ESCABECHINA PARA EVOLUCIONAR – TRUE BLOOD

TRUE BLOOD – 4ª TEMPORADA

El pasado domingo echó el cierre el cuarto volumen de la serie más sensual, desenfrenada y exótica del panorama televisivo actual, llegando a un punto en que ya le queda muy corta esa etiqueta de “serie de vampiros”, o incluso “Crepúsculo con más cacha”, como la tildan los detractores que la han probado poco o nada. La cantidad de fauna fantástica y sobrenatural es tal que el relato ya se ha convertido en aquello que viene sugiriendo su suculenta e hiperactiva cabecera (me reitero, de las mejores que jamás se han hecho) desde sus inicios: una lectura en clave sureña, calentorra, chabacana y autoparódicamente romántica del universo Lovecraft y sus mitos de Cthulhu. El punto álgido se alcanzó con la introducción de la Inquisición española y su caza de brujas, en un castellano nada latinizado pero claramente rodado en México o el sur de Estados Unidos, y esa Antonia Gavilán de Logroño, posesivo y vengativo espíritu de una bruja ancestral, la villana de la temporada (a medias), nos dejó con la boca abierta primeramente y con una carcajada de arriba a abajo inmediatamente después. Porque, como bien afirma mi paisana Mar Guerrero, no metieron también el conjuro de la Queimada, la Santa Compaña o el Hombre del Saco porque no se pasaron por Galicia en su momento.

Como podéis leer en el titular que encabeza este artículo, el tercer acto de esta cuarta hornada de aventuras sobrenaturales se caracterizó, entre otras cosas, por una considerable escabechina, una verdadera sangría de secundarios (y no tan secundarios) de mayor o menor antigüedad, pero todos, en cierto modo, con una importante presencia en el mapa argumental, si bien no todo lo relevante y constructiva que debería, pero con su buena ración de cámara y trama al fin y al cabo. ¿Hasta qué punto esta purga ha sido necesaria para la evolución de la serie? En primer lugar, ha servido para que Sookie haya cruzado por fin de lleno esa línea de no retorno entre el bien y el mal (prácticamente la única y rebuscada excusa de trasfondo conceptual que le queda a un relato cada vez más despreocupado y autoconsciente de su chabacanería) del que durante cuatro temporadas había conseguido apartarse aunque por muy poco. Su camino hacia la divinidad, iniciado a finales del pasado verano, estará ahora acompañado por una cierta necesidad de redención, ¿o no?

Pero sobre todo, la importancia de esta escabechina es al mismo tiempo la consecuencia de una pretensión, por parte de los guionistas, de una mayor regularidad y consistencia en el conjunto, dentro de sus propias (y amplias) licencias y su particular estilo. Esto es, una progresiva eliminación de unas tramas de relleno que se comenzaban a indigestar, en parte también por la unión de algunos arcos secundarios que por separado más bien restaban, como la de Jason con Jessica y Hoyt y la de Sam con Alcide y sus “amigos”, dando por fin carpetazo a los hombres-pantera y al hermano cabroncete, las líneas más cansinas e inútiles del relato. Al contrario que en la temporada anterior, en esta la mayor parte de personajes y tramas sí han contribuido, en mayor o menor medida, al tronco principal, que finalmente acabó cristalizando en esa gran batalla que se preveía, aunque no de manera tan inmediata y directa. Otra como la del bebé diabólico logró funcionar por separado, quedando bien cerrada (o eso creemos) y además sirviendo para trabajar el personaje de Lafayette, el que más ha crecido en protagonismo o importancia (ya sea instrumental o central) este verano, y así parece que seguirá.

El mapa amoroso se ha salido por fin de un estancamiento que lo podría acabar gangrenando. En cuanto a Sam, en cuanto a Jason y Jessica, y sobre todo, en cuanto a Sookie y los polígonos de atracción que crea a su alrededor. Tardaron demasiado tiempo en darle arranque a su idilio con Eric, clásico villano atractivo, con el que se tuvieron que sacar una amnesia de la manga para acelerar el proceso, y total, para que la protagonista tanto activa como pasiva del relato acabe dándole esquinazo a ambos justo cuando el triángulo había llegado a su máxima expresión. Porque, recordemos, la ecuación tiene alguna incógnita más, y Sookie, al igual que la propia serie, está quizás un tanto saturada de vampiros y por tanto prefiere explorar otros terrenos, igual o más salvajes. Pero de momento, su aventura lupina sigue en espera, en pleno preclímax, aunque tiene toda la pinta de ser de los primeros puntos a tocar en la próxima temporada.

En otro orden de cosas, cabe señalar que, al igual que en la pasada hornada, la temática introducida en la season premiere (todo aquel universo de las hadas), no tuvo la relevancia en los sucesivos episodios que en principio se intuía, en este caso, para más inri, apenas ha hecho acto de presencia más allá del piloto (a excepción de un memorable WTF con Andy Bellefleur aún bajo los efectos de la V). Pero al menos sí estamos seguros de que sí la se situará en el centro del relato a posteriori. Si en la tercera temporada los hombres lobo, aparente novedad, resultaron ser finalmente meros instrumentos, apenas dejando a Alcide para la posteridad, la dimensión de las hadas, no tan idílicas ni bienhechoras como canta la tradición, será la dirección por la que el tronco argumental tirará tarde o temprano.

En cuanto a la anticipación de lo que vendrá el año que viene, aparte del cliffhanger telenovelesco del disparo, o la enésima amenaza sobre Sam, es decir, lances puntuales en suspensión, no nos han proporcionado tantas pistas sobre lo que vendrá después como en pasadas season finale, aunque las pocas que nos han dado pintan de muerte (nunca mejor dicho). El pasado del “bueno” de Terry o el nuevo rol de enemigos públicos de Bill y Eric en la Autoridad vampírica sabían a poca cosa, por previsibilidad o reiteración. Lo verdaderamente suculento ha sido el díptico de regresos. Uno, clamado a gritos, y de seguro con consecuencias sólo positivas para la serie: quienes lo hayan visto, sabrán de lo que hablo; los presentadores de noticiarios no volverán a conciliar el sueño. Y el otro, sorprendente e inesperado (sobre todo, por la forma y el momento), pero que tenía que ocurrir en algún momento u otro, máxime con el tema del clamor antivampírico popular que volvió a asomarse esta temporada, especialmente al principio, confirmándose como una constante transversal de este relato seriado.

Lo mejor: mayor consistencia y concentración de tramas, con menos relleno y una idea de conjunto más lograda; mantenimiento de esa atmósfera burlesca general, incluso incrementándola pero sin perder fluidez ni cohesión; y las hilarantes secuencias de sueño, como la del trío, que podéis ver en el video al final de la entrada.

Lo peor: desaprovechamiento de tramas y personajes (la relación lésbica de Tara, Pam y especialmente Ginger), excesiva presencia de argumentos que no van a ser tocados y todavía algún arco con aroma a pegote.

2 comentarios en «ESCABECHINA PARA EVOLUCIONAR – TRUE BLOOD»

  1. No es mi temporada favorita pero tampoco es mala, es más bien centrada en el drama de Eric-Sookie-Bill y en esta idea del odio de las brujas y demás, es lenta, menos carente de acción que las otras temporadas de true blood pero sin duda muestra más a los personajes importante que los que al parecer son secundarios como Tara que va y viene y no muestra bien su importancia o relevancia en la serie.

    1. Como ya he dicho en el texto, la temporada es más consistente, en conjunto, que la anterior, sobre todo en la eliminación de las tramas secundarias pesadas y lastres, o por combinación entre ellas (muy hábil en muchos casos), o por la escabechina de la recta final. Luego tengamos en cuenta la reconfiguración del triángulo amoroso (ahora ya cuadrado asimétrico) y de las relaciones en general, así como la dualidad, literal, del "malo de la temporada". La serie logra evolucionar y ganar en consistencia con respecto a su anterior hornada sin renunciar a esa bizarrada y desenfreno que hace que guste tanto, es más, la lleva al siguiente nivel.

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