CINEUROPA 2014: LA CRÓNICA (III)

Cineuropa 2014 (banner)Cuando la recta final de un festival como Cineuropa se acerca, las fuerzas hace ya tiempo que comenzaron a fallar. El ritmo frenético, la falta de horas de sueño, los atracones de películas y las decepciones se acumulan y por eso son tan importantes esos días redondos, esos que recargan el ánimo y solo suceden en esas contadísimas ocasiones en las que en un mismo día (entre la madrugada del viernes y el propio sábado) coinciden: a) una película premiada y dirigida por un director consagrado que termina a la altura de tus expectativas; y b) no una, ¡dos!, películas de directores de los que todavía no habías visto nada pero que desde ese momento pasan a formar parte de tu colección de nombres a seguir.

La princesa de Francia (2014) de Matías PiñeiroLa primera alegría llegó en la sesión nocturna con La princesa de Francia (Matías Piñeiro, 2014). Joven cineasta argentino, surgido de la cantera de la bonaerense Universidad del Cine (al igual que otra argentina, Flavia de la Fuente, que también ha destacado en este edición) presenta una nueva película dentro de una sucesión de obras de temática shakespeariana que ha llevado a cabo. Estamos ante un cine mínimo (en cuanto a historia y presupuesto) pero elegante y que posee todo lo que me gusta encontrar en una película: la presencia central de mujer, la vida como juego (amoroso en este caso) y la idea de experimentación lúdica con el lenguaje cinematográfico (con el dentro y el fuera de campo, con su relación con el resto de artes), etc. Todo ello mediante una ligera trama amorosa ambientada en el mundillo teatral de la capital argentina. ¿Aburrida? Ni en broma. ¿Caprichosa y un cúmulo de pedanterías, como se escuchaba a la salida del Teatro Principal? Puede ser. Pero también una película tremendamente agradecida para aquellos espectadores que quieran entrar en su juego.

Dos días, una noche (2014) de Jean-Pierre & Luc DardenneFeliz vuelta a casa, descanso y nueva satisfacción, esta vez con los hermanos Dardenne. Los belgas son ya desde hace tiempo un valor seguro y aunque no siempre consigan hacer una película notable, siempre satisfacen al que se pone delante de una pantalla. Dos días, una noche se nos muestra desde el principio como un compendio de sus situaciones y rasgos estilísticos, con la novedad de que para la ocasión toman como vehículo a una actriz profesional, para el caso Marion Cotillard. El film gira en torno a una trama sencilla: el periplo para conseguir que sus compañeros de trabajo renuncien a una prima laboral a cambio de que ella pueda mantener su trabajo. Los Dardenne, como es habitual, pegan la cámara al movimiento de su protagonista, pero esta vez no consiguen el mismo grado de magnetismo que anteriores ocasiones. En ningún momento era capaz de quitarme de la cabeza la actuación de Olivier Gourmet en El hijo, sobrecogedora por su capacidad para transmitir fisicamente la turbación psicológica del personaje. La película avanza con moderado interés pero en sus minutos finales, se eleva y cierra de manera magistral bajo la forma de un cuento moral. La lucha por el trabajo se transforma en lucha por la dignidad y su conquista un logro que significa unidad y toma de conciencia de clase. Preciosa la secuencia final, con Cotillard sonriendo al futuro que se abre ante ella, convertida en un trasunto de Giuletta Masina en Las noches de Cabiria.

La chambre bleue (2014) de Mathieu AmalricEl siguiente título, y mi segunda gran sorpresa fue La chambre bleue, lo último de Mathieu Amalric. Basada en uno de las novelas criminales de Georges Simenon, supone una demostración de fuerza del cineasta francés, que escribe, dirige y protagoniza la adaptación. Sobre el papel, la película podría quedarse en un thriller romántico más (historia de amantes con asesinato de por medio), pero la buena mano de Amalric con la cámara la convierte en una historia nostálgica sobre el pasado imposible de recuperar y el poder hipnótico y cautivador de la pasión, construida sobre un sobresaliente uso del color (rojo y azul) y la música. Cautivadora atmósfera que recuerda a las primeras películas de un homenajeado en esta edición del festival, el también francés Alain Resnais.

En resumen, poco más que decir: tres de tres. Día redondo, para enmarcar, tres películas que sirven para coger fuerzas y afrontar con una sonrisa lo (poco) que queda ya de festival.

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