OSCARS 2017: LA CRÓNICA

Oscars 2017: Mejor PelículaLA MAYOR CHAPUZA JAMÁS CONTADA

Todo se estaba cumpliendo según un guión muy fluido y muy predecible. Las categorías con mayores incógnitas se iban despejando por la posibilidad más evidente. Entonces llegaron Bonnie y Clyde y “robaron” el protagonismo de la noche, o en otras palabras, la liaron mucho. Warren Beatty y Faye Dunaway fueron los elegidos para entregar la más esperada de las estatuillas, la de la categoría reina, a modo de homenaje por el 50º aniversario de la película que los hizo famosos (y que, según algunos historiadores y críticos, dio inicio a esa edad de oro conocida como el Nuevo Hollywood, que dominó la industria en los setenta). Pues bien, tras unos segundos de tensión, Dunaway leyó La La Land en la tarjeta. Pero, una vez todo el equipo de la película de Chazelle estaba sobre el escenario, con sus productores estatuilla en mano y pronunciando sus tradicionales discursos de aceptación, se produjo un vuelco de la situación que bien parecía una broma de cámara oculta, o de alguna gala benéfica del Día de los Santos Inocentes.

Pero al parecer no fue broma alguna. Cuando parecía que esas pifias sólo ocurrían en España, donde hemos visto cómo se nombra por error a una Miss España a la que no le tocaba o cómo se “mata” a El Fary en directo para luego rectificar, el anuncio de la ganadora del premio cinematográfico más mediático se rectifica una vez emitido y con sus protagonistas en escena... comunicando ellos mismos el error. Habrá sido Jimmy Kimmel, podríamos pensar. Pero no, no fue ninguna broma, ningún numerito preparado. La han pifiado de verdad, pero no unos Bonnie y Clyde cuasi-octogenarios, sino de quienes les dieron el sobre equivocado. Esta misma mañana, PricewaterhouseCoopers, empresa encargada de la auditoría de las galas de los Oscar desde hace 83 años, emitió un comunicado en el que se responsabilizada por lo ocurrido, eximiendo a Beatty y Dunaway de toda responsabilidad y disculpándose con ellos, con los equipos de ambas películas y con la audiencia.

Descartada entonces la hipótesis del numerito (que no hubiese tenido gracia alguna), algo creíble si tenemos en cuenta las correctas y gentiles reacciones de los productores de La La Land, se abre la veda, por los cuatro costados, a las teorías de conspiración. En primer lugar toca preguntarse si esto pudo haber pasado anteriormente ya, en alguno que otro de los cientos de premios entregados en las 88 ediciones anteriores. En redes sociales ha vuelto a salir a la palestra la rumorología en torno al sorprendente Oscar a Marisa Tomei como Actriz de Reparto en 1993, ante cuatro rivales de mucho mayor calado. Y por supuesto, el “efecto Trump” (contra-efecto más bien) pulula alrededor de las búsquedas de explicaciones a semejante despropósito. Sobre todo teniendo en cuenta la pulla a los medios de corte más conservador, como la CNN, Los Angeles Times o Fox News, cuyo gusto por las “falsas noticias” Kimmel denunció con sonora retranca.

Ahora bien, cogiendo la navaja de Ockham y tirando por la explicación más sencilla, se puede determinar que la escena independiente ha conquistado por completo a la Academia y al resto de entes de las temporada de premios, desde mediados de la década pasada. Si bien ha habido alguna que otra excepción y considerando lo etérea e incierta que resulta siempre la vitola de “producción independiente” (hasta qué punto las divisiones indies de las majors, detrás de muchos de los títulos destacados de la temporadas de premios en los últimos años, se podrían considerar tal), lo cierto es que Moonlight tiene un alma 100 % made in Sundance, la que más de todas las ganadoras de este corte desde que comenzó esta tendencia. Y se ha impuesto a una producción que, además del hipertrofiado bombo mediático y la abrumadora popularidad, suponía toda una celebración de la edad de oro de Hollywood y sus códigos fílmicos y, desde luego, cumplía sobradamente todos los requisitos para ser la “niña de los ojos” de los académicos.

Oscars 2017: Emma StoneEmma Stone se convierte en la nueva “novia de América”, la niña bonita de la industria. Pero La La Land se quedó compuesta (con la mejor de las galas) y sin novio. Su arrollador favoritismo se hizo un tanto de rogar, con Hasta el último hombre o La llegada superándola en los primeros apartados técnicos. Pero fueron cayendo primero Diseño de Producción y sucesivamente Fotografía, Banda Sonora y Canción (los dos temas nominados fueron cantados en una única actuación de John Legend, cuando muchos esperábamos ver en directo a Gosling y Stone cantando y bailando). En la fase decisiva, las estatuillas de Chazelle (oficialmente el galardonado más joven con el Oscar al Mejor Director, superando a Norman Taurog) y sobre todo de Stone hacían presagiar la gran noche de La ciudad de las estrellas en el escenario homónimo.

Pero el destino a veces es así de caprichoso y de algún modo esa aclamada secuencia final de la película, una maravillosa ensoñación que nos da paso a la cruda realidad del verdadero desenlace, funciona en cierto modo como metáfora de lo que ocurrió ayer en los últimos compases de la ceremonia, despertando al equipo humano de La La Land del mayor de los sueños cuando ya saboreaban la miel en sus labios. Pese a la deportividad y entereza de sus productores, esta chapuza se merece cuando menos un boicot por su parte a estos premios en ediciones venideras.

P.D.: Obviamente los tres quinielistas nos la pegamos con la categoría reina, pero en esta ocasión el envite ha quedado mucho más igualado. Pedro y Alex, con diferentes variantes, han empatado en la cabeza, mientras que un servidor, al que le gusta arriesgar y así le va, se ha quedado un peldaño por debajo.
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Lista completa de premiados

Críticas publicadas: La tortuga roja, Land of mine: bajo la arenaLangosta, Manchester frente al marMoonlight, PassengersToni Erdmann.

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3 comentarios en «OSCARS 2017: LA CRÓNICA»

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