TRIPLE MORTAL EN ARENAS MOVEDIZAS - 'BURIED', de Rodrigo Cortés

BURIED / ENTERRADO (2010) de Rodrigo Cortés


Sin rodeos: Buried es un thriller de suspense magistral, de lo mejor que ha dado el género en años. La película de Rodrigo Cortés me vence, me convence, me conmueve, me obliga a repetir. La veo de nuevo: me fascina, me impresiona, me inquieta, me perturba, me entusiasma... incluso con un mayor efecto que la primera vez. ¿Buscas una experiencia demoledora? Buried. ¿Un guión extraordinario? Buried. ¿Una interpretación sobrecogedora? Buried. ¿Una lección de lenguaje cinematográfico? Buried.Qué demonios, ¿buscas una obra redonda? Todos a una: Buried, Buried, Buried. Al fin, el ansiado estreno en España. La bola de nieve que echó a rodar el pasado mes de enero en Sundance vuelve a casa antes de navidad, como la pesadilla, como la apisonadora que arrasó Toronto, Deauville y San Sebastián. La insólita y extravagante insensatez de Cortés y Chris Sparling completa un triple mortal para arrojarse de cabeza en arenas movedizas. Tira de pico y pala, cava un hoyo en la nada y saca a la superficie lo sublime. Algo nuevo bajo el sol. Algo bueno, muy bueno, demasiado bueno.

Fotografía en verdeSe suele decir que sin riesgo no hay beneficio. ¿Riesgo? Suicidio. ¿Beneficio? Tesoro. El ataúd de Buried es el puto cofre del tesoro y Rodrigo Cortés es el pirata, el bucanero al que no sólo le sobran huevos, sino que rebosa talento. Añadamos un cazo de osada, desenfrenada e incisiva creatividad. ¿Resultado? Un volcán, una olla a presión, una obra de culto capaz de repartir estopa a diestro y siniestro desde un féretro: a las grandes corporaciones, a las compañías aseguradoras, a la guerra de Irak, al poder ejecutivo, a la patética burocracia...
El cineasta ourensano es un genio del montaje, como ya había demostrado en 15 días y Concursante, y halla un perfecto cómplice en Eduard Grau, un joven mago de la fotografía que ya me había cautivado con su exquisito trabajo en Finisterrae y, sobre todo, en Un hombre soltero. La cámara del catalán explora cada recoveco del ataúd con la misma minuciosidad, obstinación y angustia que la mirada afligida de Ryan Reynolds, un actor que atraviesa en noventa y cinco minutos todos los estados límite de la condición humana sin siquiera moverse de una caja: pánico, esperanza, ira, desesperación, dolor, enajenación... Todo ello ante los aterrorizados y compasivos ojos de un público impotente.

La radical puesta en escena de Buried ausculta el instinto de supervivencia del ser humano sobre el exhausto rostro de Reynolds, creando un expresivo e hipnótico juego de texturas en primerísimos planos, llegando en ocasiones a derivar hacia una hechizada abstracción... Cada escena es un perfecto resorte en el que encuadre, iluminación, interpretación, sonido directo y banda sonora se funden en una intensa y macabra armonía claustrofóbica. Todo ello cohesionado por un montaje arrollador, que nos arrastra tortuosamente hasta el frenético, desesperado, estremecedor, soberbio desenlace, un sobresaliente ejemplo de cómo aprisionar al espectador con un sofocante pulso narrativo y una asfixiante tensión atmosférica.

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