AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS – 'BOYHOOD (MOMENTOS DE UNA VIDA)', de Richard Linklater

Boyhood (Momentos de una vida) de Richard Linklater (2014)BOYHOOD (MOMENTOS DE UNA VIDA) – Boyhood (2014) de Richard Linklater

1. CONTRA LA FALSA ÉPICA

Hay una alta carga de lirismo en la manera en la que Boyhood disimula su épica. Tal y como está planteada, se define como una epopeya en el sentido más clásico del término (una narración extensa de un período trascendental: el paso de la infancia a la madurez de un individuo) y, sin embargo, ninguno de los adjetivos que tradicionalmente acompañan al género pueden ser aplicados a su caso. En sus cerca de tres horas de duración, Boyhood es naturalista, sencilla, cercana, reconocible, sutil y costumbrista, atributos en las antípodas de lo heroico. Nada más alejado de la grandilocuencia. Que en tiempos de superhéroes hipertrofiados, subrayados innecesarios y guiones inflados con ripio, un cineasta reivindique la trascendencia de lo cotidiano por encima de cualquier pose debería ser recibido como un acto de fe.

La insistencia con la que se ha manejado el dato –campaña de promoción mediante– de que Boyhood es una película-experiencia rodada intermitente durante doce años y con los mismos actores ha desplazado el foco de atención a una cuestión técnica que, a mi entender, no debería haber interferido tanto en la manera en la que el espectador se enfrenta a la película. ¿Está Boyhood a la altura de su proeza técnica? Indudablemente sí. Pero al final, más allá del privilegio de establecer una vinculación emocional única con unos personajes a los que estás viendo envejecer en pantalla de manera condensada pero natural, lo importante no es que la película haya tardado doce años en rodarse, sino si su retrato de la adolescencia nos acompañará o no en el recuerdo como si fuera la nuestra.

Boyhood (Momentos de una vida) de Richard Linklater (2014)2. CONTRA LA NOSTALGIA

La obsesión por registrar el paso del tiempo que persigue a Richard Linklater desde el tríptico Antes del… adquiere aquí su cota más alta. A veces se nota en Boyhood una intención manifiesta por servir de registro de una época reciente. Hay señales que nos recuerdan que Coldplay, Britney Spears, Dragon Ball, Star Wars, Harry Potter, Crepúsculo o Lady Gaga han estado aquí, han formado parte de los tiempos que te han tocado vivir y, te guste o no, hasta han forjado la educación sentimental de toda una generación. No es una mirada idealizadora a nuestro pasado más reciente. Al contrario, es un mero indicador del contexto, un apunte documental para recordarnos que, efectivamente, se puede mirar atrás sin un exceso de nostalgia, un sentimiento del que la cultura de la última década se ha estado alimentado hasta el empacho. Si pretendes que Linklater ponga lágrimas en tus ojos apelando a la melancolía –personal y colectiva– o evocando tiempos mejores, esta no es la película más indicada. O sí, pero hay que buscarlo en los detalles, en los versos de una canción de The Flaming Lips (“Do you realize that everyone you know someday will die? / And instead of saying all of your goodbyes/ Let them know you realize that life goes fast”) o en el recuerdo de los personajes secundarios que se quedan por el camino cuando el espectador percibe, casi sin darse cuenta, el brillante uso de la elipsis.

Boyhood (Momentos de una vida) de Richard Linklater (2014)3. CONTRA EL SENTIMENTALISMO

Si algo aprendimos de Antes del… es que Linklater no sacrifica la fidelidad a sus personajes por complacer al espectador. Si Céline es una feminista irredenta y Jesse un escritor acomplejado, lo serán tanto en 1995 como en 2013. Si Mason Jr. (Ellar Coltrane) es un adolescente inquieto pero introvertido y no especialmente charlatán, lo es con seis años cuando decide no entregar sus deberes a su profesora, y lo será con 17 cuando decida pasar más tiempo en el cuarto de revelado que en clase con sus compañeros. Como protagonista de su propia epopeya, no puede decirse que Mason Jr. entre en contacto con grandes aventuras o tragedias en su sentido tradicional, más bien es el catalizador de todos los que le rodean y que, directa o indirectamente, son responsables de la forja de su carácter.

Ya sea por fluidez, pudor u honestidad con esos personajes, en Boyhood no prolifera la sensiblería. Es trabajo del espectador preguntarse qué habrá sido de aquel primer amigo con el que hojeaba catálogos de lencería, qué habrá pasado con aquellos que durante un tiempo también formaron parte de su familia. Lo más cercano que vemos en Boyhood a un gesto sentido –que no sentimental–, a un manual de instrucciones sobre la vida, son tres reflexiones existencialistas para definir la historia y los principales personajes de la película: “la vida no tiene barreras”, que resume la necesidad de un padre ausente de recuperar su papel como cabeza de familia; “pensé que habría algo más”, que define las expectativas vitales insatisfechas de una madre desbordada; y un último y más importante “¿cuál es el sentido de todo esto?”, que prepara al hijo, tras su primer desamor adolescente, para la etapa adulta en la que acaba de entrar. “Nadie lo sabe, todos improvisamos”.

Ficha técnica

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