Estrenos de la midseason (I): EPISODES y SHAMELESS

Por mucho que la primera impresión cuente, no es hasta que adquirimos cierto trato con un recién conocido cuando empezamos a intuir si vale o no la pena. Una formidable presencia puede venirse al trasto en cero coma en cuanto el susodicho/a abre la boca. Pues bien, se debería actuar de la misma manera cuando toca valorar los estrenos televisivos: dejadlos madurar un poco, comprobar realmente lo que tienen que ofrecer y la manera en que solventan la papeleta, y así poder evitar el desengaño al que nos pueden llevar imponentes pilotos que enfilan cuesta abajo y sin frenos en mayor The Event) o menor (The walking dead) medida, prometedoras cartas de presentación que hacen aguas desde el minuto uno (Undercovers, Running Wilde), o bien interesantes propuestas a las que la caprichosa y cruel industria no le dio el tiempo suficiente para mostrar lo mejor de sí (Lone Star, My Generation). Todo ello lo comentamos en su momento, en la crónica del parón navideño.

Este es el motivo por el que he decidido tomarme algún tiempo para evaluar los dos flamantes estrenos de media temporada de la Showtime, Episodes (protagonizada por un Matt “Joey” LeBlanc, que se interpreta a sí mismo) y Shameless (remake de la original británica, del mismo nombre, que acompañarán en la noche del domingo al cuarto volumen de las aventuras metropolitanas de Hank Moody en Californication. No importa que el serial killer favorito de la pequeña pantalla esté de vacaciones: es el turno de los hombres en el canal de cable. También tendré algo más de paciencia antes de lanzar el primer juicio sobre Bob's Burguers, nuevo producto de animación en la parrilla dominical de la Fox, que vuelve este domingo tras dos semanas de parón y con sólo tres episodios emitidos. Así como Mr. Sunshine, nueva sitcom de la ABC protagonizada por otro friend, Matthew Perry, que tras varios retrasos, con el piloto ya emitido en pases restringidos, verá la luz por fin este miércoles. Pero lo dicho: hay que dejar germinar la semilla antes de empezar a actuar sobre la planta.


Episodes: ¡¡están locos estos americanos!!

Tras el discreto spin off de Joey, David Crane, mitad del tándem creador de Friends, vuelve a intentarlo con su actor/personaje fetiche. Pero ahora no trabajan sobre la misma base sino que comienzan desde el principio con una propuesta completamente nueva: un matrimonio de guionistas ingleses, creadores de una serie de éxito en la isla, son contratados por una network norteamericana para adaptar allí la serie, y pronto se dan cuenta de que se han metido una casa de locos y que la copia desvirtuará al original con todas las de la ley, especialmente desde que les imponen como protagonista a un tal Matt LeBlanc, una estrella en horas bajas esperando su relanzamiento, genialmente encarnado por... Matt Le Blanc.

El resultado: una combinación de un humor Friends modernizado con el espíritu de Extras, llena de referencias, parodias y autocríticas a la industria audiovisual,... por doquier. Una buena parte de estas consiste, al menos en los primeros compases, en las brutales diferencias entre la televisión británica y la americana, y sus efectos en los enésimos remakes de una a otra. Desde las diferencias entre las temporadas cortas de una y las sobreproducidas y encorsetadas entregas de otra, hasta el adulterio del espíritu y los principios básicos del original en aras de convencer a un difuso e irreal concepto de “gran audiencia”. Y como guinda, una caricatura rematadamente irreverente y zafia de la figura del productor.

Pero la presencia del ex-friend no debe llevar a la confusión. LeBlanc (personaje) no funciona como el epicentro del relato (como sí su sucede en la marciana pero fresca producción española ¿Qué fue de Jorge Sanz?), sino realmente como el catalizador en la vida de la pareja protagonista, a la que California confunde y trastorna, y no precisamente en el sentido de Hank Moody (aunque quizás parecido). De hecho, el actor no aparece en el piloto más que un breve plano, sin abrir la boca. Así, se comienza a gestar un embrión de comedia de enredos, con múltiples TSNRs in crescendo, que se constituye como uno de los pilares del humor de la serie junto al juego de dicotomías de la pareja en contacto con la locura de la fauna angelina. Él se deja llevar más por la situación y por la demencia del showbiz, y juega más bien el rol del divertido y el ligeramente alocado, mientras que ella queda como la excesivamente madura y aburrida, aunque al mismo tiempo, les tocan los roles de inocente calzonazos vs. dominadora neurótica.

Por primera vez, Showtime nos trae una comedia con el espíritu de siempre pero con un envoltorio suficientemente sofisticado. No esperéis tanta ración sexo y drogadicción explícitos, pero sí un buen grado de acidez e incorrección. Sus cuotas de humor verde vienen en discretas dosis y de manera inesperada, lo que ensalza el efecto humorístico. Una narración muy hábil a la hora de lidiar con situaciones “incómodas”. Todo ello aderezado con esa reconocible ironía inglesa, de esa que parece pensar todo el tiempo "están locos estos americanos", y con una notable superación del formato de gags de la sitcom tradicional, presentándonos los clásicos momentos de larga risa enlatada pero precisamente sin larga risa enlatada, de un modo bastante cómplice con un espectador atento. Y qué grande es el personaje de Wallace, el recepcionista y vigilante de la zona residencial, que con no más de un minuto por episodio nos regala unos one liners cíclicos para enmarcar.

Pero donde Episodes termina de reinventar con buen tino el formato clásico de comedia situacional es en la revisión de su estructura global, para la que propone una curiosa dinámica serial, atípica en la comedia. De este modo, nos presenta la temporada como un flashback que va recomponiendo el relato hasta la situación mostrada inicialmente, que por lógica debería coincidir con la season finale. De momento, la lograda ironía, el punzante sarcasmo y la eficiente comicidad fluyen como la seda.


Shameless: la white trash sin cachondeos.

Pues parece que entre brits anda el juego en la parrilla de la Showtime. Con esta se ahorran un nivel narrativo y no relatan la loca adaptación de un formato, sino que lo reciclan directamente, aunque, de momento, con mucha más fidelidad al original. La nueva apuesta del canal de cable para el drama constituye una más en la larga lista de adaptaciones de series inglesas, que cuentan con resultados tan positivos como The Office, en la que el hijo llega incluso a superar al padre en ocasiones, o casos fallidos como Skins, para la cual el público de una generalista como la MTV no está listo, o al menos, quienes controlan y representan a este público. Una polémica en la que no profundizaré porque se trata de otro tema de discusión aparte. La adaptación norteamericana del numeroso y disfuncional clan Gallagher, que se muda de los suburbios de Manchester a los de Chicago, es responsabilidad del reputado John Wells (productor y guionista de las aclamadas Urgencias y El ala oeste de la Casa Blanca, y creador de Turno de guardia), con la asidua colaboración de Paul Abbott, creador de la original.

Este relato del microcosmos barriobajero, white trash, queda completamente despojado de ese prisma humorístico (que no edulcorante), a partir del cual la TV americana lo solía y suele afrontar, con la factoría Greg Garcia como máximo exponente en los últimos años (por cierto, esta noche vuelve Raising Hope). La desdicha y la aventura de la supervivencia de la clases obreras (y parásitas) se muestra en toda su su crudeza, sin renunciar tampoco a ciertos momentos de trabajada de simpatía, bebiendo bastante del cine de Ken Loach. Una crónica tan gris y descarnada sólo podría encontrar su sitio en la Showtime. Este formato sigue a la perfección la decidida tendencia de la cadena a las continuas dosis de sexo explícito, que aquí se presenta más cotidiano que nunca, como cualquier otro lance de la narración, y no a modo de eventos resaltados, como ocurre, en sus respectivas medidas, con Californication y Weeds. Sucede de igual modo en cuanto al consumo de drogas, y en general, a ese espíritu de incorrección política permanente, desde el lenguaje usado hasta la psicología misma de los personajes.

Pero además, esta serie va más allá y tampoco renuncia a una moderada escatología (el cuarto de baño se exhibe tanto como la cocina o las habitaciones), y sobre todo, la presencia de una aureola de sordidez bastante cruda, pero sin llegar a asfixiar ni caer en el melodrama gratuito, sino exponiéndola en su cotidianidad, lo que realmente es. Aunque donde este formato propina la puntilla definitiva en la esfera sociológico es en el completo desmontaje de uno de los arquetipos más intocables de la ficción norteamericana, quizás el único que quedaba por afrontar en la casa de los antihéroes, masculinos (Dexter Morgan, Hank Moody) y femeninos (Nancy Botwin, Jackie Peyton): la figura del padre de familia. Esta atrevida iconoclastia va mucho más allá de la progresiva espiral de perdición sin retorno en la que Lady Botwin introduce a sus hijos, o a la irresponsabilidad cíclica de Hank Moody, que de vez en cuando sí se preocupa.

Aquí la inversión de roles constituye un elemento definitorio, y Frank Gallagher empieza como patético y detestable, y de ahí sigue cuesta abajo. Esta “desmitificación” se extrapola, necesariamente, al conjunto de la institución familar en general y de las familas numerosas en particular, con una larga saga de hermanos, cada cual con su locura y su picardía, las cuales, paradójicamente, no hace más que hacernos quererlos cada vez más. La madre no es ya un enigma a resolver, como en Cómo conocí a vuestra madre, sino un conjunto vacío, un agujero negro que se explica por sí solo y en el que no se siente la necesidad de entrar. Esos reconocibles momentos de moralina, tan típicos de las series familiares, no sólo brillan por su ausencia, sino que llegan hasta el otro extremo, en lo que podríamos denominar la “antipastelada”.

Obviamente, el producto puede disfrutarse por sí solo, sin tener que pasar el filtro de las comparaciones con el original. De todas formas, al tratarse de una adaptación en el mismo formato y lenguaje, y un lapso de tiempo tan breve entre el nacimiento de ambas, no se puede dejar escapar una cierta confrontación analítica. A partir del piloto, calco del original, y del segundo episodio, una réplica al 90%, el remake se empieza a independizar y a tomar de la madre sólo algunos trazos, no todos, reordenándolos y redimensionándolos a conveniencia (la diferencia entre el número de capítulos por temporada no resulta tan sangrante como el caso ficticio de Episodes). Algunos personajes manifiestan más carácter y seguridad que sus modelos, y por tanto, más peso en el conjunto, mientras que otros quedan, de momento, reducidos a los rasgos más soeces de sí mismos.

Al margen de eso, de una mayor varianza étnica y genética de la muestra (rasgo completamente pertinente), de la mudanza geográfica y de una igualmente necesaria actualización geográfica, tecnológica, sociopolítica y musical, las diferencias quedan recluidas al ámbito de la realización y a ciertas mutaciones narrativas. Un hábil montaje videoclipero en secuencias de transición y algunas entregas de escueto efectismo suplen la pérdida de la voz en off, los gags visuales y situacionales tan típicos de las series británicas y esos latiguillos de mockumentary. Afortunadamente, la copia sí ha sabio heredar esos momentos de comedia negra, con momentos al más puro estilo A dos metros bajo tierra.

3 comentarios en «Estrenos de la midseason (I): EPISODES y SHAMELESS»

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