VALAR LUDERIS – Vuelve ‘JUEGO DE TRONOS’

Muy pocas series de referencia son capaces de conservar toda la expectación en una emisión en pleno verano, máxime si la hornada (nunca mejor dicho) es más corta de lo habitual y para más inri se concentra íntegramente en los meses de julio y agosto. Algo solamente al alcance de títulos fundamentales de la televisión contemporánea como The wire, A dos metros bajo tierra, Mad Men o Breaking bad. Y ahora se une la serie de Benioff y Weiss, ya completamente emancipada de su base literaria (por si quedaban dudas), que además une a esta peculiar coyuntura estival el “contraste térmico” del mostrarnos la cercanía del invierno (cuando no el invierno mismo) en pleno verano.

De entrar de lleno en la temporada de playa con los últimos coletazos de la temporada y el aluvión de teorías para la(s) siguiente(s), a copar directamente la conversación de toalla a toalla (o huir de los spoilers en la arena, para aquellos que prefieren “arriesgarse” a no sucumbir a la presión social y verse los episodios a su ritmo) en un momento del año en que las opciones de ocio se disparan por doquier... hasta diría que en ocasiones de manera obligada ante los ataques sin piedad de las tropas del Astro Rey, que bien podrían pasar por métodos de tortura del Gorrión Supremo. Sí, el invierno (ficticio) resiste al verano (real) y Juego de tronos doblega al contraste térmico.

Y no es para menos, pues estamos ante el principio del fin. “¿Empezamos?”, le suelta la Khaleesi a Tyrion a modo de pregunta retórica para cerrar la tan esperada season premiere (más de un año natural ha transcurrido desde la emisión de la pasada season finale). ¿Qué empezamos? Pues los movimientos que den lugar a las batallas definitivas, a los compases finales de esta canción de hielo y fuego que lleva ya sonando seis años en nuestro imaginario colectivo, de manera cada vez más masiva y transversal. Ya sea en primera y obvia instancia la disputa final por el Trono de Hierro, como, ya a medio plazo, el final más lógico e inevitable a todo esto, la gran lucha final entre lo humano, con todas sus sombras y miserias, y lo sobrehumano, los Caminantes Blancos, cuyo gélido aliento se siente cada vez más cercano al cogote.

Ya sea por la emancipación, por la costumbre o por habernos habituado a que la espera y la morosidad valgan la pena al saborear a posteriori los excelentes desenlaces, Juego de tronos ha sabido convertir sus “defectos” en virtudes e introducir dentro de su juego persuasivo hasta a los más impacientes. De ver las primeras entregas de cada nueva temporada con mayor o menor pereza, esperando esos momentos cumbre con toda la carne en el asador, a disfrutar cada escena con la calma que haga falta, ya sea en sí mismas, en toda su plenitud, o como primeros pasos de los múltiples caminos abiertos que sabemos que nos atraparán sin poder salir, en un momento u otro, todos y cada uno de ellos.

Seáis fervientes seguidores del rey en el Norte, de la madre de dragones o de la más legítima heredera, o incluso de la leona más carroñera, o hasta de los zombis glaciares, todos estamos invitados a entrar en el juego. Yo ya he aceptado la invitación hace tiempo, ya me cuadre en la montaña, en la playa, en los (f)estivales o donde sea. Valar luderis (todos deben jugar).

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