CINEUROPA 2022: AS BESTAS (2022) de Rodrigo Sorogoyen

¡QUÉ VERDE ERA MI MONTE! 

Leía hace no mucho por Twitter que con tanta producción de "energía verde", "hidrógeno verde", "combustibles verdes" y demás lo único que no iba a quedar verde en poco tiempo serían los montes. No se me ocurre mejor manera de empezar a describir todo el cúmulo de sensaciones que produce el visionado de As bestas, una de las películas más esperadas del año y que, al menos en mi caso, ha superado unas expectativas de por sí elevadas .

Efectivamente, Rodrigo Sorogoyen vuelve a demostrar, como ya hizo en El reino, que es posible realizar un virtuoso ejercicio de cine de género y a la vez lanzar un mensaje decidido e impactante a la audiencia, sea de la naturaleza que sea. Y aquí, aunque quizás de un modo no tan directo y explícito como en el citado thriller político, el mensaje es patente y no es otro que la realidad del abandono rural y sus consecuencias más nefastas. Que esta temática resulte completamente instrumental y esencial para este ejercicio de género no es lo que más aleja al mensaje del proselitismo barato y paternalista, sino la perspectiva que se elige para reflejar lo rural, mucho más realista que idealizada y, sobre todo, lo menos (auto)indulgente posible.

El capital que todo lo depreda, la situación de zonas con escasas oportunidades de futuro y de sus habitantes, empujados a malvender por un puñado de perras la tierra en la que crecieron y vivieron, en esa periferia de Europa que se convierte progresivamente en el estercolero de multinacionales con sedes a miles de kilómetros y, en última instancia, la desesperación que despeja el camino a la violencia. Los elementos constitutivos de este caso real, extrapolable a numerosas situaciones igualmente plausibles en otros tantos rincones de la Europa vaciada, sirven como material idóneo para un logradísimo baile de códigos de género: un thriller rural con toques de cine negro y western, en la estela de clásicos como Perros de paja, Deliverance o Conspiración de silencio, pero que, además, introduce una variante en último acto, que se reviste de drama familiar con conflicto intergeneracional.

Una vez más, y ya van unas cuantas, Sorogoyen está brutal en la dirección, lo cual, junto a un genial trabajo de guión junto a Isabel Peña, un reparto inspiradísimo y el gran hacer de los demás integrantes del equipo técnico (destacar en particular la fotografía de Álex de Pablo y la música de Olivier Arson) consiguen cerca de 140 minutos de tensión creciente, sin ningún plano redundante ni la más mínima gana de mirar el reloj. La pluralidad de códigos y temáticas se compacta a la perfección, a mayor beneficio de un relato complejo, pero muy sólido y coherente.

Resaltar en particular una acertada elipsis donde más procedía, unos diálogos muy bien labrados en tres idiomas distintos y el momento en el que todo ello cristaliza: el tremendo tour de force interpretativo (en plano secuencia) entre un Luis Zahera más villano que nunca y un sorprendentey el Denis Ménochet (sí, el granjero que ocultaba a Shosanna Dreyfus de Hans Landa al inicio de Malditos bastardos), bajo la mirada perturbadora de Diego Anido, otra gran revelación de As bestas. No menos excelente está Marina Föis, que lleva en sus hombros el peso del último acto del relato, tras la oportuna elipsis y el necesario giro temático y tonal. 

Sorogoyen y su equipo han conseguido convertir una historia real rematadamente local en un relato con vocación y alcance universales, que muestra las peores esencias humanas en la periferia inmediata del capital. De momento, ya conquisto al público de San Sebastián y no dudo que será una de las más citadas en las tradicionales listas de lo mejor del año que empezarán a asomar la cabeza en apenas unas semanas.

Ficha técnica

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

RSS
Suscríbete por correo
Instagram