REFLEXIONES DE ENTRETIEMPO – EUPHORIA

EUPHORIA: LAS RAYADAS NO SON ETERNAS (PARTE 1: RUE) – Trouble don’t last always (Part 1: Rue), dirigido por Sam Levinson (2020)

Dentro de todos los estragos que está causando el coronavirus, aunque sin duda en el grupo de los menos severos, están las cancelaciones y retrasos que están sufriendo muchas series. Entre ellas se encuentra una de las grandes revelaciones de la temporada pasada, esa Euphoria que irrumpió como un vendaval de aire fresco y que le acabó valiendo a su protagonista, Zendaya, un merecido Emmy. Para su segunda temporada habrá que esperar todavía un buen rato, pero sus creadores han decidido saciar el apetito de los espectadores más ávidos con dos especiales que servirán de puente entre ambas entregas.

El primero de ellos se centra en la propia Rue y después de los eventos de la pasada season finale, tras su decisión de no fugarse con Jules y su regreso a la espiral de adicción de la que había conseguido salir. ¿El resultado? Puede que el "especial navideño" más atípico de la historia de la televisión. Tras un prólogo que nos muestra la relación de Rue y Jules en su apogeo de felicidad, recién despertadas, a plena luz de un soleado día y sin nadie que las moleste, el episodio su mueve hacia una única localización en la que tiene lugar la totalidad del metraje restante.

A partir de entonces, todo es puro diálogo, en la oscuridad de la noche y la soledad de una cafetería en una fecha tan señalada como Nochebuena. Y como única réplica de Rue, el único personaje de la serie que transmite un mínimo de sosiego entre tanto frenesí, locura y lágrimas: Ali, ese hombre de mediana edad al que veíamos charlar con Rue a la salida de las reuniones de Narcóticos Anónimos en las que ambos participaban.

Dirigido por el propio Sam Levinson, creador y cerebro de la serie, el estilo desenfrenado, visualmente juguetón y videoclipero al que nos acostumbró la primera temporada se transmuta aquí en pausa, lo dinámico cede frente a lo estático, aunque se mantiene ese tono oscuro tan característico. Una pausa que no es sinónimo de calma, sino una manera de que el tormento interior de Rue (cerca de volver a alcanzar sus propios picos) encuentre su vehículo de expresión en la palabra, en el intercambio de sentires y pareceres varios, en vez del alcohol, las drogas y las luces de fiesta.

Sí, un relato que se caracterizó en su primera hornada por su intensidad y su torbellino de emociones nos reta ahora a mantener la atención a un diálogo de casi una hora, sin música extradiegética que intensifique el drama, sin sus peculiares artefactos visuales y compositivos, dejándolo todo a merced del poderío interpretativo de Zendaya y Colman Domingo. El sentimiento de soledad y los fantasmas de la recaída en la adicción sirven de tejido conjuntivo a una conversación en la que se habla del destino, la fe religiosa, la muerte, las amistades y amoríos y de todo un poco.

Poco más tenía que demostrar Zendaya con esta serie, pero dejándola a solas y con el tiempo suficiente con el único personaje de la serie con el que su Rue puede ser completamente honesta, y la vez eso nos sirve para conocer un poco más de ese hombre sobre el que poco o nada sabíamos los resultados son maravillosas. Una y otro van liderando el peso de la conversación de una manera alternada, uno habla y la otra escucha, y viceversa y vuelta a empezar, como si fuese partido de tenis cuyo único premio consiste en sacar algo en claro de sus momentos presentes. Máxime en una fecha en la que se les "obliga" a estar felices y contentos sin más, pero que no pueden impostarlo tan alegremente cuando tienen tantas movidas y rayadas en sus vidas.

Me intuyo que esta será la calma que sucede a una tempestad… pero que precederá a otra, la que nos espera en una segunda temporada ante la que me acaban de poner los dientes aún más largos.

Ficha técnica

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