LA FASE DECISIVA – NEW GIRL

Iba a aprovechar el parón considerable por el que había pasado la sitcom entre febrero y marzo, inevitable antes de enfilar la fase final de una temporada completa, para reflexionar sobre su año de consolidación, de cómo esta serie, muy lejos de ser perfecta, en fondo o forma, se iba haciendo un hueco cada vez más grande en los corazones seriéfilos en cuanto de comedia se trata, e incluso su potencial para retomar el testigo de la oscilante Cómo conocí a vuestra madre (renovada pero evidentemente en el tramo final del camino), igual que a esta le tocó en su momento, oficiosamente, ocupar el hueco dejado por Friends, pese a destacar más por sus diferencias que por sus evidentes similitudes aparentes.

Pero ahora no me arrepiento en absoluto de haber esperado a la ultimísima entrega, la que definiría las directrices de la fase final de la que está siendo su mejor temporada hasta el momento (y vaya que si lo ha hecho), para elaborar y lanzar el artículo. Y cuando digo que está siendo su mejor temporada, no lo digo sólo por el hecho de que hayan conseguido el histrionismo, la incontinencia y las payasadas de todos y cada uno de sus personajes no sólo se vean como normales sino como hasta necesarios. El punto de inflexión ha sido realmente el retomar la TSNR con mayor potencial de la sitcom desde su minuto uno, y que de tanto haberla dejado de lado incluso parecía olvidada en el baúl de los recuerdos y de los deseos nunca cumplidos de la audiencia.

Al igual que, a medida que avanzaba la primera temporada, aprendimos a empatizar con un Schmidt mucho más frágil e inseguro de lo que su forzada pantalla pretende destilar, y nos alegramos cuando, de la noche a la mañana, cumplió su gran objetivo, este año la gran atracción dormida entre Nick y Jess ha resurgido de repente, sin anestesia ni preparativos, cual ave fénix renaciendo de sus propias cenizas. Ese anhelo de tantos espectadores parecía tan lejano que su reinicio vino como agua de cliffhanger (recurso ultraresidual en comedia), y así y todo, surgió de una manera tan (intencionalmente) repentina y chapucera, como casi todo lo que hacen estos peculiares compañeros de apartamento, que más bien parecía una anécdota latente que una verdadera declaración de intenciones. Pero en el último episodio, pese a no haber cambiado nada el modo de ejecución (hasta parece una constante de la serie), lo que antes era un camino empantanada ahora parece una autopista despejada y sin curvas.

Y mientras tanto, la otra gran relación de esta sitcom, la que de primeras parecía casi imposible pero que acabó tomando la delantera, se encuentra en la segunda fase de ese arquetipo narrativo clásico de comedia romántica, que subyace siempre en buena parte de la narrativa televisiva de comedia: el “chico pierde chica”, entrando en fase del tercer escenario, “chico recupera chica”. Llegados a esta situación, se antoja interesante el rol que pueda llegar a tener Wilson, quinto en discordia, en ambas relaciones, en las que tanto puede ser Campanilla o ángel exterminador, ya sea porque así lo desee o porque así le resulte, aunque sus intenciones digan expresamente lo contrario. ¿Será New girl realmente un tratado encubierto e implícito sobre las imperfecciones y el patetismo de la especie humana, y no nos estamos dando cuenta?

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