CINEUROPA 2019: EL MARATÓN

LANDISMO DEL BUENO, HITLER, STALIN Y VIETNAM

Un año más, y ya van dos seguidos y cuatro en total (incluyendo el maratón extra de Roxos e marcianos de la edición de 2015), me dispuse a cargarme de cafeína, taurina y picoteos varios para resistir al sueño en una de las experiencias cinematográficas más genuinas que se pueden disfrutar en Galicia: el tradicional maratón de Cineuropa.

Con una nueva dirección en manos de Laura Seoane, que sustituyó a José Luis Losa tras sus 32 años al frente, el festival enfocó su tan esperada cita anual, tradicionalmente reservada al cine fantástico, de terror y de serie B de todos los posibles ámbitos, en la figura del antihéroe y su lucha contra todos y contra el mundo (pero no al estilo de Frank Capra precisamente). Así, el cartel del maratón (que renunció a la también habitual incógnita de la película sorpresa) recorría lugares tan dispares entre sí como el blaxploitation, la serie Z más alocada, las incursiones de Garci en el cine negro o títulos de culto de los setenta y ochenta, con una notable presencia del arquetipo del veterano de guerra traumatizado y vengativo.

Eu contra o mundo empezó sin ningún tipo de anestesia ni contemplación, con Jesus show you the way to the highway. Miguel Llansó, realizador madrileño afincado en Etiopía, sube su apuesta de sátira de ciencia-ficción acompañada de una suculenta batidora de referencias al género y parodias de sus códigos, al más puro estilo Kung Fury. El Kung Führer es sustituido por un entorno de realidad virtual atacado por un virus que adopta la forma de Stalin o de Bush padre según la ocasión. Todo un caramelo friki para empezar la noche.

La siguiente película no le iba a la zaga a la anterior en cuanto a lo estrafalario de la premisa, pero ya revestía un estilo más clásico, tanto en la realización como en el tono. El veterano Sam Elliott se convierte en El hombre que mató a Hitler y después a Bigfoot, un juego a la historia-ficción con una proyección en el presente del espectador. El debutante Robert D. Krzykowski mezcla el relato post-bélico con la ciencia-ficción (pre)apocalíptica para ofrecernos una suerte de John Rambo crepuscular.

Entonces llegó lo que nunca antes habríamos imaginado: Alfredo Landa copando la pantalla en el maratón de Cineuropa. En uno de los mayores cambios de registro que se recuerda en el cine español (del actor pero también del director), el rey de la comedia castiza se convierte en un expolicía metido a detective privado en El crack y su secuela, El crack dos, con una frialdad y una contundencia que harían temblar a Clint Eastwood o Charles Bronson. La verdad es que, para estar tan seguro de que el cine de género no es lo suyo, José Luis Garci realiza un trabajo muy notable, tanto en la composición como en la dirección de los actores (ay, ese Miguel Rellán años antes del entrañable Bacterio de Compañeros), solventando de manera muy hábil las carencias derivadas de las limitaciones presupuestarias de la época. Por otro lado, esto confirma que en el maratón anual del festival encaja prácticamente todo.

Tras el díptico de Germán Areta viajamos a un futuro distópico y post-apocalíptico con Tank girl, adaptación del cómic homónimo de Alan Martin y Jamie Hewlett. La película de Rachel Talalay baja considerablemente el nivel del maratón, pues sinceramente no hay por donde cogerla, a excepción de algunos intertítulos que emulan al cómic y algún que otro chascarrillo, pero nada más: parece la hermana gemela maligna y monstruosa de Mad max: furia en la carretera, veinte años antes. Al menos sirvió para ver los primeros pinitos de Naomi Watts y para comprobar lo desesperado que tenía que estar por aquel entonces Malcolm McDowell para aceptar un papel así. La sombra de La naranja mecánica y de Kubrick es demasiado alargada.

A continuación recuperamos las sensaciones positivas con Foxy Brown, un clásico del blaxploitation, ese subgénero al que Tarantino rindió tributo con Jackie Brown, también protagonizada por Pam Grier, musa de ese cine. Violencia callejera, narcotráfico y prostitución se mezclan frenéticamente bajo la óptica de la comunidad afroamericana, de manera muy gráfica y sin ningún rubor al “destape”. Grier se erige en toda una heroína y en un paradigma de mujer negra empoderada y con liderazgo, que reparte venganza y justicia a partes iguales.

De venganza iba precisamente la penúltima entrega de la “velada” (ya era de día entonces): El ex-preso de Corea, de John Flynn, una de las películas favoritas de Tarantino (hasta el punto de que nombró a su efímera productora con el título original de la misma). Este guión de Paul Schrader (Taxi Driver) y Heywood Gould (Los niños del Brasil) ahonda en la figura del veterano de Vietnam (al poco tiempo de finalizar la contienda), con un héroe de guerra reconocido por sobrevivir a un largo cautiverio en las filas enemigas que se encuentra al poco de volver con un asalto a su casa en el que asesinan a su mujer y a su hijo y lo dejan mutilado. El relato se convierte en un paradigma de venganza contra viento y marea, hasta el último aliento, si bien un metraje algo más corto hubiese dado mejor resultado. Como escudero del protagonista, el televisivo William Devane, encontramos a un jovencísimo Tommy Lee Jones.

Por motivos de agenda personal no pude quedarme a la última y no pude ser esta vez uno de los últimos de Filipinas que aguantan toda la noche y más de media mañana como jabatos (cada vez menos). Tuvo el honor de cerrar el maratón Zona de guerra: el parque, a modo de díptico con la anterior, pues de nuevo aparece Tommy Lee Jones (esta vez en el rol principal) y también trata de un veterano de Vietnam, cuya venganza es esta vez contra toda la sociedad por lo mal que ha tratado a su colectivo.

En resumen, un cambio de enfoque (de géneros a arquetipo de personaje) que nos trae una ensalada desigual pero muy curiosa y, desde luego, digerible con todo el gusto del mundo. ¡Hasta el año que viene, Cineuropa!

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