OSCARS 2022: LA CRÓNICA
UN DAVID OPORTUNISTA VENCE A GOLIATH O EL QUIERO Y NO PUEDO DE NETFLIX
En la escueta previa con la que acompañé la habitual quiniela a tres bandas para la 94º edición de estos premios preví una "bofetada con la mano abierta", pero en sentido figurado, en referencia a la que se llevaría Netflix si finalmente CODA: los sonidos del silencio, de Apple TV+, fuese la gran triunfadora de la noche. Al final no hubo sólo una, sino dos: la misma que vaticiné, industrial, mediática y hasta "emocional", diría yo; y otra real, física, literal, la que nos trajo el lamentable numerito de Chris Rock y Will Smith en el escenario del Dolby Theatre, que no sólo ha eclipsado completamente a la primera sino que ha marcado para la posteridad, y para mal, no sólo esta edición sino la imagen de estos premios, ya de por sí cuestionada, amén de fuente rebosante de memes, chistes y chascarrillos para una larga temporada.
Sobre esta última, comidilla del día en las conversaciones de medio mundo, analógicas y digitales, mi crónica acaba aquí mismo. Me da igual que fuese totalmente guionizado, completamente espontáneo o un poco de ambas. Es bochornoso y vergonzoso de cualquier manera. Si querían representar un duelo de egos entre dos machos alfa mientras la verdaderamente agraviada (Jada Pinkett Smith) quedaba en un segundo plano, que premiasen a El último duelo de Ridley Scott, mucho mejor explicada y elaborada.
A lo que sí quiero dedicar atención es a lo único que debería transcender de este tipo de eventos: los premiados, los derrotados y el relato que se puede extraer de ello. CODA: los sonidos del silencio, remake de la francesa La familia Bélier y adquirida para su distribución por la plataforma Apple TV+, confirmó los pronósticos que en las últimas semanas apuntan a un vuelco en la vitola de favoritos y acabó llevándose el premio a la Mejor Película, junto al de Mejor Guión Adaptado para su directora, Sian Heder, y el de Mejor Actor de Reparto par Troy Kotsur. Por tanto, esta “sorpresa” no juega tanto en la liga de Crash o Moonlight como sí en la de El discurso del rey o incluso Spotlight.
La derrotada, con toda evidencia, no ha sido otra que Netflix, que no sólo se ha visto privada de la gloria mayor sino que ha tenido que contemplar como la primera película distribuida por una plataforma de streaming en ganar el premio cinematográfico más relevante en términos comerciales y mediáticos es de la competencia, en su primer intento y, además, con una producción bastante modesta, en comparación con los dinerales que la pionera de esta nueva era del consumo audiovisual se lleva gastado desde 2018, cuando empezó su asalto decidido a los principales galardones de la industria.

Con la victoria de CODA quedan desterrados bastantes lugares comunes que se solían utilizar en estos años para justificar el "mal karma" de Netflix con la Academia de Hollywood. Ya no cuela eso de enmarcarlo en una continua batalla de las "guerras de la distribución", pues, como se ha dicho, CODA ha llegado a las salas de la mano de Apple TV+, una plataforma, pero que quizás ha adoptado una política menos agresiva (de momento) con respecto a la distribución y exhibición tradicional. En el otro extremo, tampoco puede explicarse el nuevo varapalo de la compañía de Reed Hastings y Ted Sarandos en razón del criterio comercial, pues la beneficiado en ese caso debería haber sido Dune, uno de los pocos estrenos que ha devuelto el público masivo a las salas tras el gran parón que produjo la pandemia (y quizás el único con encaje en el tipo de propuesta con posibilidades reales en los Oscar), que ha sumado más estatuillas que ninguna otra (seis), pero ninguna en las categorías principales, las que marcan ese relato al que más arriba me refiero.
Tampoco veo que la respuesta esté relacionada con el habitual gusto de los académicos por el aroma a clásico, pues en ese supuesto el "oro" habría caído del lado de West Side story (que sólo recibió el de Mejor Actriz de Reparto, para Ariana DeBose), de Belfast (premiada al Mejor Guión Original, para el propio Kenneth Branagh), para la propia El poder del perro (que da una vuelta temática, pero no estética, al género clásico por excelencia: el western) o incluso, subsidiariamente, por el efecto nostálgico, Licorice pizza, la gran olvidada de la noche, que se fue de vacío.
Entonces llegamos a lo que puede ser el principal quid de la cuestión: el hiperinflado debate sobre la diversidad, la inclusión y la representatividad de las minorías en el audiovisual, aunque esto sirve más para explicar la victoria de CODA y no el (enésimo) fracaso de Netflix. En este aspecto, nada mejor que la (con razón) despiadada crítica de José Luis Losa a la gala en particular y al derrotero que están tomando estos premios en los últimos años, una "abominable ruta redentorista de paz, amor y chutes masivos de inclusividad postiza de postureo". Aunque tampoco este debe ser el único motivo, pues esa misma aureola de "reparación" superficial y autolavado de cara podría haber beneficiado a la renovada West Side story (por su celebración de la comunidad latina), a Drive my car (para dejar claro que el triunfo de Parásitos no va a quedar como un hecho aislado) o incluso a El poder del perro, única de las nominadas dirigida por una mujer, Jane Campion, a la postre vencedora de la única estatuilla que se ha llevado esta producción (circunstancia, por cierto, que se da por primera vez desde El graduado, hace más de medio siglo), favoritísima al inicio de esta temporada de premios.
Obviamente no sé la respuesta, porque dudo que sea sólo una y que sea la misma en todos los sectores e individuos que integran la Academia, y que va mucho más allá de las particularidades del sistema de voto preferencial. Tampoco voy a romperme mucho más la cabeza: ni tengo acciones en Netflix, ni tampoco El poder del perro me ha parecido gran cosa más allá de la inmensa interpretación de Benedict Cumberbatch y poco más. Me dolió más, ya que estamos, que no se hubiese reconocido con algún premio a esa pequeña joya llamada Flee, que tenía todas las de perder frente a Drive my car en el apartado de Mejor Película Internacional, pero sí se presentaba con algo más de posibilidades en los de animación y documental, que fueron a parar finalmente a Encanto y Summer of soul, respectivamente.
En el siempre emotivo in memoriam hubo tres nombres destacados por encima del resto: Sidney Poitier, Ivan Reitman y Betty White, con dedicatorias especiales. Pero también nos recordaron a Olympia Dukakis, William Hurt, Peter Bogdanovich, Michael Kenneth Williams o Jean-Marc Vallée, entre otros, así como a Halyna Hutchins, directora de fotografía fallecida accidentalmente por el disparo de un arma de fuego de utilería defectuosa por Alec Baldwin en un rodaje.
Lo que sí permanece, año tras año, es el dominio incontestable de Alex Merino en las quinielas de esta casa. En esta edición se ha impuesto con mano de hierro, cual Bayern de Múnich en los años más desigualados de la Bundesliga: se quedó a tres categorías del pleno absoluto, ¡y eso que se la jugó mucho con Penélope Cruz (creo que más bien por factor sentimental)! Qué pena que ese "sentido arácnido" no se traslade también a la lotería… o eso nos dice.
Sea como sea, termina una temporada de premios más y podemos volver a disfrutar de las películas sin necesidad de pensar en lo bien que les irá o dejará de ir en unos premios en los que jamás lloverá a gusto de todos… como es lógico y natural.
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Críticas publicadas: Flee, La peor persona del mundo.
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