RETRATO DEL ARTISTA ADOLESCENTE - 'NOWHERE BOY', de Sam Taylor-Wood

NOWHERE BOY (2009) de Sam Taylor-Wood

Se escucha un desgarro de guitarra, es el primer acorde de A hard day’s night, la canción que da título al tercer álbum de The Beatles y en la que John Lennon figura como vocalista principal. Corriendo por las calles de una gran ciudad un joven Lennon huye de lo que se intuye como una avalancha de groupies. Es lo primero que aparece en Nowhere boy, el retrato del artista adolescente que la directora Sam Taylor-Wood nos invita a conocer. Si bien el guiño a la banda que formaría años más tarde no es casual –solo uno de tantos de los que se sucederán durante el resto del metraje–, en este caso se trata de una simple fantasía, un sueño profético del que Lennon (aquí un jovencísimo pero redondo Aaron Johnson, que hoy en día es esposo de la directora y padre de su hija) es rápidamente despertado por su tía Mimi (Kristin Scott Thomas). En realidad estamos en el Liverpool de 1955 y para que John Lennon se convierta en un icono del siglo XX aún queda mucho tiempo. Por el momento tan solo es un chaval con un incipiente, que no excesivo, interés por el rock y que malgasta su juventud sin dar un palo al agua en el colegio. "¿Por qué Dios no me hizo Elvis Presley?", se lamenta en una secuencia. "Te estaba reservando para ser John Lennon", le responde Julia (Anne-Marie Duff), su madre, en la que es la única concesión fanática de la película.

Quizá no sea Nowhere boy el biopic que los fans de The Beatles o el John Lennon en solitario esperan ver. No lo es porque ni se centra en su etapa más célebre ni ahonda en sus aspectos más morbosos. De hecho, la cinta comienza con el fallecimiento de su tío George (David Threlfall), su único referente paterno, y culmina con los albores de la célebre banda, cuando aún no habíamos oído hablar de la beatlemanía. Mejor así, evita el riesgo de caer en la hagiografía y saca a la luz un capítulo que los menos ilustrados en la vida del músico no tienen por qué conocer: su infancia y adolescencia o, visto de otro modo, los cimientos sentimentales que compondrían después el grueso de su trabajo (como mejor ejemplo, la canción que acompaña a los créditos finales).

A juzgar por lo que cuenta el guión de Matthew Greenhalg, que también escribió el de Control, la celebrada cinta de Anton Corbjin sobre Ian Curtis, el que fuese líder de Joy Division, no es que aquel que más tarde firmara el himno a la paz más reconocible de la historia del pop tuviera una infancia terriblemente dura, pero sí una adolescencia lo suficientemente complicada como para forjarle un fuerte carácter. Criado en un ambiente disfuncional, Lennon se debate entre el férreo control de su tía, con la que vive, y el amor desmesurado, pero contradictorio que le profiere su madre, quien no termina de aclararle los motivos por los que dejó su custodia a su hermana mayor cuando Lennon contaba con cinco años de edad. Ahora que el niño ya ha crecido, comienza a tomar sus propias decisiones y, como quinceañero a la deriva sin destino aparente (ese nowhere boy, donde nowhere es "el lugar adonde van los genios") ambas mujeres se enfrentan por su cariño desde posturas diametralmente opuestas: una es vitalista e imprudente, la otra es rígida y disciplinada. El conflicto entre estas dos mujeres es lo que marca la adolescencia de un John Lennon atormentado y prepotente –a ratos irritante, a ratos demasiado pagado de sí mismo–, que se toma la música como una válvula de escape.

Lo que sobre el papel podría ser lacrimógeno material de melodrama para un telefilme de sobremesa, en manos de Sam Taylor-Wood es una historia de medida sensibilidad, que no se presta a concesiones sentimentalistas y que está contada en tono intimista, con un correcto formalismo muy alejado de sus propuestas como directora de videoclips para artistas como, entre otros, Pet Shop Boys. Las escasas estridencias que se permite en el discurso encajan como rebeldías del propio Lennon, y se ajustan a una completa banda sonora por la que se pasean desde Elvis a Screamin' Jay Hawkins con su célebre I put a spell on you. Será ese historial de problemas familiares el que salpique los primeros pasos de su carrera como músico, cuando decide montar su propio grupo, The Quarrymen, junto a sus compañeros de instituto. Es entonces cuando le presentan al que será su principal aliado, Paul McCartney (Thomas Brodie-Sangster, Love actually), al que Taylor-Wood retrata como un joven metódico y aplicado, pero siempre dispuesto a aplacar los humos de un John Lennon conflictivo que, a pesar de todo, se desvive por dar forma a The Beatles. Una banda que, curiosamente, ni se menciona en toda la película. Será porque esa ya es otra historia…

Ficha técnica

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