JEAN PAINLEVÉ: MICROCINE SUBACUÁTICO

(Publicada originalmente en A Cuarta Parede, Nº 1, 1 de febrero de 2011)

En la obra teatral Obediently Yours, Orson Welles1, del dramaturgo Richard France, un Welles septuagenario y fatigado argumenta con soberbia su decisión de prescindir de su primer nombre de pila (George) en su nombre artístico: “¿se imaginan Pygmalion firmada por un tal George Shaw?2 ¿O a alguien llamado George que fuese guionista y director en Hollywood, actor de cine y de teatro, productor y director en Broadway, comentarista de radio y televisión, escenógrafo, dibujante, violinista, pianista, novelista, articulista y prestidigitador?”. Tras este elocuente prontuario, lanza el guante al auditorio con un provocador y desafiante: “¿no les da vergüenza que aquí arriba seamos tantos y ahí abajo tan pocos?”. Habría sido interesante preguntar al autor de Ciudadano Kane su opinión de todo un clásico de la sabiduría popular: “quien mucho abarca poco aprieta”

Desde el omnipotente Charles Chaplin hasta el extravagante Alejandro Jodorowsky, el cosmos cinematográfico se ha nutrido desde su nacimiento de un inagotable batallón de versátiles, ambiciosos e inconformistas autores para quienes el adjetivo polifacético sería insuficiente. Prolíficos todoterrenos a quienes no habrían bastado siete vidas.

Un caso particularmente insólito es el del francés Jean Painlevé, uno de los mayores precursores del llamado “cine científico”. Autor de dos centenares de cortometrajes de divulgación científica entre 1928 y 1982, entre los que predominan exploraciones de la inusitada fauna subacuática, este asombroso autor vanguardista conjuga en sus filmaciones la fertilidad expresiva del cine con el poder instructivo de la ciencias naturales, incorporando al rígido discurso empírico utilizado por la comunidad científica un lirismo apasionado e irreverente.

Cualquier tentativa por definir a Jean Painlevé sería tan imprecisa como estéril, pero un esbozo de su currículum nos mostraría un anarquista, surrealista, activista, biólogo, zoólogo, cineasta, submarinista, automovilista profesional e incluso diseñador de joyas3, además de fundador o cofundador de numerosas publicaciones, asociaciones e instituciones como la Asociación Internacional de Cine Científico, la World Union of Documentary Filmmakers (que se disolvió tras un altercado con John Grierson), el Comité Cinematográfico Francés de Ayuda a la Infancia o incluso un club de submarinismo. Además, entre otros reconocimientos, Painlevé fue nombrado presidente de la Asociación Francesa de Cineclubs y fue la primera persona en realizar un programa televisivo de divulgación científica en el país galo (experiencia que repetiría también en la BBC).

Arte vs Ciencia

Fotograma de 'La Pieuvre' (1928)

Hijo del matemático y dos veces Primer Ministro francés Paul Painlevé, el interés del infante Jean hacia el cine nació como resultado de la soledad que padeció durante su niñez. Hijo único, huérfano de madre y menospreciado por muchos de los compañeros del elitista liceo en el que recibió su educación a consecuencia de las ideas progresistas de su padre, el pequeño Painlevé comenzó a visitar con asiduidad el parisino cine de Saint Michel, donde, como explica Brigitte Berg, descubrió “las comedias de Mack Sennett, las fantasías de George Méliès y las animaciones de Emile Cohl, así como los populares seriales Le Masque aux dents blanches, Les Mystères de New York y Fantômas4. La autora también desvela la otra gran querencia de Jean durante su infancia, la ciencia: “a menudo, en lugar de asistir a sus clases, se pasaba el día en el Jardin des Plantes ayudando a los cuidadores a alimentar a los animales”5.

En 1921, siguiendo la estela científica de su padre, comenzó sus estudios de medicina en La Sorbona, una carrera que abandonaría apenas dos años más tarde para matricularse en zoología y biología. En 1924 se licenció en física, química y biología, comenzando de este modo una prometedora carrera científica a la que todos auguraron un brillante futuro cuando, con apenas veintiún años, se convirtió en la persona más joven en presentar una investigación en la prestigiosa Académie des Science.

Sin embargo, a pesar del formidable estreno de Jean Painlevé en el terreno de las ciencias naturales, su pasión por el séptimo arte no había hecho más que intensificarse durante su adolescencia. Ese creciente entusiasmo por esta disciplina se tradujo en su debut como actor en L’inconnue des six jours (1926), un proyecto de René Sti que, si bien nunca llegó a finalizarse, permitió a Painlevé conocer al operador de cámara André Raymond, quien se convertiría a la postre en uno de sus colaboradores habituales. Raymond no sólo fue camarógrafo de muchos de los cerca de doscientos films que realizó Painlevé a lo largo de su carrera cinematográfica, sino que también desarrolló innovadores dispositivos técnicos y mecánicos que permitieron efectuar filmaciones microscópicas y subacuáticas.

Precisamente de esta colaboración nació el primer proyecto cinematográfico de Painlevé, Oeufs d’épinoche: de la fécondation à l’éclosion (1929), un cortometraje sobre la reproducción de una variedad de pez aguja. La exhibición en primicia de esta pieza en la Académie des Sciences ante un auditorio compuesto principalmente por científicos fue acogido “con gran escepticismo, cuando no con indignación”6 entre muchos de los asistentes. Uno de ellos llegó incluso a clamar, enfurecido, que el cine no era una disciplina que pudiese ser tomada en serio. No en vano, este nuevo medio fue objeto de recelo por parte de numerosos científicos y académicos durante sus primeras décadas de vida. En este sentido, una de las voces más críticas fue la del escritor Georges Duhamel, quien arremetió contra el cine acusándolo de ser “un pasatiempo para ilotas, una diversión para ignorantes, desdichadas y apagadas criaturas consumidas por sus preocupaciones (…) Un espectáculo que no requiere concentración y que no presupone inteligencia alguna”7. La polémica que envolvió la presentación de su ópera primera fue el primero de los numerosos y constantes desencuentros entre Painlevé y la comunidad científica gala, entre la que cosechó rechazo, descrédito y apatía a lo largo de toda su carrera cinematográfica.

Uno de los fascinantes "aliens marinos" de Jean Painlevé, en 'Les Oursins' (1958)

Predilecto de los surrealistas

La animadversión de la comunidad científica hacia la figura de Jean Painlevé contrastó, sin embargo, con el entusiasmo con el que la vanguardia francesa celebró su incursión cinematográfica, especialmente entre los surrealistas. De hecho, fue uno de los editores del primer y único número de la revista Surréalisme, en colaboración con autores como Guillaume Apollinaire, René Crevel o su íntimo amigo Yvan Goll, uno de los principales rivales ideológicos de André Breton dentro del propio movimiento surrealista.

Uno de los cineastas que formaba parte del círculo de amistades de Painlevé fue Luis Buñuel, quien le otorgó la insólita función de “encargado jefe de las hormigas”8 en Un perro andaluz. Otra de sus personas más allegadas durante aquella época fue Jean Vigo, con quien mantuvo una relación tan estrecha que, tal y como detalla Brigitte Berg, “cuando Jean Vigo murió el 6 de octubre de 1934, Painlevé y (su pareja) Geneviève Hamon lo acompañaron en su lecho de muerte”9.

Durante una visita a Ámsterdam, Painlevé protagonizó junto al cineasta holandés Joris Ivens un peculiar acontecimiento que pondría de manifiesto tanto su impetuosa cinefilia como su espíritu contestatario. Ambos organizaron en la capital neerlandesa una proyección de El acorazado Potemkin, un filme cuya exhibición estaba prohibida en aquella época. Cuando la policía accedió a la sala e interrumpió la proyección, Ivens, Painlevé y el auditorio en pleno se trasladaron a una nueva sala donde se reanudó la proyección hasta ser de nuevo interrumpida por la policía. Esta operación se repitió hasta en seis ocasiones a lo largo de una tarde hasta que la obra (de setenta y cinco minutos de duración) fue finalmente exhibida en su totalidad.

Painlevé fue anfitrión del propio Eisenstein cuando el cineasta soviético visitó París en 1930. El francés utilizó la influencia de su padre para asegurar una permanencia tranquila al director de Octubre en la capital gala e incluso arregló para él un viaje clandestino a Suiza escondido en el interior de una furgoneta de ropa sucia. Como muestra de agradecimiento, el letón reconocería a Painlevé: “en cuanto a milagros se refiere, tú solo podrías hacer la competencia a nuestra señora de Lourdes”.

La ciencia es ficción

Para entonces el singular creador galo era ya considerado una reputada figura entre la vanguardia artística parisina. No en vano, sus películas planteaban al espectador un desafío al que jamás se había enfrentado con anterioridad, el de poder identificarse con extraños seres procedentes de la ignota fauna subacuática, ‘alienígenas marinos’ cuyos patrones de conducta estimulaban al público a cuestionarse sus propias convenciones sociales.

Painlevé incitaba la empatía con esas misteriosas criaturas a través de la ‘antropomorfización’ de las mismas, un propósito que lograba mediante ingeniosos comentarios y que concordaba con congruencia con su máxima “la ciencia es ficción”. Ya en uno de sus primeros films, Hyas et stenorinques (1929), ironiza sobre el modo en que dos tipos de crustáceos emplean algas o esponjas de mar para cubrir sus cuerpos: “Cada uno tiene su propio estilo en cuanto a la vestimenta. Las algas en la punta de la nariz son algo, sin duda, asombroso”.

En su ensayo Fluid Mechanics, el historiador del arte Ralph Rugoff explica que, “en manos de Painlevé, el antropomorfismo es una herramienta que subvierte nuestro autorretrato narcisista para aproximarnos con simplicidad a nuestros amigos los animales”. Esta antropomorfización fue una transgresión que generó una profunda fascinación entre los surrealistas. Prueba de ello fue, por ejemplo, la decisión de Man Ray de incluir en su obra L’Étoile de Mer (1928) imágenes de estrellas de mar filmadas por Painlevé. Otro de los seguidores de su obra fue Fernand Léger, coautor del famoso cortometraje experimental Ballet mécanique (1924), quien definió el film de Painlevé Caprella and Pantopoda (1930) – un estudio sobre el camarón esquelético y la araña de mar – como el ballet más hermoso que jamás había visto. También el pintor bielorruso Marc Chagall elogió la “incomparable riqueza plástica” de esta pieza, a la que bendijo como “arte genuina, sin objeción”. Sarah Boxer justifica del siguiente modo la atracción de los surrealistas por el cine de Painlevé: “su mundo es un lugar en el que el apareamiento parece un combate, un beso es un preludio de muerte, los machos dan a luz y las ramas caminan. Sus películas son misteriosas, oníricas, sexys y aterradoras, todo lo que los surrealistas querían ser”10.

L’hippocampe y Le Vampire

L'hippocampe (1934)

La referencia de la autora a “los machos que dan a luz” es una alusión a L’hippocampe, ou ‘Cheval marin’ (1934), posiblemente su film más (re)conocido y sin lugar a dudas su mayor éxito comercial. Para ejecutar este proyecto Painlevé introdujo una cámara en una caja hermética especialmente diseñada para poder filmar caballitos de mar (también llamados hipocampos) en su hábitat natural. Esta cámara apenas le permitía rodar pocos segundos de metraje, por lo que el propio Painlevé (un submarinista consumado) debía regresar a la superficie y volver a sumergirse una y otra vez, un inconveniente que hizo de aquel rodaje una tarea especialmente laboriosa e incluso peligrosa.

Además de la deslumbrante e hipnótica belleza de este animal y su insólita forma de nadar, lo que más seducía al biólogo de este pez marino era que es la única especie animal en la que la fecundación se produce en el macho. En este extraordinario caso, la hembra inserta los huevos maduros en la bolsa incubadora del macho, donde estos son fertilizados. “El caballito de mar – escribió Painlevé - supuso para mí un modo espléndido de promocionar la virtud y bondad del padre, mientras subrayaba la necesidad de la madre. En otras palabras, quería reestablecer el equilibrio entre el macho y la hembra”.

Otra de las películas más atrayentes, sorprendentes y populares de Jean Painlevé es Le Vampire (1945), un proyecto que nació de una invitación que el Instituto Pasteur le propuso para filmar sus nuevas y exóticas adquisiciones animales. Entre todas ellas, el biólogo se sintió cautivado por el desmodus rotundus, también conocido como vampiro común, un diminuto murciélago procedente de un bosque limítrofe entre Paraguay, Argentina y Brasil.

El film, de apenas nueve minutos de duración, comienza de un modo exquisitamente perturbador, mostrando una retahíla de extraños insectos y seres acuáticos (entre los que se incluye, por supuesto, el caballito de mar) mientras suena la composición ‘Black and tan fantasy’ de Duke Ellington. A los tres minutos de película sucede algo asombroso. El desfile de criaturas finaliza, la melodía de ‘Black and tan fantasy’ se desvanece para dar paso a ‘Echoes of Jungle’ (también de Ellington) y ante nuestros ojos emerge el horripilante Nosferatu de Murnau. Mientras muestra algunas de las escenas más memorables de este film, Painlevé reflexiona acerca de la creación del mito del vampiro, para finalmente concluir que, en efecto, el vampiro existe, pero es en realidad un pequeño quiróptero que vive en algunas selvas sudamericanas. El narrador nos traslada entonces al bosque del Chaco, en Paraguay, para mostrarnos a un desagradable y al mismo tiempo atrayente murciélago capaz de intimidar, sedar y chupar la sangre a una cobaya, una víctima que le triplica en tamaño.

El modo en que Painlevé combina un discurso científico e instructivo con incisos sarcásticos sobre la vampirización, el parasitismo o la transmisión de enfermedades evoca a un enemigo mucho más temible, próximo y conocido que el desmodus rotundus: el nazismo. El propio Painlevé explica cómo asoció ambas ideas: “cuando estaba finalizando la película me di cuenta de que este murciélago extiende sus alas antes de irse a dormir. Al ver este gesto pensé que se parecía al saludo nazi ‘Heil-Hitler’”.

Painlevé hace una alegoría del nazismo a través del murciélago de 'Le Vampire'

La utilización de música jazz como banda sonora para una película sobre murciélagos ejemplifica con perspicacia el característico y expresivo modo en que Painlevé concebía la componente musical de sus films. Otro caso llamativo es la banda sonora de Les oursins (1958), su primera película en color y segunda que dedicaba a los erizos de mar tras una homónima realizada en 1929. En este remake utilizó como pista de audio una grabación de un grupo de jóvenes haciendo sonar ollas y sartenes. Llamó a este sonido “ruido organizado” en homenaje a su amigo Edgard Varèse, un compositor francés de vanguardia, y lo acompañó de algunos compases de ‘Le vrai Mambo’ (‘El verdadero Mambo’). Painlevé materializó su pasión por los pulpos en la espléndida Amours de la pieuvre (1965). También en este caso la banda sonora fue un elemento fundamental que corrió a cargo de Pierre Henry, uno de los creadores de la llamada ‘música concreta’ y pionero de la música electroacústica.

En 1928, tras más de medio siglo de una trayectoria en la que filmó dos centenares de cortometrajes11 (entre los que se incluía incluso una ficción en animación titulada Barbe-Bleue, de 1936), Jean Painlevé realizó su última película: Les pigeons du square. En ella, el octogenario creador se rodea de un grupo de niños en un banco del parisino parque de Square des Batignolles para ofrecerles una clase sobre las palomas. Con este proyecto se despedía, por lo tanto, invocando y reafirmando por última vez el espíritu que había impulsado durante toda su vida, el de crear a través de su cine una “escuela sin muros”.


1 La versión en castellano de la obra, Su seguro servidor: Orson Welles, fue dirigida por Esteve Riambau, experto en la obra de Welles, y protagonizada admirablemente por el gran Josep María Pou.

2 El nombre completo del escritor irlandés Bernard Shaw, Premio Nobel de literatura en 1925, era George Bernard Shaw.

3 Painlevé aprovechó el enorme éxito de su film L’hippocampe, ou ‘Cheval marin’ (1934) para lanzar una línea de joyería con motivos de caballitos de mar. La colección, que incluía brazaletes, collares, pins y pendientes, se llamaba JHP (Jean Hippocampe Painlevé) y fue diseñada en realidad por su pareja sentimental, Geneviève Hamon.

4 Berg, Brigitte. “Maverick Filmmaker Jean Painlevé”, Journal of Film Preservation nº 69, mayo 2005

5 Ídem

6 Íbidem

7 “A pastime for helots, a diversion for uneducated, wretched, worn-out creatures who are consumed by their worries (. . .) A spectacle which requires no concentration and presupposes no intelligence”, en Duhamel, Georges. Scènes de la vie future, Paris, 1930, p. 52.

8 «Traiteur en chef de fourmi»

9 Berg, Brigitte. “Maverick Filmmaker Jean Painlevé”, Journal of Film Preservation nº 69, mayo 2005

10 Boxer, Sarah. “The Slightly Surreal Scientist Who Knew Nature’s Odd Side.” The New York Times. 13 Dec. 2002: N.Y. Times Online, 20 Mar. 2007.

11 La distribuidora The Criterion Collection editó el pasado año un pack de tres DVDs que incluye veintitrés obras de Painlevé con una duración total de 315 minutos. Esta edición especial recibió el nombre de Science Is Fiction: 23 Films by Jean Painlevé.

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