A VECES LLORO SIN QUERER – ‘LA JUVENTUD’, de Paolo Sorrentino

La juventud (2015) de Paolo SorrentinoLA JUVENTUD – Youth (La giovinezza) de Paolo Sorrentino (2015)

"Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar no lloro... y a veces lloro sin querer".

Así arranca Rubén Darío su Canción de otoño en primavera, una alabanza al pasado (la juventud) que, no obstante, acaba mirando con optimismo al futuro (la vejez). En La juventud, Paolo Sorrentino sigue el mismo esquema que el poeta nicaragüense para narrar la vida de Fred Ballinger (Michael Caine), reputado director de orquesta retirado que se encuentra de vacaciones en un idílico hotel de los Alpes cuando recibe la visita de un emisario de la reina Isabel para proponerle un último concierto.

La juventud (2015) de Paolo SorrentinoEn esta particular oda a la vejez, el director italiano vuelve a elevar los sentidos como ya hiciera en La gran belleza, construyendo con imágenes lo que es difícil captar con la palabra. Para algunos, su poesía visual es considerada mero artificio, un ejercicio de pomposidad. Para otros, entre los que me encuentro, se trata de una exhibición de desnudez y honestidad. Las películas de Sorrentino son cometas en el cielo: a veces vuelan tan cerca del sol que su brillo puede cegarnos, pero si centramos la mirada, si conseguimos ver más allá, nos damos cuenta de que, en el fondo, son trozos de tela, retazos de vida, impulsados por una brisa inspirada y delicadamente sostenidos por un fino hilo.

La juventud (2015) de Paolo SorrentinoAcompañan a Caine en la interpretación esa actriz casi perfecta que es Rachel Weisz, el todoterreno Harvey Keitel y el siempre enigmático Paul Dano (quien, por cierto, a sus 31 años tiene una filmografía envidiable: Sorrentino, Paul Thomas Anderson, Denis Villeneuve, Steve McQueen...). Ah, y Jane Fonda, a la que unos potentísimos diez minutos en pantalla le bastaron para conseguir una nominación a los Globos de Oro. Todos contribuyen, con sus afinadas actuaciones, a hacer de la obra una sinfonía precisa y preciosa, de una musicalidad palpitante.

La juventud (2015) de Paolo SorrentinoY está, ay, la nostalgia. Los personajes de Caine y Keitel se pasan gran parte de la película rememorando tiempos pasados, aquellos en los que el amor era nuevo, sus carreras ilusionantes y las visitas al baño regulares. Ante ellos, en el horizonte, ya sólo hay decrepitud y muerte (porque es lo que tiene la vida, que al final te mata). Hay nostalgia, sí, pero no es la de Sorrentino una película sobre muertos vivientes. Muy al contrario, hay un canto a la vida, una reivindicación de que uno no está muerto hasta que lo entierran, la constatación de que incluso viejo uno es acechado en cada esquina por la novedad y el descubrimiento.

"Mas a pesar del tiempo terco, mi sed de amor no tiene fin. Con el cabello gris me acerco a los rosales del jardín".

Como casi todo lo que es bello, La juventud es triste. Pero su afán juguetón, su sarcástica visión de Hollywood y, especialmente, su serena reflexión sobre el paso del tiempo, hacen que uno salga de la sala con una amplia sonrisa. Y en la puerta del cine me preguntan: ¿Por qué entonces esas lágrimas? Y yo les digo que no pasa nada, no tiene importancia, es sólo que a veces lloro sin querer.

Ficha técnica

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