EMMYS 2011: LA CRÓNICA

LA CALIDAD POR ENCIMA DE MANÍAS Y MODAS

Probablemente el titular sería muy distinto de no ser por la recta final de la gala, en la que la Academia, tras una serie de indignantes despropósitos en varios de los apartados precedentes, supo poner a cada uno en su sitio. Durante el inicial bloque de comedias ya empezó la cólera a circular por la tweetsfera a raíz del enésimo y definitivo vacío a Steve Carell, cuyo ya legendario Michael Scott se ha despedido de la historia de la televisión sin haber recibido un sólo Emmy, o lo que es lo mismo, un Jim “Sheldon” Parsons repitiendo estatuilla casi por inercia. Pero lo que realmente encendió las llamas de la furia antiacadémica fue el triunfo de Melissa McCarthy como Actriz Protagonista, una actriz cuya mera nominación ya provocaba confusión, y que ha vuelto ha demostrar lo poderosos que pueden ser los empeños de los publicistas detrás de un artista u obra.

Ese hipotético castigo a Matthew Weiner y Mad Men parecía hacerse patente, con sus intérpretes quedándose sucesivamente en la butaca, lo que resultaba aún más doloroso con respecto a los favoritos Jon Hamm y John Slattery, a los que llevan ya cuatro años calentando la bragueta, y este año tenían su oportunidad gracias a la ausencia de Aaron Paul y, sobre todo, de Bryan Cranston (Breaking bad). Ojo, nada que objetar a las victorias de Kyle Chandler o el encomiable Peter Dinklage, igualmente merecidas. Lo que sí dio ganas de mandar la gala al garete fue el haber dejado sin galardón a The suitcase, el que, me reitero, puede que sea el mejor episodio de televisión jamás filmado. Pintaba que a la cuarta iba a ir la doblada y que Mad Men colectaría un cero absoluto precisamente cuando más se merecía el triunfo final, que para cordura y respeto de los académicos, sí llegó cuanto tocó.

Lo que terminó de romper todos los pronósticos, y evitó el “trío de la M” en el cuadro de honor, fue el arrase de Downton Abbey en el bloque de miniseries y telefilms. Los votantes se atrevieron finalmente a premiar la aclamada producción británica (que ayer estrenaba su segunda temporada, por cierto) por encima de la favorita Mildred Pierce, estandarte de la factoría HBO, cuyo varapalo final constituye la conclusión más determinante y consecuente de esta edición. El año que aspiraban a reconquistar el trono del drama, con dos nominadas, no sólo no lo han conseguido sino que además han visto acabado su largo monopolio en los formatos cortos. Una derrota que ni marca un punto de inflexión ni el fin de una era, sino que lo refleja de una vez por todas, lo saca sin tapujos a la luz: la ficción televisiva de calidad ya no es patrimonio exclusivo de la otrora reina indiscutible del cable y avatar de la “edad de oro de las series”, etiqueta ya definitivamente enterrada y propuesta para reforma. Ya bromeaba sobre ello Jane Lynch en el número musical de apertura: “There's no place like TV, except for HBO: it's not TV”.

AMC ha corroborado con su cuarta corona seguida (la más merecida y a la par sufrida) que han emergido para quedarse, pese a lo polémico de la última renovación de Mad Men. Y la permanente excelencia de la ficción británica no es cosa de ahora, pero por fin la Academia estadounidense ha tenido el valor de dejarla competir e incluso ha caído rendida a sus pies, aunque sea en unos apartados que no les corresponden realmente: ¿tendrán miedo de que, como ocurre a menudo en el cine, sus ancestros les coman la tostada también en la televisión, el arte que ellos mismo han creado? Un sentir que se reflejaba en muchos tweets de teléfilos que siguieron y comentaron la gala en directo, como nosotros.

Con este panorama, arañar un resultado ya no bueno, sino simplemente decente, en la quiniela era poco más que una utopía. La nuestra sólo ha atinado cinco de un total de veintiuno, siendo cuatro de esos aciertos en categorías cantadas, en mayor o menor medida. Al margen de nuestro poco futuro en la astrología, las sensaciones ante los continuos desaciertos fueron encontradas, pasando de la ira dominante durante casi toda la velada a la alegría desbocada en la recta final, lo que más acaba pesando al fin y al cabo. En resumen, injusticia en lo individual pero coherencia y criterio en lo colectivo. Vamos por partes.

Comedia: un reinado que puede durar mucho tiempo

Pocos dudaban de que iba a ser la noche de Modern family, ni siquiera sus (por ende crecientes) detractores. Repiten entorchado pero ahora con toda autoridad y pleno absoluto (cinco de cinco), incluso en categorías en las que competían con sobresalientes entregas de 30 Rock (dirección) o The office (guión). Pero han sabido escoger los mejores episodios en cada apartado (Halloween y Caught in the act, respectivamente), la llave de la victoria en la mayoría de los casos, y se asientan mejor que nunca en el trono de la comedia televisiva generalista contemporánea, sucediendo precisamente a las joyas de la NBC, otrora reinas. Su legado puede durar tanto, debido a su casi exclusiva condición de mantenerse fresca sin arriesgar demasiadas piezas, que su futura sucesora tendrá que ganárselo con sangre, sudor y lágrimas.

En cuanto a los intérpretes de reparto, modalidad en la que concurren (y han sido nominados) todos debido a la coralidad de su narrativa, habíamos apostado por el matrimonio Pritchett-Delgado (Ed O'Neill y Sofía Vergara), pero la corona fue para los Dunphy (Ty Burrell y Julie Bowen), los más tradicionales y a la par los más alocados cabezas de clan en una serie que ha sabido adaptar la sitcom familiar a los tiempos modernos (en forma y fondo) sin perder sus valores más clásicos. Un resultado que, lejos de entristecernos, responde a un reconocimiento más puro al rendimiento interpretativo, por lo algo más complejo de sus personajes, por encima del carisma y la dimensión mítica (O'Neill) o la simpatía y el factor minoría (Vergara). Algunos aventuraron que para la próxima edición, los ganadores concurrirán como actores protagonistas, pero esa medida parece más una decisión mutua para una impecable convivencia y cercanía en el reparto y una óptima química entre sus componentes (clave de su perfecto funcionamiento) que una mera maniobra para levantar estatuillas.

Las categorías de Protagonista han sido otra historia, ambas detonando la gran crispación teléfila que dominó la velada en la red. El segundo entorchado consecutivo de Jim Parsons, niño bonito, junto a Jon Cryer, del poderoso Chuck Lorre, sólo puede ser defendido por los incondicionales de The Big Bang theory, que son muchos, y jamás reconocerán que el personaje, de tanta cancha, resulta más que repetitivo. Lo peor de todo es que ni el adiós de Steve Carell ha servido para que le concediesen, ni siquiera a las sexta, una estatuilla más que merecida, que debería incluso de haber repetido, por hacernos reír como el primer día, tras siete temporadas en atena, con el carismático y poliédrico Michael Scott, un personaje ya en el olimpo de la comedia catódica.

Lo de Melissa McCarthy ya es de juzgado de guardia. Candidata contra todo pronóstico, mientras leía las nominaciones, su victoria refleja una vez más el complejo de inferioridad de los académicos televisivos ante el cine, todavía vigente, puesto que al margen del taquillazo de la omnipresente La boda de mi mejor amiga, pocos motivos más se pueden entrever detrás de semejante despropósito.

Drama: al César lo que pertenece al César

La ambición de Boardwalk Empire era alta. Se trataba del regreso de la HBO, se habían puesto el listón muy alto, y los Globos de Oro, los premios con menos criterio de todos, les (y nos) hicieron creer que acabarían doblegando a la tricampeona. Pero ni el escepticismo que provoca votar siempre al mismo, aunque se lo merezca (por mucho que automáticamente cree detractores a su paso), ni la polémica renovación de las oficinas de Madison Avenue, ni la entereza artística de Matthew Weiner (otros lo llaman egocentrismo) han logrado condicionar a una Academia que al final ha tenido que rendirse a la evidencia y coronar, por cuarta edición consecutiva, a la que ya es la mejor serie del último lustro, superándose (de nuevo) en una cuarta temporada que alcanza cotas de excelencia supremas (como ese no premiado The suitcase), y que va camino de convertirse en la mejor serie parida por la historia de la pequeña pantalla.

Curiosamente, este triunfo, más merecido que nunca, ha sido el más sufrido y el más dudoso, que hasta un aguerrido admirador de la serie como quien suscribe estas líneas desconfiaba de su victoria. Llegados al bloque de dramas, iban pasando las categorías y la serie se mantenía a cero, lo que resultaba especialmente doloroso en los apartados de guión (para crucificarlos) o de los intérpretes masculinos, que en teoría iba a ser su año (Elisabeth Moss y Christina Hendricks ya no partían como favoritas en sus respectivas categorías). Pero como ya hemso dicho, la categoría reina, el momento de la verdad, puso a cada uno en su sitio, y el de Mad Men es el tetracampeonato. Al final, sólo dos galardones en total para la serie de Weiner, pero incluyendo el que vale por casi todos los demás, dejando el sabor de boca intacto. Vale que era el año en el deberían haber sumado también a alguno de sus excelentes intérpretes, pero esa aura de gran derrota que llevaba sobrevolando el cielo de la AMC (y la calva de Matthew Weiner), especialmente desde los Creative Arts, resultó ser una (angustiosa) falsa alarma.

Por lo demás, las estatuillas, al contrario que en el bloque de comedias, estuvieron más repartidas. El único entorchado para Boardwalk Empire, que venía de arrasar en los Creative Arts, fue para su gran valor de producción, el motivo por el que tantos nos suscribimos a la serie antes de que empezase: el director Martin Scorsese, que conquista su primer Emmy (no le han hecho esperar tanto como en los Oscar, y menos mal). Algo que sabe a poco a una recién llegada que aspiraba a lo máximo, pero que, de momento, le toca estar en un admirable segundo lugar. Juliana Margulies levantó por fin la corona de Mejor Actriz Protagonista, a la sexta nominación (cuatro por Urgencias y dos por The good wife), siendo el único honor para su serie, tercera en la lista de favoritas, y la única con posibilidades reales de romper la hegemonía del cable en el drama.

A quien sí benefició el efecto adiós y la ley de la compensación fue a Friday night lights, especialmente a Kyle Chandler, que se llevó por sorpresa la categoría de actor protagonista por encima de los favoritos Hamm, Buscemi o Hall. No corrieron la misma suerte Connie Britton, o en la serie en su conjunto, lo que ya sería un tanto excesivo. Pero sí hicieron doblete con el Mejor Guión por la Always, la series finale,... totalmente merecida si no fuese por la presencia de The suitcase entre las nominadas. El tenaz Peter Dinklage sigue haciendo y historia y se llevó el único laurel para la poderosa Juego de tronos, lo que no está nada mal después de todo. Lo mismo para la ascendente Justified y Margo Martindale, veterana actriz, de revelación tardía (ella misma soltó una especie de “más vale tarde que nunca” en su discurso de aceptación) que no ha parado de recibir elogios críticos por la tercera temporada de la serie.

Miniserie/Telefilm: se avecina una dominación británica

El año en que más interesante parecía este bloque, al haberse abierto a la producción británica, un cambio en la naturaleza de los premios echó todo al traste, después de que decidiesen unificar los apartados principales en uno solo, precisamente para evitar la superioridad numérica de sus ancestros en las miniseries. Una medida que defenestró a los telefilms en general y a lo británico en particular. Pues bien, lo que parecía perpetuar el monopolio yankee (y en concreto, de la HBO), acabó siendo la peor de sus trampas, puesto que la única obra inglesa que superó el corte de las nominaciones, Downton Abbey, lo superó de tal manera que acabó arrasando en casi todas las categorías a las que concurrió. Por supuesto, Julian Fellowes levantó la estatuilla al Mejor Guión, la prevista como esta casa como cuota de recibo (pero no por ello desmerecida o regalada). Las tornas empezaron a cambiar cuando añadieron al saco la Mejor Dirección, para Brian Percival, y especialmente la Mejor Actriz de Reparto para la veteranísima Maggie Smith, ausente en la gala, cuyo talento teatral y cinematográfico doblegó a las tres candidatas de Mildred Pierce. Así y pues la velada resultó en el gran triunfo de la serie (que no miniserie) post-victoriana.

Un gran varapalo para la HBO, sempiterna dominadora de este bloque, aunque tampoco se fue de vacío del todo. Tenían más que asegurada la estatuilla a Kate Winslet, cuya concesión fue un mero trámite, que hasta resultaba cruel hacer venir al resto de nominadas. Ahora a la actriz sólo le falta la máxima distinción teatral para completar el EGOT (Emmy, Grammy, Oscar y Tony). La miniserie de Todd Haynes (el gran perdedor de la noche) se llevó también el apartado de Mejor Actor de Reparto, para Guy Pearce, que afrontaba su primer gran papel en televisión, en detrimento de Tom Wilkinson, el único candidato no HBO pero seguramente el que más mérito hizo para ello. Eso sí, no fue una mala noche para The Kennedys, con un sola galardón pero de peso, el de Mejor Actor Protagonista para Barry Pepper (otro vencedor ausente), por encima de su compañero Greg Kinnear y del favorito Édgar Ramírez, que realiza un trabajo más complejo, por camaleónico, lo que no quita a su vez ningún mérito a la lograda encarnación de Bobby Kennedy por parte de aquel. A fin de cuentas The Kennedys ha salido mejor parada de lo que se pensaba, demostrando que la calidad artística está por encima de las polémicas. Reelz recoge ahora los frutos sembrados en el arriesgado rescate de un producto maldito, mientras que en The History Channel puede que se estén tirando de los pelos.

Unos resultados que, en perspectiva global, invitan a la reflexión sobre la limpieza de la competencia internacional en este certamen. ¿Hasta qué punto tolerará la producción británica ser “degradadas” a un bloque que no les corresponde por naturaleza, en vez de competir a pleno derecho con los formatos largos, que es lo que son? ¿Se atreverá, por su parte, la industria norteamericana a dejarla competir en igualdad de condiciones en sus premios, ahora que la televisión made in UK está en pleno auge y sin parar de subir? No va a ser algo que suceda el próximo año, puede que ni siquiera el siguiente, pero sí va a crear un debate muy interesante y necesario a partir de ahora mismo.


Mejores momentos de la gala

Como coletilla, os dejamos con una sucinta selección de lo mejor que se pudimos ver en una ceremonia que no alcanzó el listón tan alto dejado por Jimmy Fallon el pasado año, pero que se mantuvo a un notable nivel: fluida, entretenida, con sorpresas, y con los grandes momentos bien distribuidos. Notable alto también para Jane Lynch, fresca y moderadamente cínica en general, sin entrar en grandilocuencias. Únicamente se echaron en falta más gags de Modern family o Glee, pertinentes de una manera (ganadora absoluta) u otra (tener a la presentadora como estrella), que pese a haber sido ambas bien explotadas el pasado año, siempre dan mucho jugo, y juego.

- Sensacional número de apertura, que podéis ver al principio de esta entrada. Un numero musical a la clásica en “el edificio de las series”, introducido por el Leonard Nimoy más desenfadado, sustituyendo a un Alec Baldwin que se borró a última hora por la censura de un chiste sobre Rupert Murdoch que tenía preparado: aún a estas alturas con esas, en fin. De entre todas las series parodiadas/homenajeadas, se lleva la palma Mad Men, postrera vencedora, con un gag en el que se cuela en las oficinas de Sterling Cooper para hablarles de los progresos de la época actual, como el matrimonio lésbico, para regocijo de Peggy Olson y consternación de Joan, o la posibilidad de saltarse fácilmente la publicidad, tras lo que Don Draper la expulsa con contundencia.

- Durante toda la velada sirvieron de coletilla musical un pequeño grupo de cantores a cappella, los Emmytones, cuya presencia tenía el irónico aroma a consolación para sus miembros, habituales olvidados por la Academia como Zachary Levi (Chuck), Cobie Smulders (Cómo conocí a vuestra madre), Joel McHale (Community), Kate Flannery (The office), Wilmer Valderrama (Aquellos maravillosos '70) o Taraji P. Henson, candidata en el mismo apartado que Kate Winslet, es decir, condenada a comparsa, literalmente.

- Dos grandes apariciones, del todo inesperadas. Ricky Gervais, “vetado” tras la que montó en los Globos de Oro, que presentó el apartado de Mejor Dirección en Comedia a través de una videoconferencia grabada, en la que bromeaba sobre su condición de non grato en suelo estadounidense y se autocensuraba con un montaje pretendidamente discontinuo y abrupto. Distinto envoltorio, pero el mismo regalo, aunque en una dosis más discreta.

- La otra sorprendente presencia fue la de Charlie Sheen, dando el premio al Mejor Actor de Comedia, aunque quedó muy por debajo de su potencial. Sobrio, sereno y más bien discreto, deseó lo mejor del mundo a su ex-serie, un intento de redención y bienquedismo que suena muy falso, y rompe la lógica de su propio personaje público, en plena efervescencia. Precisamente Jon Cryer y Ashton Kutcher calentaron motores para la esperada season premiere de esta noche, presentando juntos el apartado de Mejor Guión de Drama.

- La controvertida e inexplicable concesión del premio a la mejor actriz de comedia vino precedida por un curioso gag en el que todas las candidatas subieron al escenario a medida que se leían sus nombres en la lista de nominadas. Esa categoría la presentó Rob Lowe junto a Sofía Vergara, que aprovechó para autoparodiarse al mofarse de los acentos exagerados en televisión. Su “I love Lucy” recordó a los mejores momentos de Gloria Delgado-Pritchett, su álter ego en la ficción.

- Jane Lynch introdujo al reparto de la recientemente finalizada Entourage diciendo: “Algunos aún me preguntan por qué soy lesbiana”.

- Los responsables de Modern family subieron tanto al escenario que de alguna manera tenían que dar lugar a momentos muy cómicos. Primero, el speaker especificó que Christopher Lloyd, uno de sus creadores, no viajó nunca al futuro, por su coincidencia de nombre con el actor de la mítica trilogía de Zemeckis. Después, Steve Levitan y Jeffrey Richman bromearon sobre los origines autobiográficos del argumento del episodio con el que ganaron el premio al guión, Caught in the act (2x13). Por último, recibiendo el galardón principal (último de la velada), Steve Levitan metió una puya, no tan inocente como pareció, a los veteranos de la industria casados con jóvenes atractivas, tal como Jay y Gloria en su ficción.

- El momento más bizarro de la noche llegó en forma de popurrí musico-teatral rematada y conscientemente hortera, esta vez, con el trío cómico-musical Lonely Island, un Michael Bolton caracterizado como Jack Sparrow y las apariciones de Ed Helms, John Stamos y Maya Rudolph a lo Saturday Night Live, y del rapero Akon.

- Y por supuesto, el siempre emotivo in memoriam, con un cuarteto vocal interpretando a cuatro voces el legendario Hallelujah de Leonard Cohen: Leslie Nielsen, Blake Edwards, Peter Falk, o el reciente y trágico Andy Whitfield.

Pues esto ha sido todo. La temporada televisiva anglosajona 2010-11 queda oficialmente clausurada. Y mañana ya arranca con todo la semana grande de estrenos y regresos de la 2011-12. Primera ronda: la novedad de The Playboy Club, la ansiada vuelta de Cómo conocí a vuestra madre (casi se tendría que llamar ahora mismo Cómo vuestro tío Barney conoció a vuestra tía) y la prueba de fuego de Ashton Kutcher en la renovada Dos hombres y medio.

Lista simplificada de ganadores

Lista completa de ganadores (PDF)

6 comentarios en «EMMYS 2011: LA CRÓNICA»

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