CINEUROPA 2016: LA CRÓNICA (II)

Toni Erdmann (2016) de Maren Ade(aquí disponible la anterior crónica)

GRANDES EXPECTATIVAS Y PEQUEÑAS SORPRESAS

En el mundillo cinematográfico es bien sabido que los directores esperan que sus películas ocupen el lugar central de las parrillas festivaleras, ese momento en que los jurados ya han entrado en calor sin que la acumulación de películas haga mella en su disposición para otorgar premios. Pese a las diferencias, también es tradición que la organización de Cineuropa coloque en su segunda semana algunos de los títulos que más han dado que hablar en la temporada de festivales, este año Toni Erdmann, El viajante y O ornitólogo, todas con elogios de la crítica hispanohablante y premios en Cannes y Locarno. Y como era de esperar a estas alturas del festival, también les acompañan algunas sorpresas agradables, las de aquellas películas que llegan de tapadillo, sin el aval de los premios y la crítica, pero que dejan un buen sabor en el paladar: es el caso de Nasty baby y Amor y amistad.

Volviendo al principio, Toni Erdmann justifica sobradamente la expectación que ha causado en el circuito internacional. Esta historia de un padre aficionado a las bromas pesadas y su hija consultora de una gran multinacional es una película sobresaliente, conectada a la perfección con la identidad del mundo que retrata: el del neoliberalismo como ideología dominante y las multinacionales como instrumento de dominación transnacional. Pero ante todo es un filme abiertamente optimista, una reivindicación del humor absurdo como solución y elemento humano y desalienante.

Pero si Toni Erdmann funciona más allá de sus elementos discursivos es por lo acertado de sus partes: por la estructura y el ritmo con que Maren Ade ha dotado su película, pero también por el excelente trabajo de sus actores protagonistas. Son ellos los que nos regalan dos de los mejores momentos de este Cineuropa (y sin duda de todo el año cinematográfico): la celebrada secuencia de la fiesta nudista y el abrazo final que (casi) cierra la película. Un ejemplo de cómo conjugar un punto de inflexión psicológico para los personajes y la enésima muestra del humor extravagante de la película en un todo (peludo) y emotivo.

El viajante (2016) de Asghar FarhadiEs imposible negar que Asghar Farhadi es un autentico recolector de premios. Con sus tres últimas películas ha ganado la casi totalidad de los galardones de Cannes, así como el Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa. Y es que sus películas reúnen una serie de cualidades muy premiables (claridad narrativa, profundidad psicológica, humanidad incuestionable y crítica política insobornable), muy difíciles de encontrar juntas ya no en una única película, sino incluso en un mismo autor. En ese sentido El viajante no es, ni mucho menos, un impás en su camino, es una película que resume todas las virtudes del director iraní junto con algunos de sus habituales vicios, siempre sin alcanzar los logros de la que es hasta ahora su mejor película, Nader y Simin, una separación.

Pese a estos defectos (algunas soluciones de guión impostadas y la forzada relación con la puesta en escena de la obra de Arthur Miller), esta no deja de ser una película aguda en su exposición de las complejidades de la sociedad iraní (machismo, corrupción institucionalizada, censura y la dificultad de acceder a una vivienda sorprenden al espectador por su similitud con los de la sociedad española) a la vez que muestra la descomposición de una pareja de clase media fruto de la desconfianza y de las diferentes posiciones tomadas ante el hecho traumático sobre el que pivota la película. Pese a no conseguir la atmósfera desasosegada de El pasado ni la claridad de Nader y Simin, El viajante resulta finalmente un trabajo satisfactorio pero menor de uno de los grandes guionistas del cine contemporáneo.

O ornitólogo (2016) de João Pedro RodriguesMi primera experiencia con João Pedro Rodrigues fue hace unos años con esa pequeña joya en forma de cortometraje llamada O corpo de Afonso. En ella se encontraban muchas de las vetas temáticas que podemos encontrar en O ornitólogo, reciente Premio a la Mejor Dirección en el cada vez más boyante Festival de Locarno. Esta, como en el caso de la reciente Mimosas, pivota en torno a la idea de viaje (exterior e interior) como experiencia espiritual. Ambas película reflexionan sobre lo ascético, sobre la elevación de lo terrenal y la asunción de lo natural (de lo irracional en el caso de Laxe) más allá del discurso racional ilustrado. Un camino, a vista de pájaro, lleno de simbología religiosa (el Camino de Santiago, el Sermón a los Peces de San Antonio) y de un profundo homoerotismo (pastoril, pero también con la figura de San Sebastián, ya un icono gay para la Historia del Arte). Y por el camino, la transformación (la mutación es un tema recurrente en el cine de Rodrigues) de Fernando, el protagonista, en San Antonio, con metamorfosis intermedia en el propio director a ritmo de António Variações. Toda una (nueva) demostración del riesgo estructural y la buena salud del cine portugués contemporáneo.

Después de su pase en Cineuropa sólo se puede defininir a Amor y amistad, de Whit Stillman, como una auténtica bocanada de aire fresco. Una de esas películas necesarias (y demasiado a menudo minusvaloradas) en cualquier festival, cerradas en su significado pero con la cada vez más única capacidad de provocar noventa minutos de risa a toda una sala oscura.

Amor y amistad (2016) de Whit StillmanUna adaptación libre de un relato corto de Jane Austen que reivindica a la vez el teatro popular de enredos y a los personajes más deslenguados y mordaces de Oscar Wilde (desde el Lord Henry de El retrato de Dorian Gray hasta el elenco de La importancia de llamarse Ernesto) mientras que hace brillar a una Kate Beckinsale recuperada para la causa del buen cine. Lo hace en un papel de mujer dominante en lo verbal y obsesionada con conseguir a cualquier precio la estabilidad económica para ella y su hija. Una búsqueda de maridos contrarreloj que hará avanzar la trama y las relaciones familiares de los protagonistas de un forma divertida y nada previsible a lo largo de sus menos de noventa minutos de duración. Toda una pequeña joya para recuperar la pasión por la risa en grupo.

En lo que respecta a Nasty baby todo parecía indicar que sería otra de las películas excesivas y ególatras de la etapa norteamerica del chileno Sebastían Silva. Sin embargo, bajo la apariencia de drama hipster que presenta en un principio (esa pareja de gais neoyorquinos que buscan tener un hijo junto su mejor amiga) se esconden interesantes reformulaciones del subgénero de la home invasion a la vez que un estudio sutil de uno de los procesos que más han afectado a las grandes ciudades occidentales: el de la gentrificación.

Nasty baby (2015) de Sebastián SilvaLa acción de Nasty baby transcurre en un barrio neoyorquino que casi ha completado su proceso de transformación. Lo ocupan artistas, profesionales liberales y locales hipster donde parejas interraciales bromean sobre la última moda, tener un hijo negro. Todo parece indicar que estamos en la tan cacareada sociedad posracial, un espacio de vida idílico y ajeno a los de la retórica apocalítica de Trump. Es en ese momento cuando Silva muestra sus cartas en forma de un vecino enfermo mental, homófobo y conflictivo que trastoca las vidas de los protagonistas. El problema de la desigualdad todavía se mantiene, destapando las tensiones del idílico barrio y dejando al descubierto las debilidades de los personajes, eternos adolescentes que buscan llenar su soledad y hueco vital con la paternidad (irónicamente reflejado en la pieza de videoarte en que trabaja el protagonista). Queda claro que estas nuevas familias (triple en este caso) han heredado los problemas de las tradicionales y que la solución a estos son muchas veces más violentas e inadecuadas que las de sus progenitores. Todo ello contado con una inteligente vuelta de tuerca (que puede expulsar a muchos espectadores) a la home invasion (o invasión de barrio, en este caso) en la que queda sin concretar, de una deliberada y ambigua forma, quiénes son los invasores, si ese agresivo vecino o los hipsters gentrificadores.


Lo mejor de Cineuropa 2016 (por el momento):

1. Mimosas, de Óliver Laxe
2. Toni Erdmann, de Maren Ade
3. Frantz, de François Ozon
4. Amor y amistad, de Whit Stillman
5. El viajante, de Asghar Farhadi
6. La muerte de Luis XIV, de Albert Serra
7. Le fils de Jean, de Philippe Lioret
8. Il Solengo, de Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis
9. O ornitólogo, de João Pedro Rodrigues
10. Dog eat dog, de Paul Schrader

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