WILSON COBRA VIDA - 'LA TORTUGA ROJA', de Michael Dudok de Wit

La tortuga roja (2016) de Michael Dudok de WitLA TORTUGA ROJA – La tortue rouge (2016) de Michael Dudok de Wit

Parafraseando a Aute, más cine (de animación y a ser posible muda) por favor. Aún siento reciente el gran regusto que me dejó el pasado año El niño y el mundo, llegada desde el otro lado del charco. Y es que asumiendo el reto de renunciar a la palabra, al verbo, se deja todo en manos de la más pura expresión audiovisual y, si el oficio es bueno y se tiene la suficiente sensibilidad expresiva, los resultados pueden ser muy notables, cuando no excelentes. Un desafío, el del lanzarse a por todas desechando lo verbal, que en el convenio del cine de animación, al margen de su vertiente más puramente comercial, encuentra amplia aceptación y con ello mayor margen de despliegue.

Ya pudimos contemplar el gran talento visual y narrativo del holandés Michael Dudok de Wit en Father and daughter, Oscar al Mejor Cortometraje de Animación en 2001. En su debut en el largometraje, el cineasta vuelve a caminar en los no siempre despejados senderos del realismo mágico para ofrecernos una suerte de Náufrago silencioso, en la que Wilson no sólo cobraría vida, sino que evolucionaría en el ejercicio de la misma y acaba interactuando con todas las consecuencias con el solitario protagonista.

La tortuga roja (2016) de Michael Dudok de WitEl relato fluye con un ritmo distendido y haciendo esperar los oportunos puntos de inflexión, no eliminando por completo la sensación de vacío sino aprovechándola en su propio beneficio semántico. Unos puntos de inflexión muy en ese espíritu de realismo mágico, pero esta vez derivando de lo más onírico en primera instancia a lo más terrenal hacia su último tercio. Un tercer acto que, a su vez, se constituye como una especie de subrrelato que muta varios de los aspectos coyunturales de los dos primeros actos, incluso el tono narrativo y el valor semántico, si bien la secuencia final converge en una transición a un conjunto único en lo simbólico.

Quizás como fuerte simpatizante de ese aspecto onírico que impregna buena parte del relato no sepa apreciar convenientemente ese tercer acto a modo de drama familiar, lo cual no le quita enteros a las grandes sensaciones que me deja la pieza una vez baja el telón. Sigue siendo ese cine de animación con ese discreto encanto, pero además, con una alta carga hipnótica y fascinante, un placer para los sentidos.

Ficha técnica

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

RSS
Suscríbete por correo
Instagram