EL INVIERNO YA ESTÁ AQUÍ – JUEGO DE TRONOS

JUEGO DE TRONOS (GAME OF THRONES) – 7ª TEMPORADA

Por si quedaban aún dudas de la magnitud de Juego de tronos como fenómeno cultural, popular y mediático a nivel planetario, esta última temporada, penúltima antes de la finalísima hornada, comprimida y concentrada, emitida en pleno verano, las ha confirmado. La maquinaria del Internet participativo es cada vez mayor y más compleja y eso mismo ha convertido a la serie más relevante de la década en un objeto de culto sin precedentes.

Y por supuesto, como no podrían ser menos, la antesala del fin ha estado más rodeada que nunca de voces críticas o ya simplemente menos cargadas de loas en bruto y sin filtro. Benioff y Weiss superaron con esmerada brillantez el desafío de la “emancipación”, de tener que empezar navegar solos sin la base de unos textos consolidados y con poco más que un esbozo de hoja de ruta de parte del “armador”. Quizás por eso mismo se han venido arriba en este séptima hornada y han querido pisar el acelerador y dejarse seducir por el fantasma de Michael Bay un poco más de la cuenta, incurriendo en algún que otro deus ex machina argumental un tanto pasado de vueltas y, digámoslo claro, empobrecedor.

No me malinterpretéis. Fui de los que más celebré esa superación, a partir de la cuarta temporada, de la morosidad y latencia de los primeros actos de las tres primeras, hasta que no llegaba realmente la carne al asador (aunque visto en perspectiva, la del desarrollo del “juego” y la construcción de sus “jugadores”, se debe entender, y cada vez más, como un “mal necesario” en su momento). Pocos problemas suelo tener a la hora de aceptar las elipsis como parte de los pactos de ficción y de narración, y es más, en este caso los agradezco, pues claramente prefiero un gran relato sobre “gente haciendo cosas” que otro sobre “gente andando”.

Pero sí resultaba inevitable preguntarse, en algún momento u otro de esta corta e intensa temporada, si los responsables de la serie la estaban volviendo demasiado palomitera, demasiado blockbuster, en el peor sentido del término. Y es algo que se ha notado sobre todo en la presencia de los dragones. De apariciones muy marcadas, esporádicas y calculadas, y por ende cargadas de épica, a convertirse prácticamente en un recurso ordinario más, en ser empleados poco más que a modo de taxi exprés y llegando a unos puntos de alardeo y sobradez desmesurados (desconozco si con intenciones cómicas, las cuales no terminarían de convencerme).

Sin embargo, el efecto de recencia tiene mucha fuerza y puede con (casi) todo. El episodio final de temporada, el más extenso en duración de los ya 67 que llevamos (que se dice pronto), ha dejado un muy buen sabor de boca y, sobre todo, el principio de un gran síndrome de abstinencia ante la larga espera que toca hasta la hornada definitiva, que no llegará hasta enero de 2019. No únicamente ya por la intensidad del capítulo en sí mismo y en tanto que final de temporada, con todos sus giros y evoluciones de trama, sino también, y sobre todo, por los escenarios que plantea para el gran desenlace.

Hasta la gran revelación, el gran cambio en el “mapa del juego” de esta última etapa de la serie (entendida como estos dos últimos volúmenes, los de la adaptación ya “liberada” de la literalidad de su original), nos tenía reservada una última vuelta de tuerca… que a la vez son dos (una de ellas más esperada), si consideramos ambas como dos caras de la misma moneda, esa que nos  muestra el montaje paralelo a los privilegiados espectadores, con más información acumulada que cualquiera de sus personajes por separado (Bran Stark incluido). Lo mejor de todo es que, echando la vista atrás, nos daremos cuenta de que nos han soltando pistas clave delante de nuestras propias narices todo este tiempo, desde el inicio mismo.

De Norte a Sur, de Poniente a Essos, de las batallas de sangre en campo abierto a las de verbas en estancias de palacio, de la Gran Guerra a esas otras guerras dinásticas, del drama al culebrón… el juego nos ha atrapado de tal manera que ni siquiera la sombra de Michael Bay (más temible que el mismísimo Rey de la Noche) puede desengancharnos. El invierno ya está aquí.

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