EL TRIUNFO DE DIONISOS – ‘UN GESTO ESTÚPIDO E INÚTIL’, de David Wain

UN GESTO ESTÚPIDO E INÚTIL – A futile and stupid gesture (2018) de David Wain

Los cómicos también lloran. Esa parece ser la idea de fondo de algunas producciones recientes, especialmente series con cierto calado como las estadounidenses Crashing o Morir de pie o la española El fin de la comedia. Nada mejor que la biografía de un cómico para expresar que ni siquiera aquellos que viven, con mayor o menor éxito, de hacernos reír a los demás están exentos de pasar por todas las penurias y desasosiegos de este tren al que llamamos vida. Y no un cómico cualquiera, sino de aquel con quien, literalmente, empezó todo.

Y no se trata de una exageración apresurada ni de un lugar común, sino de un análisis cronológico de la comedia estadounidense a partir de los sesenta. La revista National Lampoon y todos sus derivados posteriores rompieron el hielo, en todos los sentidos, para que Saturday Night Live llevase la stand-up comedy de los clubs de comedia a las audiencias masivas de televisión, y desde entonces el programa de la NBC (con más de 40 años en emisión a sus espaldas) no ha dejado de ser la cantera de la comedia norteamericana, por la que han pasado la mayor parte de actores de comedia de cierta relevancia en las últimas décadas.

Ahora bien, este telefilm de Netflix no se limita a vivir de los hechos históricos y biográficos que recoge, sino que adquiere su vida y su dimensión propias como no podía ser de mejor manera en el relato de la vida, hazañas, luces y sombras de uno de los padres de la comedia contemporánea: buscándole la enésima tuerca al humor y al juego de este con sus moldes narrativos y semánticos. Se sepa más o menos de la vida de Doug Kenney, no se podrá pasar por alto el mecanismo metalingüístico con el cual el narrador omnisciente, interno y externo a la vez, se erige a la vez en cauce y contrapunto de la historia "real" narrada e incluso en catalizador del humor, cuando rompe la cuarta pared sin miramientos, una vez nos ha entrado ya "hasta la cocina".

Pero sin duda, como mejor supera esta película los delicados códigos y moldes del relato biográfico (sobre los cuales no puede evitar deambular en algún que otro momento) es con la celebración, no ya de una vida o de una obra, sino de la vida en sí misma y de la comedia como máxima vivencia de la misma, hasta después de la muerte, con una secuencia final que supone el triunfo indiscutible del humor sobre las adversidades, de la comedia sobre la tragedia, de lo apolíneo sobre lo dionisíaco. Y a un amante del humor, la risa y de la alegría no le queda otra que reír y unirse a la celebración, aunque sea de espíritu, ya que nuestra cuarta pared propia, por suerte o por desgracia, no es tan fácilmente inquebrantable.

Gracias, Doug Kenney, contigo empezó todo.

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