¿Y AHORA QUÉ? - HOMELAND
Como esas relaciones tan adictivas que no podemos dejar de lado ni en sus momentos más turbios, Homeland finiquita su tercera temporada habiendo cruzado un umbral inimaginable hasta entonces en medio de críticas crecientes hacia sus artilugios narrativos y sus interpretaciones llevadas al límite, en línea progresiva y exponencial con esa puesta en duda, a lo largo de la segunda temporada, de la vitola de "mejor serie del momento" que hasta entonces resultaba más difícil discutir. Sumado todo ello a la consumación de su pérdida de buen karma académico y crítico, tras la derrota en los Emmys ante la más que venerada Breaking bad o la aún más preocupante exclusión de los Globos de Oro. La otrora joya de la corona pierde su brillo en apenas dos años. Sigue manteniendo un buen nivel en líneas generales, pero su fórmula no despierta tantas pasiones como antes.
Tras dos season finale que nos dejaron el corazón en el puño, la conclusión de la tercera hornada cierra irreversiblemente un círculo en cuanto al principal elemento sobre el que pivotaba la serie hasta ahora y desde siempre. Es más, tuve que cerciorarme de la que serie había sido renovada (ya en octubre), pues me pareció estar viendo una series finale que no hacía justicia a la gran trayectoria que ha tenido esta ficción, aún relativamente joven. Homeland, que no parecía englobar más allá de un serial puro, como sus influencias Rubicon y 24, parece ahora dejar la puerta abierta a una suerte de "reset", a un nuevo "gran caso" con el mismo (o parecido) marco "procedimental"... algo que no estaba en la hoja de ruta que esta serie nos estuvo trazando a los espectadores desde el minuto uno. El colmo del elemento argumental más atacado, el sentimental (seña de identidad y diferenciación de esta ficción, pese a todo), acaba siendo lo único que puede dar continuidad a lo que hemos visto hasta ahora con lo que venga en ese futuro tan incierto.
Y es que la serie jugaba con fuego en lo que al mismo tiempo era su principal atractivo, la oscilación, al límite de sus posibilidades, entre la lógica del espionaje internacional y el imaginario audiovisual occidental clásico de "el protagonista nunca muere" (que ya se encargó de echar por tierra, por si quedaban dudas, la popular adaptación de Juego de tronos de George R.R. Martin). Un riesgo que, discutiblemente, habían logrado mantener dentro del (ampliamente entendido) deber de la coherencia... pese a los palos recibidos también por este lado. Siguió al límite con ello hasta un punto en el que la alternativa a no dar portazo a un elemento fundamental de la serie sería un inaudito (y probablemente indignante) deus ex machina, en el cual han tenido la entereza de no incurrir, pese al coste que puede llegar a tener para la serie en términos de supervivencia activa.
Al mismo tiempo, este desenlace (pues ha cerrado un ciclo en la serie, el ciclo primordial y constituyente, el que parecía el único y verdadero) dificulta la justificación por una larga primera mitad de temporada deambulante, con la permanente sombra de lo que habría más allá, con la sensación de encontrarse solo en la punta del iceberg. Que si persecución judicial, que si conspiración financiera, que si trama paralela en Caracas,... tuvieron demasiada presencia sobre el total como para leerse finalmente como meros instrumentos y en cambio sí poder merecer incluso el calificativo de lastres. ¿Y todo para qué? ¿Qué vendrá ahora? El siempre delicado apartado de Dana Brody supo al menos darse por finiquitado cuando tocó y asumir su función de trama autónoma y secundaria. Pero todo lo demás ha concluido en un punto donde todos los cabos sueltos que aún quedan de este ciclo, ya caduco, importan poco o nada ante el desconcierto de un epílogo que tiene más sabor a punto y final que todo.
Una temporada que se basó finalmente, tras un sinfín de vacilaciones, en redefinir una vez más el concepto de "entrar hasta la cocina" en términos de relatos de espionaje e inteligencia, llevándolo hasta sus mayores límites, sólo que esta vez, al sentido inverso de las dos temporadas anteriores, pues no quedaba otra, completando a la par un círculo que prometía seguir creciendo mucho más. Una determinación argumental que se definió demasiado tarde y que terminó por derivar en algo que sabe a muy poco pese a todo lo inevitable que fuese. Vimos por fin a Saul en el centro del meollo, la disipación de cualquier teoría sobre su implicación en el atentado de la pasada season finale (esa sonrisa enigmática). Vimos a Brody y sobre todo a Carrie forzar sus límites aún más, que ya es decir. Quisimos ver más de Peter Quinn y de Dar Adal de lo que la serie tenía pensado realmente ofrecernos, que eran o bien destellos puntuales o prácticamente nada, respectivamente. Pese a los momentos sobresalientes que nos ha dejado esta tercera temporada, de ninguna manera podré afirmar que está al nivel de las dos primeras, y dudaría mucho si me preguntasen si al menos se acerca a las mismas.
Ahora lo mejor que se puede hacer es mirar hacia el futuro y empezar a divertirse/consolarse con teorías sobre qué vendrá a partir de este momento, pues las pistas o siquiera la mínima orientación al respecto están más escondidas que el mejor de los espías.
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