EL DOBLE FLUJO DE LA DIDÁCTICA Y LA CULPA - 'EN UN MUNDO MEJOR', de Susanne Bier

EN UN MUNDO MEJOR / Hævnen (2010) de Susanne Bier

(Publicada originalmente en A Cuarta Parede, Nº 2, 17 de marzo de 2011)

Como ocurre en tantas ocasiones, una traducción del título original, no tanto desafortunada como sí poco atrevida (moral y comercialmente), conduce no sólo a una importante pérdida de matices, sino también, y de modo más grave, a un considerable desvío en la primerísima orientación hacia la lectura del film, tanto en su conjunto como en sus partes. Por tanto, ¿podríamos estar ante un modo, aún inocente, de ladulterar una obra fílmica? “En un mundo mejor”, transcripción escogida para la versión internacional del film, en inglés, y calcada con exactitud en nuestro país, sin atender al referente original, posee de hecho unas connotaciones rotundamente diferentes a “La venganza”, interpretación más exacta del título original.

Una traducción que, en definitiva, de manera más o menos intencionada/interesada (imposible adivinar), suaviza y edulcora en cierta medida el sentido de una película más áspera de lo que podría parecer a a primera vista, oportunamente cruda y calculadamente didáctica. Hace falta descartar desde el primer momento la búsqueda de cualquier similitud con la obra de Michael Haneke, con la violencia como tema central y controlador de su aclamada filmografía, representada como concepto aislado, de manera afilada y en ocasiones hasta descarnada. Ni mucho menos la coincidencia de origen debe llevar a buscar parecidos con los controvertidos delirios del “cineasta nórdico por excelencia”, Lars von Trier, quien desde sus mismos inicios exorciza hacia fuera (con progresiva pérdida de la vergüenza y la decencia)1, sus particulares fantasmas de la culpa, de la violencia y, por qué no, de la propia idea de la venganza.

Pero así y todo, este edulcorante en forma de traducción amilanada no esconde un relato especialmente polémico. Hævnen quiere y consigue caminar sobre la sensible y difusa línea de la corrección política y ética (en términos más “europeos”, eso sí), sin caer de bruces en ninguno de los lados de esta frontera narrativa. Y aunque parezca querer retarla en los momentos de más intensidad dramática del relato, huyendo de la autocomplacencia, nunca llega a pasar por completo al otro lado (lo que supondría asumir un riesgo muy elevado, por lo delicado de su resolución en este argumento en particular), y además, se reconcilia, en el tercer acto, con la orilla del bien hacer y las buenas intenciones. Un tercer acto que patina por momentos, después de una trayectoria previa más lograda e íntegra, a la que se llega a través de unos giros argumentales, muy sucesivos, en los que se asoma el temible fantasma del deus ex machina.

Después de todo, estamos ante una narrativa notablemente evidente, bastante próxima al "cine serio" con el que el Hollywood contemporáneo está obligado a llenar, cada año, los premios de su Academia. Unos Oscar para los que esta producción resulta una perita en dulce y sin riesgos en el siempre debatido apartado de las películas de habla no inglesa, y fácil fue la decisión de galardonarla por delante de otros títulos más genuinos y arriesgados con los que competía, como Incendies, Canino o incluso Biutiful. Con todo, la virtud del film reside en la correcta aplicación de una idea controladora no tan superficial y manifiesta, como es ese paralelismo entre la didáctica de doble flujo que guía las relaciones entre padres y hijos, con la idea de culpabilidad involucrada en todo momento, y ese "efecto mariposa" que parece regir el desencadenamiento de los acontecimientos en el tramo final, encauzando así la manera de reflexionar e interpretar los conceptos presentes en el relato. Un planteamiento, tanto vehicular como de fondo, mucho más complejo y valiente del que sugieren las impresiones inmediatas de una finalización complaciente.

Otro punto en el que la película queda a medio camino, sin terminar de explotar un gran potencial, es en el aprovechamiento, más bien escaso, del escenario multicultural que presenta desde el primerísimo prólogo, a diferentes niveles. Desde la oposición entre la África más miserable y conflictiva con la Europa más acomodada, hasta rencillas más locales, como la condición de non grato del protagonista, sueco, en Dinamarca, marcado por la sutil pero suficiente huella idiomática (y síntoma de las políticas de coproducción internacional). Pasando por las continuas migraciones y las consecuentes dificultades de adaptación a las que está sometido uno de los niños, a causa de la movilidad laboral de su padre, encima viudo. Todas estas diferencias, de mayor o menor amplitud, quedan más allá de un tercer plano en un argumento que podría complementar con el drama de la incomunicación global (retratado anteriormente en Lost in translation o Babel) su relato sobre los flujos de culpabilidad y aprendizaje redentor entre padres e hijos, pero al que finalmente sirven casi como meros elementos decorativos y de relleno, con pérdida progresiva de significación en cada una de las relaciones.


1 Para ser más específico en dicha afirmación, remito a la reseña que en su momento escribí sobre Anticristo, su polémico último filme.

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