DOSSIER DE CINE BRASILEÑO (II): LA ESTÉTICA DEL HAMBRE

Parte II: LA ESTÉTICA DEL HAMBRE

La estética del hambre es un manifiesto firmado por Glauber Rocha en 1968, al tiempo que concebía cinematográficamente sus mas grandes obras: Dios y el diablo en la tierra del sol (1964) y Tierra en trance (1967). A través de una defensa del Cinema Novo, el genio de Brasil ponía por escrito algunas de las ideas más potentes que puede ostentar no sólo ese cine llamado social, sino la generalidad del cine en tanto que reflejo de su tiempo.

Glauber Rocha escribió este texto en enero de 1965 como tesis para presentarse en discusiones sobre el Cinema Novo durante una retrospectiva sobre el cine latinoamericano, hecho en la Reseña del Cinema Latinoamericano en Génova. Este texto aparece después del reconocimiento mundial de Dios y el diablo en la tierra del sol, cuando el Cinema Novo se afianza internacionalmente con Glauber Rocha como principal portavoz e ideólogo. El director habla de la posición de Brasil como colonia dependiente política y económicamente de grandes potencias extranjeras, volviéndose incompetente para actuar y pensar, a partir de sus propias acciones y necesidades. Reflexiona del hambre de América Latina no simplemente como reseña de que algunas cosas estaban mal sino como esencia de esta sociedad, como algo característico de este pueblo. La estética del hambre se oponía a la estética fácilmente digerible del cine norteamericano que mostraba una realidad perfecta, y de una parte del cine nacional que lo imitaba..

Rocha deja ver su mirada al respecto: “Dejando de lado la introducción informativa característica de las discusiones sobre América Latina, prefiero pensar las relaciones entre nuestra cultura y la cultura civilizada en términos menos reducidos que los típicos del análisis del observador europeo. Así, mientras América Latina lamenta sus miserias generales, el interlocutor extranjero cultiva el gusto por esta miseria, no como síntoma trágico, sino como dato formal en su campo de interés. Ni el latino comunica su verdadera miseria al hombre civilizado ni el hombre civilizado comprende la verdadera miseria del latino”.

He aquí, fundamentalmente, la situación del arte de Brasil frente al mundo: hasta hoy, solamente mentiras elaboradas de verdad -vulgarizar problemas sociales desde lo exótico- consiguieron comunicarse en términos cuantitativos, provocando una serie de equívocos que no terminan en los límites del arte, sino que contaminan sobre todo el terreno general de lo político. Al observador europeo, los procesos de la creación artística del mundo subdesarrollado sólo le interesan en medida en que satisfacen su nostalgia del primitivismo, y ese primitivismo se presenta híbrido, disfrazado por tardías herencias del mundo civilizado mal comprendidas porque fueron impuestas por el colonialismo.

El problema internacional de América Latina es todavía un caso de cambio de colonizadores, y su liberación seguirá estando por mucho tiempo imposibilitada por sus formas de dependencia. Desafiante, Glauber Rocha afirma que: El condicionamiento económico y político llevó al raquitismo filosófico y a la impotencia que, a veces de forma inconsciente y a veces no, llevan respectivamente a la esterilidad y a la histeria”.

Y prosigue Rocha: “La indignación social provoca discursos impetuosos. El primer síntoma es el anarquismo que marca la poesía joven hasta hoy (y también la pintura). El segundo es una reducción política del arte que hace mala política por exceso de sectarismo. El tercero y más eficaz, es la búsqueda de una sistematización del arte popular. Pero el equívoco de todo esto es que nuestro posible equilibrio no se formula como algo orgánico, sino como un titánico y autodesvastador esfuerzo para superar la impotencia; y en el resultado de esas operaciones de fórceps, nosotros nos vemos frustrados ante los límites del colonizador. Y, si él nos comprende, entonces no es por la lucidez de nuestro diálogo, sino por el humanitarismo que nuestra información le inspira. Una vez más, el paternalismo es el método de comprensión para un lenguaje de lágrimas o de mudo sufrimiento”.

El hambre latina, por eso, no es solamente un síntoma alarmante: es el nervio de su propia sociedad. Ahí reside la trágica originalidad del Cinema Novo ante el Cine Mundial: nuestra originalidad es nuestra hambre y nuestra mayor miseria es que esta hambre, siendo sentida, no es comprendida. Nosotros comprendemos este hambre que el europeo y la mayoría brasileña no entienden. Para los europeos es un extraño surrealismo tropical. Para los brasileños es una vergüenza nacional. El brasileño no come pero tiene vergüenza de decirlo, y, sobre todo, no sabe de dónde viene ese hambre.

Esos films de tristeza y pobreza intentaron gritar las verdades de una realidad desesperante cuando sus gobernantes le daban la espalda. El hambre es un tumor y debe ser extirpado, se ha hecho cultura, ha nublado la razón y se ha arraigado en sus propias estructuras. Y la más noble manifestación cultural del hambre y el mendigar es la violencia. Para el Cinema Novo, el comportamiento correcto de un hambriento es la violencia, pero no una violencia primitiva. La estética de la violencia, antes que primitiva es revolucionaria; es el momento en que el colonizador toma conciencia de la existencia de un colonizado. Sólo concienciándole de que la única posibilidad del hambriento es la violencia, el colonizador puede comprender, por el horror, la fuerza de la cultura que él explota. Mientras no levante las armas, el colonizado es un esclavo. Fue necesario un primer policía muerto para que el francés viera a un argelino.

A pesar de todo, esta violencia no esta impregnada de odio sino de amor; un amor brutal como la violencia misma, porque no es un amor de complacencia o de contemplación, sino un amor de acción, de transformación. Por eso el Cinema Novo no hizo melodramas: sus mujeres siempre fueron seres en busca de una salida posible para el amor. Ya se han superado los tiempos en que el Cinema Novo necesitaba explicarse para poder existir; este nuevo cine necesita convertirse en un proceso en si mismo para darse a comprender mejor, por lo menos en la medida en que nuestra realidad puede ser comprendida a la luz de un pensamiento que el hambre no debilite o vuelva delirante. Además, el Cinema Novo no puede desarrollarse efectivamente mientras permanezca al margen del proceso económico y cultural del continente Latinoamericano, porque el Cine Nuevo es un fenómeno de los pueblos colonizados y no de una entidad privilegiada de Brasil. Donde hay un cineasta dispuesto a filmar la verdad y a enfrentar los padrones hipócritas y policíacos de la censura, ahí habrá un germen vivo del Cinema Novo. Donde haya un cineasta dispuesto a enfrentar el comercialismo, la explotación, la pornografía y el tecnicismo, ahí habrá un germen del cine nuevo.

No tendremos por eso mayores puntos de contacto con el Cine Mundial. El Cinema Novo es un proyecto que surge en la política del hambre, y sufre, por eso mismo, todas sus debilidades. Mientras América Latina lamenta sus miserias generales, el extranjero cultiva el sabor de esa miseria, no como síntoma trágico sino como dato formal de su campo de interés. Ni el latino comunica su verdadera miseria al hombre civilizado, ni el hombre civilizado comprende verdaderamente la miseria del latino. Para el europeo los procesos de creación artística del mundo subdesarrollado sólo le interesan en cuanto satisfacen su nostalgia de primitivismo, un primitivismo híbrido, disfrazado de herencias del mundo civilizado malentendidas porque son impuestas por el condicionamiento colonialista.

La definición es ésta y por esta definición de Cinema Novo se margina la industria, porque el compromiso del Cine Industrial es con la mentira y con la explotación. La integración económica e industrial del cine nuevo depende de la libertad de América Latina. Para esta libertad, el Cinema Novo se empeña en cada nombre, desde sus más próximos hasta los más dispersos integrantes, desde los más burros hasta los más talentosos, desde los más débiles hasta los más fuertes. Es una cuestión de moral que se reflejará en el tiempo de filmar un hombre o una casa, en el detalle que observa, en la filosofía: no es una película, sino un conjunto de películas en evolución que dará, por fin, al público, la conciencia de su propia existencia.

2 comentarios en «DOSSIER DE CINE BRASILEÑO (II): LA ESTÉTICA DEL HAMBRE»

  1. Quisiera saber que director y en que año realizó el film "Coronel Antonio Goubeias" (no sé si el nombre es correcto, pero el apellido ,sí ). Se recrea la vida del conocido empresario del nordeste brasileño asesinado por su visión empresaria y nacionalista.La ví hace varios años y no supe más de ella . GRACIAS.

  2. Sobre Delmiro Augusto da Cruz Gouveia, industrial brasileño y pionero de la hidroelectrica en el pais a comienzo del S.XX, se realizaron dos films. El primero un documental “O Homem e a Terra” dirigido por Gerardo Sarno-Roteiro. Y el segundo “Coronel Delmiro Gouveia” un largometraje a cargo del mismo director. Saludos.

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