Estrenos de la midseason (IV): MR. SUNSHINE

COUGAR CHANDLER

Siete. Siete es el número de capítulos de una sitcom de generalista (20-22 minutos por episodio) que es necesario ver para terminar de comprender del todo sus esquemas de funcionamiento, decidir definitivamente si seguimos a bordo o no y, sobre todo, poder escribir sobre ella con mayor margen y rigor. Hace poco Arnau Domínguez (Telediscreta), situaba este corte entre tres y cinco entregas, pero en casos como el suyo o el mío, en los que además del disfrute el objetivo es el comentario y la opinión públicos, creo que se debe abrir un pelín más el arco. La experiencia con Bob's Burgers (renovada ayer mismo, por cierto) constituye el mejor ejemplo. Y ése es el plazo que me había puesto para hablaros de Mr. Sunshine, reemplazo de midseason de la ABC, y regreso de Matthew “Chandler” Perry a la televisión, tras la malograda y admirada Studio 60 on the sunset strip. Pero visto que el encargo inicial de trece episodios se redujo finalmente a nueve (lo que no implica necesariamente una cancelación prematura), decidí esperar definitivamente al final de temporada. Su renovación, como tantas otras, es una auténtica incertidumbre, pero no es el tema de esta entrada, así que no se hablará más de ello.

La única traba que se le puede encontrar al rotundo éxito de Friends, en todos los ámbitos, es la dificultad que iban a encontrar sus inseparables e inamovibles estrellas para seguir adelante con sus carreras. El mejor destino ha ido a parar sin duda para Jennifer Aniston, que aunque no deje de repetir las mismas variaciones de Rachel Green una y otra vez, se ha consolidado como uno de los rostros más fructíferos de la comedia romántica más estereotipada 100% Hollywood. David Schwimmer decidió centrarse en su trabajo al otro lado de las cámaras (que ya ejerció en varias entregas de Friends). Lisa Kudrow no se dejó ver demasiado hasta que encontró su propia mina en Internet, con la serie online Web therapy, que lleva ya tres temporadas y ha sido adquirida por la Showtime, que estrenará la cuarta tirada el próximo 19 de julio. Los tres restantes han parecido acomodarse en la televisión, con diferente éxito, pero sin salir de la sitcom. Courteney Cox lleva cada vez mejor sus 40 en Cougar Town (precisamente la serie a la que Mr. Sunshine ha servido de reemplazo durante su largo parón). Matt LeBlanc ha dejado por fin de ser Joey para convertirse en una parodia algo agridulce de sí mismo en Episodes.

Y así llegamos a Matthew Perry, que no vuelve a ser sino Chandler Bing pero antipático, arisco, descafeinado y entrando de lleno en la crisis de los cuarenta, rodeado de un ambiente específicamente creado para hacerle destacar (él mismo es creador y productor ejecutivo de la serie, maniobra bastante habitual en este tipo de productos fabricados “por y para”). Puede que eso último sea el gran problema de esta comedia “unipersonal”. Aunque me haya acercado a ella con paciencia y cierto entusiasmo, agradeciendo esos momentos de lucidez soltados a cuentagotas, la serie no pasa en ningún momento del aprobado, ni ofrece nada que no hayamos visto antes, ni en personajes, ni en gags, ni en tramas. Su comicidad sólo funciona a ratos, y aunque nunca llega a ser especialmente chirriante, sí es cierto que, en pocos capítulos, ciertos elementos comienzan a ser cansinos.

Allison Janney, siguiente personaje en importancia, interpreta a Crystal, la caprichosa, alocada e irresponsable dueña del complejo, y sirve como necesario contrapunto (hacia peor) del omnipresente Ben Donovan (Perry), gerente, segundo de abordo en teoría, aunque primero a muchos efectos, y cuya extravagante jefa es la única capaz de tratarlo como felpudo día sí, día también, salvándole éste la papeleta día sí, día también, sin recibir jamás agradecimiento ni reconocimiento por mantener esa casa de locos a flote día a día. En definitiva, no es más que el propio Ben llevado al extremo de egocentrismo y su imprudencia. Un contrapunto que no es todo lo eficaz que debería, posiblemente por sobreactuado y un tanto inverosímil.

La galería de secundarios sigue todavía muy verde tras esta primera hornada. Roman, hijo bastante abandonado de Crystal y compañero de piso accidental de Ben, es excesivamente poco creíble para su alto grado de trascendencia, y no suma lo que bería ni por tontaina ni por entrañable. El mandado e indolente Alonzo y la rencorosa y susceptible Alice (ex-”follamiga” de Ben), compañeros del trabajo y actualmente emparejados, ni pinchan ni cortan, y seguirán en esa tónica hasta que no se decidan a jugar de lleno con ese triángulo relacional que podría animar mucho el relato. A Jorge Garcia (Hurley en Perdidos), empleado de mantenimiento con contadas apariciones, no le han dado aún la cancha suficiente para demostrar sus aptitudes cómicas, que en La Isla iba destilando de forma más imprevisible y cómplice.

Se salvan Heather, secretaria trastornada y ex-pirómana, a la que le hizo falta un elemento extraordinario y una situación absurdamente propicia para desplegar todo su potencial humorístico, todavía muy desaprovechado; y el omnipresente hombre-mascota, secundario unidimensional con píldoras cómicas escuetas pero contundentes. Hasta ahora, el mejor episodio de principio a fin, el más hilarante, ha sido el 1x03, cuya clave está en la aparición de un personaje circunstancial y aislado (precisamente la hermana de Heather). Eso lo dice todo.

Pero al mismo tiempo, las situaciones, a veces especialmente peculiares, que proporciona un lugar de trabajo no demasiado típico, una importante arena de San Diego, que da nombre a la serie, no han pasado hasta ahora de la mera anécdota o incluso el relleno. Los variados eventos deportivos y de ocio podrían convertir esto en una especie de Extras con la fórmula situacional invertida. Pero de momento, muy poco exprimidas, particularmente en un terreno puramente cómico que lo agradecería bastante. Lo más llamativo ha sido un insulso cameo de Nick Jonas y un speaker insultante y obsceno que aparece sólo un episodio, pero debería volver y convertirse en regular, por el bien de la serie y sus espectadores.

Los guiones, ese tejido conjuntivo imprescindible para sostener el resto de los elementos, pese a una fluidez, son bastante ágiles, sin atropellamientos, pero sufren fugas considerables que deben ser corregidas. Y es que los giros narrativos que precipitan los acontecimientos o son muy forzados o demasiado facilones, y en ocasiones, excesivamente marcados, alargados, perdiendo el efecto de rapidez y espontaneidad que deben poseer para que el humor fluya inmediatamente (no se me ocurre mejor ejemplo que los clavados guiones de Modern Family, me vale cualquiera).

Un producto que no termina de salir de la mediocridad, pero que, paradójicamente, y pese a todo lo expuesto, me ha inducido a seguir probándolo en su segunda temporada, en caso, claro está, de ser renovada. Quizás nueve capítulos sean todavía pocos, al menos, para poder explotar en condiciones todas sus posibilidades dormidas: mayor presencia de Heather, más acción para Jorge Garcia, unas tensiones sexuales mejor explotadas, etc. La significativa season finale deja en la boca la sensación de un importante cambio en el personaje protagonista, un cambio interior que se proyectará sin duda hacia al exterior y transformará, queriéndolo o no, al resto de un entorno humano sin el que el ególatra Mr. Donovan no podría vivir.

P.D.: Hacía tiempo que no veía una cabecera tan expresiva y reveladora siendo sumamente breve y simple. La combinación de un sencillo juego de palabras con la rápida transformación de un smiley contiene en apenas dos signos la dimensión espacial de la serie, el avatar de la personalidad de su absoluto protagonista, y en general, los estados de ánimo encontrados que dominan la serie.

Web oficial de la serie


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