PARODIA FALLIDA RESCATADA A ÚLTIMA HORA – ‘THE TOURIST’, de Florian Henckel von Donnersmack

THE TOURIST (2010), de Florian Henckel von Donnersmack

Al empezar a verla comprendí por qué esta película aparecía nominada en el apartado de Comedia/Musical de los Globos de Oro, aunque sigo sin explicarme el mero hecho de que cuente con nominaciones. Para empezar, se trata de un remake de la francesa El secreto de Anthony Zimmer (2005), thriller con marcadas influencias hitchcockianas, pero no precisamente logradas. Los responsables de esta “re-lectura” han querido darle, sin demasiado éxito, una vuelta más de tuerca, parodiando ese híbrido tan común de espionaje internacional y comedia romántica clásica. Un subgénero que ha regalado grandes títulos a los anales del séptimo arte, y ya no sólo de la mano de Hitch, sino también de otros ilustres cineastas como Stanley Donen. Pero de aquella ya llovió un rato, y por desgracia, poca cosa de este tipo de películas ha destacado en los últimos años. La parodia sutil no es cosa del Hollywood actual.

La frustración se acrecenta al fijarse sin excesivo detenimiento en una ficha técnica prometedora. A Florian Henckel von Donnersmack, el director que nos regaló aquella estremecedora reflexión sobre la intimidad y la condición humana en tiempos de espionaje que fue La vida de los otros (2006), en lo que supone un nuevo caso de domesticación pronta y prematura, aparece acompañado de dos monstruos del guión como Christopher McQuarrie y Julian Fellowes, responsables de dos de los mejores libretos del cine contemporáneo, Sospechosos habituales (1995) y Gosford Park (2001), respectivamente. Y ambos, por cierto, vienen de probar desigual fortuna en la ficción televisiva.

La mayoría del metraje está marcado por un baile de géneros sin chispa ni gracia, tan forzadamente cómplice, dentro de esa pretendida (y algo pretenciosa) sutileza que confunde y aburre mucho más de lo que entusiasma. No sabemos en ningún momento si la trama de espionaje es un cauce para el amorío turístico o viceversa, o bien si ambas son un vehículo para llevar a buen puerto una idea muy cogida con pinzas. La película no deja de caer en un tópico tras otro, como si no quedase ya suficientemente claro el tipo de cine al que pretende copiar/homenajear/parodiar. Además, ni el título al film sirve como excusa para un aprovechamiento tan pobre de una Venecia que sólo sirve como postal de fondo, así como sus canales, estrechas calles y tejados sirven mecánicamente de emplazamiento a unas escenas de acción bastante insulsas.

Podemos rescartar el conjunto gracias a un tercer acto más espabilado y astuto, y que pese a todo se sustenta en un giro final muy forzado y sacado de la manga, del cual apenas se dan datos que nos permitan valorar su coherencia o pertinencia. Precisamente en este distanciamiento, algo deshonesto y tramposo, es donde se encuentra el mayor logro de la interpretación de Depp, pero que por otra parte, sólo resulta posible valorar de manera retrospectiva, desde un final que descoloca a la par que salva la papeleta de alguna manera.

Con todo, ni siquiera podemos valorar el film como un vehículo de lucimiento de las dos prominentes estrellas que encabezan el reparto, si bien tampoco podían hacer mucho con unos diálogos que dejan bastante que desear en todo momento. La química entre ambos se queda muy por debajo de lo esperado, y tanto uno como otro apenas rozan el aprobado raspado a la hora de rendir tributo a esos arquetipos de personaje tan reconocibles en este subgénero. Angelina tiene muchísimo más potencial sensual del que ofrece en esta tibia instancia de matahari (algo que sí logró con nota Diane Kruger en Malditos bastardos). Y desde luego, Johnny Depp no demuestra una excesiva validez como un Cary Grant algo más desmelenado que de costumbre, o bien como un Harrison Ford más desenfadado. Pero en su favor se debe romper una lanza, ya que en todo momento cuenta con la responsabilidad (y limitación) de tener que acarrear con ese distanciamiento necesario para la consecución de esa sorpresa final.

Para terminar, destaco como punto a favor esos galimatías lingüísticos, tan de moda desde aquel sádico y entrañable Hans Landa, que son de lo poco salvable en un guión, me reitero, más que pobre. De la diferencia entre los acentos inglés y americano, factor constitutivo del giro final, a la confusión de español por italiano del protagonista masculina. Pero en definitiva, un endeble halo de luz en un nuevo avance a la denigración definitiva del género de espionaje en la gran pantalla. Siempre nos quedará Rubicon.

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