EROTISMO EXCESIVAMENTE CIENTÍFICO – ‘UN MÉTODO PELIGROSO’, de David Cronenberg

UN MÉTODO PELIGROSO – A dangerous method (2011) de David Cronenberg

En 2007 David Cronenberg dio por concluida su particular y no oficial trilogía de la violencia con la notable Promesas del Este, llevando al terreno étnico y criminal la reflexión sobre la huella de la violencia tanto en el pasado como en la sociedad en Una historia de violencia, núcleo de la trilogía, que tuvo en cierto modo su semilla en Spider y la introspección psicológica de esta hacia los traumas de la infancia y sus secuelas. Considerando entonces clausurado este logrado capítulo de su larga filmografía (que se verá reeditado con la continuación, ya anunciada, de Promesas del Este), la nueva propuesta del aclamado cineasta canadiense invita a una revisión de otros dos avatares recurrentes de su obra, el erotismo (especialmente cristalizado en Crash) y el relato psicológico, una constante, transversal o central. Ambos se disponen de manera más directa y evidente que nunca, a través de una ficción histórica, de base real, en torno a ese extraño triángulo terapéutico-amoroso-científico entre las dos grandes personalidades de la Psicología (con mayúscula), Sigmund Freud y Carl Gustav Jung, y la paciente-amante-pupila de este último, Sabina Spielrein.

Un interesante premisa argumental que viene acompañado de un giro (que no necesariamente regresión) hacia el clasicismo en su tratamiento por parte del director, habitualmente innovador en su maneras, respondiendo a la lógica de su naturaleza eminentemente academicista, puesto que de principio a fin estamos ante una investigación científica del sexo, el deseo y la pasión. Cada acto o línea de diálogo salida de la boca de estos tres personajes, más un cuarto en discordia, el libertino y (todavía más) heterodoxo Otto Gross (cuya breve aparición marca un punto de inflexión en el desarrollo de la trama y los personajes) se enmarca dentro de un continuo trabajo intelectual diegético sobre la mente humana, con el sexo como marco y cauce de trabajo. Así pues, incluso las dialécticas más destructivas acaban volviéndose útiles y provechoso para la obra (que no la vida) de su protagonistas.

Aunque no se marque como objetivo la conclusión final de esa gran tesis, individual y colectiva, el relato sí resulta algo fallido en tanto que carece de mordiente en la representación de su elemento central significativo, que copa desde el punto de partida hasta la resolución: el sexo. Cronenberg se empeña en trazar un retrato tan fiel del marco y el contexto de sus protagonistas, así como de su trabajo más puramente científico, que falla en lo más básico de todo ello, el origen y fruto de esos estudios, análisis y prácticas, que es la pasión y el deseo, demasiado tibios y asépticos a la hora de convertirse en imágenes. El cineasta no se atreve a cruzar la frontera de la ortodoxia empírica que su protagonista, su Jung particular, sí sobrepasa, y de lleno, en la ficción. Esa atmósfera perturbadora tan característica y reconocible de su obra brilla aquí por su ausencia, justo cuando resulta más necesaria y pertinente.

Viendo el acabado final, uno se pone a pensar en lo desaprovechado de este material y llega a una pronta conclusión de que probablemente esta opción representativa hubiese ofrecido resultados mucho mejores de haberse sometido a un giro de 180º, hacia la comedia o el docudrama, o mejor aún, como un mockumentary, combinación de ambos. ¿Qué habría hecho Woody Allen con esto? Una buena pregunta. ¿La respuesta? Seguramente algo hilarante, aunque nunca lo sabremos. También es una pena que, al dejar dominar a un discurso muy clásico que suaviza los picos de intensidad, no se haya explotado más el alto potencial de un envidiable reparto. Keira Knightley (Spielrein) soporta con su desbocamiento e histrionismo la interpretación contenida del reparto masculino, llamando en más de una ocasión a las puertas del exceso. Mientras tanto, Michael Fassbender (Jung) queda encorsetado en las limitaciones expresivas de su personaje y la genialidad de Viggo Mortensen (Freud, bastante más secundario de lo esperado) se reduce a contadas pinceladas de sarcasmo. El más destacado sería sin duda Vincent Cassel (Gross), en un código similar, pero más sugerente, sobre todo por la ventaja, no tan paradójica, de lo concentrado de su presencia en pantalla.

Ficha técnica

3 comentarios en «EROTISMO EXCESIVAMENTE CIENTÍFICO – ‘UN MÉTODO PELIGROSO’, de David Cronenberg»

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