palos que se está llevando, incluso de los acérrimos del canal, el resultado es mejor de lo que esperaba, si bien un tanto diferente. La presencia de Sarah Michelle Gellar, la mítica Buffy, cazavampiros, hacía presagiar un producto en la línea de Joss Whedon, creador de aquella, aunque desprovisto del imaginario fantástico que lo caracteriza. Pues bien, eso es algo que de alguna manera he encontrado, pero por otras vías del todo diferentes, e inesperadas. Su planteamiento remite a la telenovela mejicano de los '90 La usurpadora, al que imprime un doble (o triple) giro criminal. Un culebrón casi de manual, también en lo referente al acabado, muy precario para lo que se debe exigir en un producto en estas condiciones, por mucho pertenezca a la cenicienta de las majors.

La serie conserva intacto el aroma a thriller de serie B y al telefilm de sobremesa, pero cuenta, eso sí, con un mayor empuje dramático... y humorístico. La teoría de la catástrofe que domina su narrativa provoca más de una carcajada, y puede incluso que hasta intencionada, al más puro estilo Wes Craven. La presencia tan remarcada y reiterada, en el piloto, de los espejos como elemento expresivo y estético, una y otra vez, resulta excesivamente cantoso y acaba matando el recurso. En resumidas cuentas, la podemos definir como la Scream del thriller televisivo seriado, y no necesariamente como algo negativo. La cuestión referente al grado de intencionalidad de ese particular sentido del humor y de la autoparodia, en ocasiones perfectamente retratado en la irregular y heterodoxa interpretación de Sarah Michelle Gellar (que debe aunar en su propia persona los esfuerzos dramáticos, con discutible éxito, de Nicolas Cage y John Travolta en Cara a cara), se vuelve más compleja al comprobar la inesperada fluidez del relato cuando se sumerge de lleno en los pantanos del melodrama familiar y matrimonial, de manera similar, aunque más normalizada y menos acentuada, a esos momentos repentina y tajantemente trágicos o sentimentaloides con los que a Whedon se le daba por oxigenar las ordinarias cazas de fauna en Buffy.

¿Comedia voluntariamente involuntaria? ¿O vía de escape de su propia torpeza? Al margen de cuestiones sobre las que tardaremos en obtener una respuesta definitiva, este producto de serie B se deja ver, compensando, con inesperada solvencia, buena pauta rítmica y notable distribución de las revelaciones, su evidente precariedad de recursos y su considerable impericia a la hora de rendir ante unos planteamientos bastante aventurados.

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