A PROPÓSITO DE ABED – Vuelve ‘COMMUNITY’

La primera mitad de esta temporada televisiva, con una paupérrima cosecha de estrenos que ni el cable ha podido salvar, nos dejó además huérfanos, temporalmente, de una de las mayores joyas del panorama catódico actual. No sólo se echaban mucho en falta las hilarantes carcajadas referenciales, sino también la redefinición de las fronteras y posibilidades de la narración audiovisual en cada nuevo episodio, superando, con progresivo mérito, los listones cada vez más altos que la propia serie se iba marcando a sí misma.

Ese sector aún minoritario de espectadores que disfrutamos de esta ficción irrepetible no terminamos de explicarnos qué hay que hacer para que su cadena (u otra, por defecto) la trate como se merece, así como por qué no la está disfrutando todo aquel al que se la hemos recomendado por activa o por pasiva. Si de hecho, el demorado y más que anhelado retorno (crucemos los dedos para que no sea el definitivo) supone un nuevo hito, y ya van, en la ilimitada inventiva y osadía estructural de la serie, pese a las turbulencias que la asolaron el último año (con la salida de su creador y alma creativa, Dan Harmon, y después también de Chevy Chase, aunque con la mayoría de episodios ya completados), a la vez que toda una declaración de intenciones de un macrorrelato que se hace veterano y consciente de que no ha sido moda de un día o dos.

La season premiere funciona tanto como compendio de lo que hemos vivido hasta ahora como se hoja de ruta sobre lo que nos espera,... pero con semejante brillantez que vuelven explícitas estas grandes acciones, insertándolas dentro de su propia e inigualable inventiva narrativa y estructural. En primer lugar, confirman, para quien aún albergase dudas al respecto, la función y rol de Abed como demiurgo interno, como ese “gran imaginador” que está detrás, explícita o implícitamente, de la enunciación de cualquier relato que se precie (especialmente en los audiovisuales), y que aquí, encima, toma forma de un personaje al que toda definición o acotación se le queda corta. De hecho, la mejor versión de ese Jeff Winger como sólido líder que los guionistas siempre nos quisieron vender pero en el que (algunos) nunca terminamos de creer, viene realmente cuando es Abed quien pone las palabras en su boca en el universo alternativo imaginado de turno.

Partiendo de esa base, el habitual dilema sobre la continuidad que deben afrontar los relatos seriados localizados en institutos o universidades al cabo de un cierto número de temporadas, el eterno debate entre la prórroga o el reset que a finales de 2012 hemos visto tratar, con dispar resultado, a dos series tan diferentes entre sí como Glee y Misfits, aquí se solventa de la manera más posiblemente brillante y, lo que es mejor, coherente con las características del formato. Dos relatos paralelos, real y Abed-imaginario, nos muestran, alternadamente, los avatares positivos y negativos de ambas opciones, contando el segundo con su propio abanico de gags latentes derivados, como el visionado de esta parte en una ficticia Abed TV, con tiras publicitarias de ficticias series con los personajes de protagonistas, unas risas enlatadas especialmente remarcadas (he aquí la gran dimensión referencial de Community), un subrelato a su vez incorporado y hasta una “profética” sustitución del actor dando vida a Pierce (precisamente el personaje de Chevy Chase), que aspiraba simplemente a parodiar esos cambios repentinos de rostro de un mismo personaje en algunas series de televisión pero que acabó convirtiéndose en una autorreferencia/mofa no deseada (o quizás sí) sobre la salida de Chase de la serie,... tan excelente que hasta lo accidental les queda bien.

Esta media temporada (trece episodios) promete compensar con carcajadas y maravillas creativas la reducción de entregas a la mitad. Desde esa esperada pero rematadamente estrafalaria pareja Troy-Britta hasta la enésima reinvención de Chang, cuyos detalles aún faltan por conocer, pasando por el suplicio diario de Jeff ante su nuevo y “repentino” vecino. Volveremos a querer los “juernes” por tener un nuevo episodio que ver más que por el deseo del fin de semana y fiesta.

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