¿A LA TERCERA IRÁ LA VENCIDA? – Vuelve ‘JUEGO DE TRONOS’

Os preguntaréis a qué me refiero con un titular tan inquietante. Aunque puede que varios de los que leéis estas líneas sufráis en silencio y tengáis una espina clavada similar que os gustaría poder quitar. Me refiero, por si la inocente pista no os lo hizo más evidente, a esa sensación que arrastraron las dos primeras temporadas de esta serie, en las que la carne en el asador, el verdadero meollo de la cuestión, el deseado caramelo dentro del bonito envoltorio, se hacía algo de rogar, como dejando caer que las primeras entregas de cada hornada se erigían en una suerte de desafío, de prueba a la paciencia que parecen desear las almas creativas de esta serie en sus espectadores antes de entregarles las llaves del disfrute de su ficción,... como si se tratase de un proceso de fidelización a priori, de una cuota de suscripción en forma de demo, de período de prueba.

Puede que mi cabeza empiece a tener precio en este momento por admitirlo, pero tras dos temporadas no he conseguido desprenderme de esa impresión de que podrían haber contado lo mismo, quedándose con sus brillantísimos puntos de fuerza y su tensión creciente, en tranquilamente seis o siete episodios. La fidelidad al texto original no es excusa, no debe ser un lastre para la conversión y adaptación de un coloso literario a un medio y lenguaje completamente diferentes, los cuales, pese su condición inherentemente cambiante, maleable y voluble, cuentan con normas implícitas, no escritas, sobre lo que seguramente quedará bien y lo que probablemente quedará mal, sobre lo que suma y lo que resta, y en resumen, sobre lo que funciona y deja de funcionar.

Hasta ahora han sabido darle a tiempo al botón de “empieza el juego” (pues de eso se trata todo esto, y bien que lo anuncian en el mismo título) y salir airosos, con altos honores para más inri. Pero, sinceramente, no puedo evitar pensar lo bien que le sentaría que estos señores diesen un golpe sobre la mesa, aliviasen el barroquismo y el espesor de los primeros actos de cada temporada (pues está hecha de manera en que cada conjunto es su propio tomo) y aligerasen una infinita nómina de personajes, varios de los cuales podrían ser omitidos sin afectar negativamente a la coherencia del relato pero sí positivamente a su ritmo y fluidez. La serie mantendría con casi total seguridad todos los adeptos que ya tiene (que ya son muchos) y encima ganaría unos cuantos, bastantes más.

Precisamente afirman sus creadores mismos que desarrollan cada temporada como una película de 10 horas con el clásico planteamiento de introducción, nudo y desenlace. Ahora bien, no deja de ser un relato cortado por la división episódica, narrado en entregas interdependientes que deben operar por sí mismas, al menos, en la base más crítica, la rítmica. A su vez, resulta inevitable considerar la necesidad de una estructura paralela y análoga en versión corta, para cada una de esas píldoras repartidas semana tras semana. O reduciéndolo al absurdo: deben de buscar la mejor manera de repartir algo de nudo, de mordiente, de chicha, a lo largo de los episodios dedicados a la “gran introducción” de cada tomo/temporada.

No cabe duda de que la serie seguirá subiendo en audiencia (ha batido récord con esta season premiere), y que, si ni siquiera yo, espectador paciente y entusiasta pero con límites, me bajaré del carro, menos lo harán aquellos que esperan fervientemente cada domingo a una nueva entrega y que empiezan a tachar días en el calendario en cuanto acaba una temporada y hasta que empiece la siguiente. Pero un concepto está claro: en narrativa, todo lo que no suma, inevitablemente resta.

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