TOCADO PERO NO HUNDIDO – ‘INTOCABLE’, de Olivier Nakache y Eric Toledano

INTOCABLE – Intouchables (2011) de Olivier Nakache y Eric Toledano

Hundir las taquillas de medio mundo, eso es lo que literalmente, y de una forma demoledora, ha conseguido esta simpática producción francesa dirigida (a la limón) por Olivier Nakache y Eric Toledano. Intocable, es una nueva demostración de oficio por parte de una cinematografía (los galos se las gastan así), acostumbrada a fabricar éxitos en cadena (hagan memoria y les saldrá al menos un puñado de títulos por año) sin que notemos en su profesionalidad, el más mínimo de los esfuerzos. Concebida como una de esas habituales feel good que rápidamente conectan con todo tipo de audiencias, Intocable pone a prueba la fórmula de la comercialidad global (quien pudiera tener su receta), una fórmula que busca sin complejos un éxito másivo, pensado desde su inicio en una exportación internacional más que en el simple hit localista (por eso el filme de Nakache y Toledano arrasa en Francia, pero también en Alemania, Italia, o España), hasta asumiendo su deliberado estilo hollywoodiense (casi parece remakearse así misma, no evitando por ello que en breve tengamos el instantáneo copy paste americano), la película funciona sin necesidad de perder nunca su procedencia. Francia sabe hacerlo, nosotros quizá no, pero la industria agradece que nuestros vecinos no se encierren dentro de su extraordinario circuito de producción (a ellos les va estupendamente), y apuesten fuerte por temás universales, que interesen, diviertan, o emocionen por igual a cualquier segmento de la población.

Este claro concepto de desarrollo (buscar la vía del gran publico) podría de entrada echar para atrás al cinéfilo que teme encontrarse aquí con otra de esas tópicas historias basadas en hechos reales (una frase peligrosa) más apropiadas para la programación de sobremesa de cualquier canal de la TDT, que para la de su estreno en cines. Cierto que Intocable bordea todas y cada una de las consabidas licencias y características que deben de contener este tipo de películas (no es precisamente un campo apropiado para el riesgo), pero lejos de autolesionarse con ellas saca partido de los tópicos, y realza con la justa dosificación de los mismos, la ligereza del relato.

Puede que durante su visionado no podamos evitar una sensación de déjà vu (“esto ya lo hemos visto antes”), pero sin duda el tratamiento del tema estaba peor resuelto en otras cintas del estilo (personas con serias dificultades para valerse por si solas) que en la película que nos ocupa. La asemejo más, por poner ejemplos similares, en su tratamiento fresco y humorístico, al espíritu, salvando las distancias, de La escafandra y la mariposa, que a la de la lobotomizada y sensacionalista Mar adentro. Mientras la primera abordaba el asunto sin inundar de patetismo a un drama de por sí tremebundo, la segunda abusaba del mensaje bienintencionado. La cinta de Amenábar buscaba lágrimás fáciles a costa de subrayar la tragedia de un accidente, la de Schnabel ponía al espectador en la tesitura del protagonista, sin prodigarse, más de lo debido, en los aspectos melodramáticos.

Intocable causa una ferviente admiración por su tono distante, por contar la triste realidad de un tetrapléjico con una dulce sonrisa (una gran carga de humor negro), y no caer, la roza pero nunca se ahoga del todo en ella, en la blandenguería de la postalita manufacturada.

Tócala otra vez…

Partiendo de su desacomplejada actitud, apostar por la comedia por encima del drama, potencia aún más las aptitudes de (porque también lo hay) su leve alegato social (la suave descripción –vale, no son los Dardenne- de los barrios marginales de Paris), y sacar conclusiones esperanzadoras en la hermosa canción de amistad y supervivencia que canta cada renglón de su estudiado guión. Puede parecer, llegado un momento cumbre, que la propuesta flaquea y los autores tiran la toalla, pero, afortunadamente, es sólo una impresión, puesto que rápidamente recuperan el pulso hacia un tramo final conmovedor, muy fiel al tono desenfadado, del que hace gala toda la película.

Con esto no queremos decir que Intocable sea una obra imperecedera, ya que está llena de finas grietas que llegan a tocarla en muchas de sus partes (una impersonal puesta en escena, ciertos gags demásiado facilones, el abuso de canciones adaptadas, así como la repetitiva y poco adecuada partitura original de Ludovico Einaudi), aunque ni de lejos logran desmoronarlo todo por completo. Si no decae ni en ritmo, ni en interés, es gracias al soberbio trabajo interpretativo de sus dos actores principales. Omar Sy (que le ha robado el César de este año al mismísimo Jean Dujardin), y François Cluzet (con un parecido asombroso a Dustin Hoffman), cuadran unos personajes tan entrañables, tan ricos en matices, que es un placer verlos juntos en escena. Por culpa de los actores (una electrizante química que estalla en la cara) uno no puede evitar irritarse (todavía más si cabe), al comparar los repartos extranjeros con los españoles, porque (sin señalar a nadie), es indignante como por culpa de ciertos errores de cast (y la poca naturalidad de muchos de nuestros actores) acabemos por dar al traste con el oficio de algún que otro buen director (la pena de no cuidar todos los detalles) incluso perjudicando, muchas veces sin necesidad, el resultado final de una película.

Y no es por aguar la fiesta pero esa notable diferencia es la que pone en evidencia a cualquiera de las cinematografías (la española por descontado, pero no es la única), que no sepan atar cada cabo suelto de una producción y maximizar las posibilidades de su cine. Los franceses sacan el máximo rendimiento de lo que tienen, por ello Intocable, que no es nada del otro jueves, gusta, encandila, y entretiene, por esto (hacer las cosas bien), lo que en manos inadecuadas naufragaría estrepitosamente (telefilm y kleenex), en las de Toledano y Nakache, Sy, y Cluzet no lo hacen. Tocada si, hundida jamás.

Ficha técnica

5 comentarios en «TOCADO PERO NO HUNDIDO – ‘INTOCABLE’, de Olivier Nakache y Eric Toledano»

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