MARVIN HAMLISCH - THE ENTERTAINER / BSO de 'EL GOLPE' (1973) de George Roy Hill

En una década que revolucionó para siempre el cine de Hollywood, en todos los aspectos, y unánimemente considerada la era dorada del cine de autor en aquella industria, una película completamente desmarcada de la tendencia dio un pequeño "golpe", arrasando en taquilla y en reconocimiento académico. Mientras los grandes cineastas de entonces época abrazaban (y adaptaban) la influencia de las cinematografías de autor europeas y el cine underground hecho en la otra costa del país, George Roy Hill se desmarcó de la tendencia a través de un clasicismo hábilmente reciclado, refinado pero con un tono suficientemente informal y lúdico que lo volvía fresco a los ojos del nuevo público.

A través del oportuno marco de la recreación de una época, el Chicago de la Gran Depresión, con gangsters, estafadores y demás tramposos en pleno auge, el film radicó su éxito en la repetición de la fórmula ganadora de Dos hombres y un destino (precisamente del mismo director), cuatro años antes, con uno de los tándems más carismáticos de la historia del audiovisual, el formado por Paul Newman y Robert Redford, que en esta ocasión poco menos que trasladaban a sus legendarios Butch Cassidy y Sundance Kid a la urbe, sustituyendo las pistolas y la rapidez en su manejo por las cartas y el juego mental necesario en toda timba fraudulenta. De nuevo, una versión elegante de dos delincuentes de poca monta, pero mucho menos oscura y más asequible a ojos y mente que la de Bonnie y Clyde, los verdaderos precursores, junto a Easy rider, de aquel Nuevo Hollywood.

Superada entonces, en el mainstream, la inmoralidad de los (anti)héroes, el desafío radicaba en el cómo encandilar a una audiencia ya más formada y exigente con un tradicionalismo tan ligero en sus premisas, y del todo inesperado. Aparte de la mencionada pareja protagonista y del cercano recuero de Dos hombres y un destino, resultó clave el revival del ragtime (banda sonora de aquella época, y que en el momento del estreno gozaba de un cierto furor retro), a manos del gran Marvin Hamlisch, que basó su eficaz propuesta en el arreglo, adaptación y combinación de piezas de, en gran parte, Scott Joplin, a las que añadió un par de temas de cosecha propia. A veces el reciclaje es el mejor camino para sorprender, y en este caso esto se cumplió tanto con la música como con el conjunto de la película.

Esta banda sonora fue básica en la consecución de ese toque, ese espíritu desenfadado y festivo que hizo las delicias de los que vieron y siguen viendo esta joya aislada, sin igual en su contexto, que en esencia no ofreció nada nuevo, y pintaba, de primeras, como algo ya muy visto, algo muy mascado. Pero no sólo nos regaló un grandioso y sano entretenimiento, sino también muy buen cine, muy refinado y calculados en sus maneras, en sus procedimientos y sus tiempos, pese a esa atmósfera jovial. El poder connotativo de esta pieza en concreto es tal que se convirtió en un recurso muy utilizado y reconocible en espectáculos cómicos y circenses desde entonces.

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