LA CENA DE LOS VICIOSOS – Vuelve 'TRUE BLOOD'

SHE'S NOT THERE (4×01) – Season premiere de TRUE BLOOD

Personalmente, alucino con todos esos consumidores ávidos de ficción televisiva que se sienten literalmente vacíos de contenido en verano, aprovechando únicamente para actualizarse con las sempiternas series pendientes o rebuscando joyas (de facto o de culto) en el baúl de los recuerdos (lo cual no supone nunca una mala opción, pero una cosa no quita a la otra). La primera gran destacada en regresar por vacaciones es la serie de verano por excelencia, la criatura más gamberra, juguetona, autoparódica y despreocupada de la HBO, la excelencia y magnanimidad hecha televisión. Un producto ideal para la época estiva, que traspasa la barrera de los sentidos destilando calidez y bochorno en cada plano, provocando una sensación de sudor no sólo atmosférica, como si de fuego cercano se tratase, caldo de cultivo para su permanente aureola lujuriosa y calenturienta, y reconocible signo de identidad, que encuentra en un hipertrofiado emplazamiento sureño su inmejorable escenario.

Al contrario que en las transiciones anteriores, este cambio de temporada pasa a través de una doble temporalidad. Mientras seguimos en continuidad y “tiempo real” a la absoluta protagonista en su viaje a una nueva dimensión de este batiburrillo mitológico cada vez más amplio, el punto exacto en el que nos dejó la pasada season finale, en la esfera terrenal de Bon Temps ha pasado más de un año, en el que todo y todos han cambiado sin remedio. Y es que a Einstein no le faltaba razón cuando aseguraba que el tiempo es relativo. Durante ese breve intervalo en el que descubre (y descubrimos) que el mundo de las hadas no tiene nada de idílico y paradisíaco en su verdadera esencia, a la par que encontrarse con una encarnada revelación de su pasado más remoto, el pueblo entero no ha dejado de buscarla, llegando incluso a darla por muerta. Tal cual Ulises al escapar de las garras de Circe. Un lapso que, de manera anecdótica, sirve en bandeja de plata una gracieta puramente “meta”, de esas que tampoco abundan especialmente en esta serie (y eso que tiene mucho potencial y licencia para ello), cuando Sookie suelta, en su regreso: “¿no ha habido nada mejor en la tele en el último año?”.

Al igual que en la pasada season premiere, este arranque nos ofrece un complejo abanico que mezcla géneros e historias de todo tipo, abriendo, continuando o mutando un buen número de tramas, volviendo a distanciarse, por tanto, de esas dos primeras temporadas, mucho más centradas temática y argumentalmente, con uno y dos grandes arcos narrativos, respectivamente, pero que en la pasada hornada (esencialmente de transición, como bien comenté en el momento de la finale), inició una evolución acelerada, y sin retorno, hacia la ampliación, diversificación y multiplicidad argumental, bajo la conveniente jerarquía y combinación. Precisamente, la mayorías de las historias que ahora se despliegan fueron sembradas en los últimos tramos de la temporada pasada, y convenientemente germinadas durante esta larga elipsis narrativa, que coincide cronológicamente, de manera muy oportuna aunque no necesariamente significativa, con el intervalo entre ambos volúmenes.

En cambio, la que probablemente se la más principal de las tramas, según nos ha sugerido el cliffhanger de turno, lleva presente desde los primerísimos orígenes, algo que ocurría también, aunque de manera mucho más latente y oculta, con ese viaje “interdimensional” que sirvió de salto entre temporadas, y que obvia y forzosamente seguirá desarrollándose, ahora de manera explícita, a lo largo de los siguientes episodios, por mucho que se disipase tras el primer acto de esta premiere. Veteranas o novedosas, rodadas o por pulir, todas las historias cuentan con una elemento común, que las conecta conceptualmente: cada una de ellas, sin excepción, se sirve y lidia, de alguna u otra manera, con el lado más oscuro de los personajes, más o menos destapado hasta el momento, a un nivel mucho más inmediato, genético, malévolo, profundo y quizás previsible que Twin Peaks, Lost o The killing, por ser fruto inmediato de la innata e imbatible naturaleza de sus actuantes, y a su vez indivisible de los instintos más primarios de las criaturas, humanas o no.

Desde la única y descarriada obsesión de Eric Northam, hasta el ansia inefable de poder oculta tras la auténtica motivación de Bill Compton, pasando por la mutación emocional y sexual de Tara, e el espiritismo y la mística inmanentes (y potenciadas por la auténtica “sangre auténtica”) a Lafayette, un personaje independiente de la serie, puesto que en el original literario muere al final de la primera entrega, y puede acabar teniendo una relevancia inesperada. Al mismo tiempo, Jason se convierte, ya con todas de la ley (literalmente), en el protector de aquel poblado hillbilly no especialmente grato, Sam encuentra una manera (supuestamente) menos nociva y, de seguro, más placentera para controlar su instintos agresivos, la pregonada “semilla del diablo” (el hijo demoníaco de Arlene) hace finalmente acto de presencia, dando signos de su temible genética, y la relación de Jessica y Hoyt pasa por fin al siguiente nivel, para ofrecernos la más terrenal de las tramas, un drama lleno de enredos y pasiones desbocadas, con la cada vez más enigmática Pam de por medio. El licántropo Alcide no hará acto de presencia hasta el tercer episodio, pasando a ser componente de pleno derecho de ese polígono amoroso asimétrico en torno a Sookie, o al menos así lo sugiere uno de los siempre llamativos carteles promocionales.

Todo esto y más constituye un amplio mapa diegético de evolución y desarrollo incierto, puesto que por muy evidentes y unívocos que pinten algunos arcos, tenemos fresca la experiencia de la temporada pasada, que de primeras sugería que todo se quedaría entre el enfrentamiento con los hombres lobo y el “narcotráfico”, enseguida tiró por derroteros diferentes, dejando aquellos en un plano secundario, meramente instrumental y casi anecdótico. Lo que nos lleva a la conclusión de que nos podemos esperar cualquier cosa, para lo bueno y para lo malo. Probablemente, cada vez se pasarán más de rosca, tirando siempre hacia el desenfreno y la hilaridad, pero precisamente ahí está su virtud: el desenfado, la informalidad y los excesos, el huir a toda costa de cualquier pretensión de sutileza, contención y mucho menos perfección. Eso, y no otra cosa, es lo que queremos, buscamos y encontramos cada año los espectadores de esta serie, o al menos, aquellos que la vemos tal y como es y pretende ser.

A modo de cierre, destacar otra más en la lista de las excelentes versiones musicales que aparecen en la serie, que cuenta con una de las mejores bandas sonoras televisivas (no originales) del momento sin lugar a dudas. Esta vez, repiten la fórmula del encargo, encomendando al veterano y aclamado Nick Cave y a la canadiense Neko Case (The New Pornographers) una reinterpretación, a dueto y en clave de folk rock, del clásico de The Zombies She's not there. Que por cierto, da nombre al episodio, conservando así una tendencia ininterrumpida desde el mismísimo piloto.

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