VIAJE AL CENTRO DEL PROBLEMA – 'EL PROFESOR', de Tony Kaye

EL PROFESOR – Detachment (2011) de Tony Kaye

¿De qué problema? Pues el problema de base de la sociedad, o mejor dicho, el problema en la base, es decir, ese pilar fundamental de la sociedad que es la educación, la cual, por supuesto, resulta inútil si sólo atiende a la esfera cognitiva (una errónea concepción, desgraciadamente bastante extendida) y deja de lado aquella, quizás, más importante, la emocional: la más controvertida, difusa e intrincada, pero al mismo tiempo, no sólo necesaria, sino también urgente.

Una vez más, el (por otra parte indignante) retraso en la llegada a nuestras carteleras de esta producción viene como anillo al dedo por lo oportuno y pertinente de su propuesta con respecto a la agenda social y política actual. La película se convierte en una mordaz y punzante radiografía de las profundas lagunas de la sociedad occidental contemporánea a través de los desafíos y amenazas crecientes del sistema educativo, y más en concreto, de la educación pública. Todo ello, en este momento de la historia en el que el neoliberalismo global más salvaje intenta aprovechar esta crisis inducida e interesada para desmantelar la educación pública y universal de calidad mediante recortes presupuestarios y una expansiva precariedad, paralela a las iniciativas de privatización y elitización. Y claro, de unas raíces podridas y malformadas no podrá salir otra cosa que un árbol podrido y malformado, esta sociedad enferma e histérica que parece perpetuar sus problemas estructurales en vez de erradicarlos.

He aquí el otro gran punto de vigencia y pertinencia del relato: la acentuada y peligrosa crisis de identidad y de autoestima en los adolescentes, en la era de la hiperactividad digital y el consumo masivo. Una realidad cuyos efectos más devastadores salen cada vez más a la luz (porque, en el fondo, no son nada nuevo), y lamentable y tristemente, cada vez de manera más frecuente. Como el reciente caso de la quinceañera canadiense Amanda Todd, que se suicidó el pasado 10 de octubre tras una larga y sufrido acoso, presencial y virtual. Apenas un mes antes había publicado un video en YouTube en el que contaba gráficamente su historia y clamaba desesperada por una ayuda que no llegó a tiempo. Y eso es lo más triste de todo: que una sociedad, pretendidamente avanzada y moderna, no sea capaz de evitar este tipo de tragedias cuando sí había estado en su mano hacerlo.

La narración se reviste de una textura sórdida y sofocante, a ratos excesiva, y se sirve de la estética y las formas del docudrama, presentándonos un relato paralelo que opera a modo de comentario, de voz en off, examinando la línea principal, enriqueciendo su análisis y dirigiendo su interpretación. En este sentido, cabe destacar el gran trabajo de Adrien Brody, en un doble registro. Tras casi una década a la sombra de su mayúscula interpretación en El pianista, aquí se echa a sus espaldas el peso del ritmo y la intensidad del metraje, cuyo tempo marca él mismo, sobreactuado quizás en algún que otro lance, pero llenando la pantalla a cada rato, al fin y al cabo.

Una nueva muestra de la buena estrella de Tony Kaye (experimentadísimo realizador de videoclips y documentales pero bien parco en ficción) en la dirección de actores, tras el inconmensurable rendimiento de Edward Norton en su ópera prima, American history X, la cual, por otra parte, le ha valido el síndrome del listón alto por debut brillante, que con el título que nos ocupa puede por fin haberse disipado. Ya a nivel secundario, efectivos desencasillamientos, aunque anecdóticos, de los televisivos Christina Hendricks, William Petersen y Bryan Cranston.

Ficha técnica

3 comentarios en «VIAJE AL CENTRO DEL PROBLEMA – 'EL PROFESOR', de Tony Kaye»

  1. Como docente, puedo decir que la película es extraordinaria porque retrata perfectamente lo que nos pasa. Eso que ven en la pantalla, eso, es la realidad. Estamos muy mal.

  2. No habrá jamás sobreactuación que haga alarmarse a la sociedad; sociedad impuntual hasta en el terreno psicológico-emocional.
    Cierto es que la escena en la que Adrien Brody arrastra la mesa llevado por un estado de ira, provocado en parte por la acusación de su ante todo compañera de "equipo", me resultó poco creíble; quizá se deba a los efectos visuales que añadieron pero lo que me queda claro es que se quería plasmar algo: EMOCIÓN.
    Vivimos en una era dícese avanzada, sí, pero en la que se deben hacer valer valores, valga la intencionada redundancia, para poder comenzar a solucionar problemáticas sociales.
    Desde luego, este tipo de películas que para mí suponen pura catarsis, deberían ser de obligado visionado en centros educativos. Porque si hay un pensamiento recurrente que me permito es el lema: "No child left behind" pero tampoco que caigan en el olvido estudiantes que decidieron quitarse la vida: ¿Débiles emocionalmente hablando? Quizá solo eran personas altamente sensibles que no fueron capaces de adaptarse a esta violencia sistémica y social. Quizá el problema solo esté en que en una cultura globalizada hay que pensar que somos un Todo y dejar de actuar como bestias ante diferencias particulares. Quizá en todos los centros deban dejar de llenar a su alumnado de conocimientos y encuentren dentro de sí el factor humano.
    Quizá, quizá, quizá.

    Muchas gracias, Julio, por ayudarnos a recordar lo importante. Gran artículo.

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