CHARLES TRENET - LA MER / BSO de ‘LA ESCAFANDRA Y LA MARIPOSA’ (2007) de Julian Schnabel

Agnosticismo y aconfesionalidad aparte, aprovechamos la festividad de la Virgen del Carmen en el día de ayer como mera excusa para homenajear una de las mayores maravillas del planeta (del que ocupa la mayor parte) a la par que universal motivo artístico en general y cinematográfico en particular: el mar.

La canción no puede ser más explícita ni tampoco más apropiada, pues se hace reconocible desde sus primerísimas notas y cuenta con un largo historial de apariciones en grandes obras del cine y la televisión, tanto en esta, su fuente original, como en la adaptación a la lengua de Shakespeare de manos del gran Bobby Darin, Beyond the sea (título mismo del biopic sobre aquel que Kevin Spacey dirigió y protagonizó en 2004), que a su vez versionó Robbie Williams sirviendo a la postre de tema principal de Buscando a Nemo.

Pese a haber sido grabada por más de 400 artistas, son las versiones de Trenet y Darin las que acompañan y caracterizan momentos clave de decenas de clásicos: desde Le sang des bêtes, hito del género documental, hasta los Soñadores de Bertolucci, pasando por la sensacional Uno de los nuestros o esa infravalorada obra maestra que es Lunas de hiel, de Polanski, en la que el mar se erige en componente fundamental, en lo estético, lo temático, lo narrativo y lo metafórico. También se ha dejado escuchar en series de televisión tan míticas como Expediente X, Los Simpson o Perdidos.

Y sirve asimismo para acompañar los curiosos créditos de apertura de La escafandra y la mariposa, uno de los más logrados acercamientos del cine al estado vegetativo y, de manera más implícita, a la eutanasia. Todo un logro de su director el construir un relato fluido y con vida desde el interior de un enfermo que sólo puede mover un ojo, sin recurrir a recursos burdos ni artificioso, ni mucho menos cayendo en el patetismo y en el melodrama facilón. Una gran historia en la que, de nuevo, el mar tiene un protagonismo de excepción, como escenario de génesis y decadencia, como lugar al que todos volvemos al final del camino para reencontrarnos con nuestra esencia.

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