LA MÚSICA ES LA VIDA – 'SING STREET', de John Carney

Sing Street (2016) de John CarneySING STREET (2016) de John Carney

Tras la aclamada Once y la buena acogida de su debut en la industria estadounidese, Begin again, el irlandés John Carney vuelve a demostrar su gran oficio en su particular nicho expresivo favorito, en el que se desenvuelve con elegancia y originalidad, la tragicomedia romántica musical. Y nuevamente destaca en varios de los puntos fuertes que le hicieron irrumpir en el panorama internacional hace casi una década: una acertada dirección de actores noveles (salvo los televisivos Aidan Gillen -el maquiavélico Meñique de Juego de tronos- y Maria Doyle Kennedy); una exquisita selección musical, en un hábil guión, y un sincero retrato, en segundo plano, de un lugar y de una época determinadas, en lo social y lo cultural.

Sing Street (2016) de John CarneyEl cineasta regresa a su Irlanda natal y baja la edad de sus protagonistas, a la adolescencia en la precaria Dublín de los años ochenta, con el London dream como horizonte de todo hijo de vecino con un mínimo de aspiraciones. Sobre este poso, tan paradigmático del cine de Ken Loach, Carney construye su relato, vitalista y catártico, que esquiva tanto lo lastimoso y desencantador del cine social, aquí más contextual que nuclear, como lo despreocupado y pueril de tantas instancias del cine musical, así como lo insípido y repetitivo del romance adolescente, que en la presente sirve de objetivo final e hilo conductor pero, sobre todo, de catalizador. Derivas, todas ellas, muy susceptibles de tornarse arenas movedizas si no se tratan con tino.

Sing Street (2016) de John CarneyNo es el caso de este director, que recoge lo mejor de estas tradiciones y las mezcla en su justa medida con una idea, un tono y un estilo claros en la mente, obteniendo un resultado sólido y más que notable. Es más, el giro hacia el relato adolescente le permite ir más allá en su aprovechamiento de la combinación de diferentes códigos, en este caso ilustrando la construcción de la identidad de unos púberes suburbanos a través de las diferentes estéticas musicales por las que van pasando, de acuerdo a las diferentes bandas de referencia de la época. En última instancia, el elemento liberador del protagonista no es otro que la música, su particular espacio de rebeldía y emancipación ante una realidad gris y asfixiante, ante una familia en descomposición y en apuros económicos, ante la doble opresión escolar, la de abusones y la de un férreo modelo educativo y disciplinario (...another brick in the wall), y ante el resto de obstáculos para perseguir el sueño de una vida mejor con la chica de sus sueños.

Muy romántico y onírico todo, pero al mismo tiempo, muy como la vida misma, o como lo que queremos que esta sea. Muy como la música que nos acompaña en la luz y la penumbra, en la euforia y en el desasosiego. Eso es Sing Street, eso es John Carney.

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