BATMAN EN ROJO Y NEGRO – ‘THE BATMAN’, de Matt Reeves

THE BATMAN (2022) de Matt Reeves

En Joker (Todd Philips, 2019), dos escenas suceden en un viaje de metro. En la primera, la injusticia contra una pasajera acaba con Arthur Fleck disparando su espiral de violencia vengadora. En la segunda, el protagonista, a punto de culminar su transformación en Joker, es ayudado espontáneamente por una turba violenta de pasajeros con máscaras de payaso, que interceptan y dan una brutal paliza a dos policías que lo persiguen. Finalmente, los fantasmas personales y el descontento social se entretejen, la ciudad estalla en una multitudinaria danza violenta.

Se podría pensar The Batman (Matt Reeves, 2022) como la primera película de DC post-Joker. Buena razón para ello sería la escena del metro de sus primeros compases. Como si fuera continuación de aquella historia, vemos, en el contexto de una Gotham sumida en la criminalidad urbana, asaltantes pintados con siniestras sonrisas en blanco y negro, que se disponen a dar una paliza a un ciudadano aleatorio, como parte de la iniciación de uno de sus miembros. Pero esta vez aparecerá alguien, vestido de murciélago, para interrumpir el ciclo de violencia e injusticias.

Pero The Batman no es una película sobre la injusticia, es una película sobre la mentira. O más bien, las mentiras. Las mentiras sobre las que se construye una sociedad, la corruptelas que el poder oculta tras el escaparate mediático, los engaños que nos contamos a nosotros mismos sobre quienes somos, para justificar lo que hacemos.

Si hay algo que se agradece enormemente como espectador en este reboot con nuevo actor es que se nos excusa de tener que presenciar por enésima vez el origen del personaje, o su entrenamiento para llegar a ser Batman -algo que lastraba la primera parte de la trilogía de Christopher Nolan-, presentaciones innecesarias para un personaje con 80 años de historia en papel e incontables apariciones audiovisuales a través de múltiples medios.

Sin embargo, el Batman de Pattinson no es al que estamos acostumbrados a ver en la gran pantalla. Esta vez se nos presenta más joven pero taciturno, experimentado pero todavía no experto. Un Batman donde las barreras del binomio Batman-Bruce Wayne están más difusas que nunca, en ningún momento veremos aquella faceta de millonario superficial que oculta y contrasta con su alter ego superheroico.

Quien haya leído los cómics reconocerá en la obra de Reeves al Batman más noir, más detectivesco e introspectivo, que en la pantalla se apoya musicalmente en Something in the way, canción de Nirvana, como leitmotiv cuyas notas sobrevuelan constantemente la banda sonora, magnificando la sensación opresiva del relato. Quizás la elección de ese tema sea también una declaración de intenciones con respecto a su audiencia objetivo, llegar a nuevos espectadores, más jóvenes. No en vano hay un componente claro de coming of age en el relato, con un protagonista asimilando su pasado personal y familiar, que poco a poco va apuntalando su decisión sobre qué papel quiere jugar en la ciudad en un futuro, en un contraste muy incómodo con un villano que parece compartir sus valores en el fondo, aunque difieran en los métodos.

La estética de thriller hibridada con noir y terror, que tan bien le sienta a la película, se queda en ciertos momentos a medio gas cuando juega a las resonancias fílmicas con puntales como el cine de David Fincher. Allí donde Joker sabía trascender el remix con personalidad propia, a The Batman le cuesta mantener el suspense y la originalidad, sabiendo compensar sus defectos con su vertiente más espectacular y coreográfica.

La nueva sangre en las actuaciones convence, sobre todo en los papeles principales, pero para quien tenga en la memoria la trilogía de Nolan, será difícil no echar de menos la presencia de Michael Caine o Gary Oldman como brillantes secundarios. John Turturro defiende dignamente el cliché de mafioso italoamericano en el que le encorseta el guión. Aquí el que roba la atención es un irreconocible Colin Farrell como el Pingüino, particularmente carismático y bufonesco.

En definitiva, una obra que, sin ser redonda, pasará a la historia del personaje y marca un tono atractivo para lo que esté por venir.

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