UNDERWORLD – BORN SLIPPY / BSO de ‘TRAINSPOTTING’ (1996) de Danny Boyle

Conociendo por fin, después de tanto tiempo, el título de la película más mencionada por la redacción de esta web en nuestras particulares listas con las 20 mejores películas de los últimos 20 años, estábamos poco menos que obligados, por coherencia y por respeto, a dedicarle a la afortunada la sección más musical de esta web, publicada habitualmente a golpe de viernes.

Como ya afirmé en la respectiva entrada, pocas películas han retratado, en tiempo real, el sentir de la década de los noventa tan bien como la precoz obra maestra de Danny Boyle. Y como buen relato social y generacional, se debe apoyar en la música no diegética como uno de sus pilares básicos sobre los que construir la representación, pero también la narración. Los responsables lo sabían perfectamente y fueron del todo conscientes del momento musical que estaban viviendo, para poder así fijarlo para la eternidad en el imaginario colectivo y que así lo conociesen las generaciones venideras. A veces, el mejor camino de una obra hacia la atemporalidad pasa por una acotación socio-espacio-temporal muy concreta y definido (la multifuncional Carmen de Bizet constituye una honorable excepción).

Dieron parte, al presente y al futuro, de una era que no sólo se sentía orgullosa del bagaje anterior, de los clásicos, sino que además se empeñaba en revivirlos, como el Lust for life de Iggy Pop que marca el ritmo del enérgico inicio (a la vez que de uno de los mejores monólogos en off de la historia del cine), el Atomic de Blondie con el que Mark Renton conoce a una chica que lo acabaría influenciando más de lo que esperaba, el Perfect day del Lou Reed más melancólico, la nostalgia de la edad de oro del punk británico de la mano de Joy Division o los Golden years de un David Bowie aún jovenzuelo. Al mismo tiempo, deja la otra mitad de la cancha para las tendencias más bullentes de su presente, como el primerizo indie de Blur o la cresta del eurodance de Think about the way que, como anillo al dedo, acompaña la llegada de Renton a Londres, ecuador métrico y semántico de la película.

He de confesar que prefiero escoger los temas no tanto por su popularidad, sea anterior o posterior al film en cuestión, como más bien por su importancia narrativa y connotativa en aquel. Y aunque Iggy Pop sea mucho Iggy Pop, la palma se la lleva esta vez la épica techno de Underworld y su Born slippy (muy en la línea de los mediados noventa), con el que Renton toma y ejecuta la decisión de su vida. Una imprevisible, arriesgada pero finalmente inmejorable resolución para un film que parte en sus planteamientos de un nihilismo brutal, y que en el fondo no se aleja demasiado de él, sólo cuando el básico instinto de supervivencia así lo requiere.

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