EL CREPÚSCULO DE UN FALSO DIOS - BREAKING BAD

Supervivencia

Al principio, Walter White quería dinero para dejar un colchón financiero a su familia ante su inminente muerte por cáncer. Después, harto de ser el pelele al que todo el mundo mangoneaba, quiso (o exigió) el respeto que se le negaba. Con el tiempo sus ambiciones crecieron y con ellas sus demandas: un Heisenberg en el cuerpo de Walter White (al más puro estilo de Bob-Leland en Twin Peaks pero sustituyendo lo que sea que fume David Lynch por blue meth) quería ahora un imperio propio. Dinero, respeto, imperio. Y, después de todo, en la punta de la pirámide, la única lucha que importa, la verdadera, es aquella que el químico más famoso de la televisión lleva librando desde el primer capítulo de la serie: la lucha por la supervivencia.

En los cuatro capítulos que llevamos de esta última tanda, a Walter la han salido al menos dos nuevos enemigos: su cuñado Hank y su socio y ¿amigo? Jesse. Los secretos de Mr. White se han vuelto en su contra, y aquellos a los que engañó (el hombre no sabe decir la verdad ni en una habitación a solas) ahora exigen su cota de venganza. Y eso nos lleva a uno de los puntos más interesantes que se están tratando a estas alturas de la serie y con solo cuatro capítulos para el desenlace final.

Walter White, el corruptor (Everyone is breaking bad)

Circula una teoría por Internet, más curiosa que exacta, según la cual Breaking bad es la historia misma del cáncer: una célula muta en maligna (Walter) y se extiende a otros tejidos (Jesse, Hank, Skyler), contaminándolos. La teoría en cuestión es especialmente plausible si atendemos al poder corruptor de Walter White:

Hank Schrader era un agente de la DEA con un fuerte sentido de la justicia y una moral irreprochable. Algo así como el Saul Berenson de Homeland pero más bocazas. Un hombre de ley. ¿Y ahora? Hank ha descendido a los infiernos y no duda en sacrificar peones con tal de conseguir su objetivo principal, como vimos en esa joyita titulada Rabid dog.

Jesse Pinkman era un camello de poca monta, un yonqui de medio pelo, pero sobre todo un hombre con un gran corazón incapaz de dañar a nadie salvo en caso de verdadera necesidad (descansa en paz, Gale). ¿Y ahora? El perro fiel se ha convertido en un perro rabioso y le ha declarado abiertamente la guerra a su amo.

Skyler White era una good wife, abnegada, algo controladora si se quiere y tremendamente estigmatizada por millones de espectadores (impagable la carta que Anna Gunn envió a The New York Times en la que narra en primera persona y sin tapujos la cruzada a la que personaje y actriz han sido sometidas). ¿Ahora? Skyler siente que tiene tanta sangre en las manos como su marido, llegando al extremo del "total, por un poco más...".

Y Marie Schrader... la verdad es que nos importa tanto como su cleptomanía, es decir, poco o nada, pero también tiene su participación en ese grupo de personajes contaminados por el mal (la torta a Skyler, la sugerencia de suicidio a Walter...).

Say my name: Ozymandias

Quedan cuatro capítulos para el final de serie más esperado desde el de Perdidos. Cuatro capítulos en los que sin duda ha de cobrar forma el soneto de Percy Bysshe Shelley con el que se promocionaba la temporada: Ozymandias. Es decir, la inevitable caída de todo líder e imperio, no importa cuán poderoso éste haya sido.

Ya hemos visto que el negocio que Walter dejó en marcha no funciona como debería, habiendo descendido notablemente la calidad de su producto. Por otra parte tenemos la ya mencionada aparición de nuevos/viejos enemigos que están dispuestos a hacer pagar a Walter por todas las mentiras y manipulaciones a las que los sometió. Se ha abierto la caja de Pandora y esta vez ni siquiera la esperanza permanece.

Y, sin embargo, los guionistas de la serie nos tenían preparada una pequeña reconciliación con ese villano sin escrúpulos que atiende al nombre de Heisenberg, y ésta viene propiciada por su afecto por Jesse. A estas alturas nada ni nadie puede justificar el historial criminal del químico reconvertido en narcotraficante, pero su negativa a deshacerse de su compañero de batallas y socio deja en evidencia que su corazón aún late, que su sangre no está helada. La llamada a Todd parece indicar que finalmente se ha decidido a deshacerse de su perro rabioso, pero no ha sido hasta después de que él le diera definitivamente la espalda.

¿Jaque mate?

Lo dijo Vince Gilligan y lo dice todo aquel con dos dedos de frente: no hay final feliz posible para esta odisea y su protagonista. Su imperio se ha sublevado en su contra, sus aliados quieren verlo muerto o entre rejas, y por si todo eso fallara aún quedará el cáncer para acabar con toda posibilidad de que se vaya de rositas.

Lo que es seguro es que Walter White, como Ozymandias, seguirá aferrado a su trono hasta su último aliento, y aún desde las ruinas de su imperio alzará la voz para decir:

Yo soy Ozymandias, rey de reyes,
¡Contemplad mis obras, oh poderosos, y desesperad!