FINCHER & SORKIN: AGREGAR A MIS AMIGOS – ‘LA RED SOCIAL’ de David Fincher / CRÍTICA I

LA RED SOCIAL / The social network (2010) de David Fincher

por Pablo Giraldo

Si algo ha conseguido David Fincher en estos últimos años en los que se ha (o lo han) postulado como uno de los más reputados cineastas de su generación, es forzar la reconversión de un público palomitero que se acercó a él gracias a atractivos thrillers como Se7en o El club de la lucha a otro más refinado y exigente que, por fidelidad, se sintió en la bendita obligación de ver películas tan redondas como Zodiac o El curioso caso de Benjamin Button. Algo tuvo que pasarle a Fincher en el lapso de cinco años que va desde la prescindible La habitación del pánico a la ambiciosa Zodiac para perfeccionar tanto su discurso y su técnica, y viendo La red social –en donde todo se encamina hacia la excelencia– pareciera que esa filmografía anterior formara parte de un elaborado plan de calentamiento para alumbrar con cada nuevo estreno un “altius, citius, fortius”. Y digo esto porque en el film que nos ocupa, la combinación del veloz guión de un experto dialoguista como Aaron Sorkin (El ala oeste de la Casa Blanca) con la puesta en escena de un maestro de lo visual como Fincher hace pensar que este tándem de director y guionista va a ser lo mejor que le pase al cine este año.

Uno puede pensar que una historia sobre un nerd pegado a un ordenador no es el paradigma de lo trepidante, pero desde la primera secuencia el espectador sufre un encontronazo con cualquier idea preconcebida que pudiera tener acerca de La red social. No es esta la película sobre la autoría y los orígenes de Facebook ni un biopic sobre Mark Zuckerberg, como tanto se ha dicho; no al menos en un sentido estrictamente documental. Fincher habría dirigido una película sobre una empresa cosechadora de espárragos trigueros de saber que detrás de ella se esconde una suerte de Charles Foster Kane de 23 añitos, que ha sido capaz de posicionarla como un negocio de mil millones de dólares en un tiempo récord y que, en su camino hacia el éxito, ha demostrado una notable ausencia de escrúpulos pisoteando a amigos, traficando con información privilegiada, traicionando a inversores y hasta encarándose con la justicia.
¿Por qué? Porque lo que interesa del guión de Sorkin no es su correspondencia con la realidad, sino ver cómo recurre a una sociedad que da igual importancia al éxito precoz que a la iniciativa empresarial y convertirla en una historia poliédrica sobre dilemas morales tan atemporales como la traición, la ambición de poder, la envidia, la desconfianza, el arribismo o la deslealtad. Es más, de no haber sido así, los hechos que la inspiran son tan recientes que desafiarían su propia credibilidad y La red social podría incluso destilar cierto aire de improvisación. Pero no, en ese sentido, el libreto de Sorkin tiene algo de icónico que enlaza directamente con otro gran emblema de los setenta, Todos los hombres del presidente, en la medida en que las dos cintas son punta de lanza de una generación, abarcan episodios que sucedieron poco antes de su filmación –y de los que el espectador ya conoce el desenlace– y, en último término, han servido para definir su época.

A ese intrincado guión de Sorkin hay que sumar la capacidad de Fincher para combinar el academicismo con las virguerías de autor, porque hay en este film las típicas maniobras prodigiosas de su director, pero enlazan con un clasicismo irreprochable, el mismo que convierte el sonido (atención a la secuencia de la discoteca), la banda sonora (¡oh, Trent Reznor!), las soberbias interpretaciones de sus protagonistas –sí, incluso Justin Timberlake– y la fotografía de Jeff Cronenweth (aun cuando esta es una película con exceso de interiores) en apuestas seguras para los Oscar.
Pasándola por un tamiz postadolescente –al fin y al cabo son un puñado de niñatos bien de Harvard que entre fiesta y fiesta juegan a ser empresarios– pero entendida de una manera casi shakesperiana, La red social es un completo entramado de saltos en el tiempo y testimonios enfrentados (un Rashomon moderno, como he leído en alguna parte) en el que ningún personaje es tan codicioso como parece ni tan bondadoso como pretende ser. Todos son víctimas del alto precio del éxito y ninguno sale indemne, en especial su protagonista, cuyo ascenso y caída quedan perfectamente reflejados en la última secuencia ("No eres un gilipollas, pero te esfuerzas mucho en parecerlo", le espeta una abogada) y más en concreto en su esclarecedor plano final, un momento de total soledad que revela la auténtica problemática del filme. Y es que no deja de resultar una macabra paradoja que alguien tan negado para las relaciones sociales haya sido el creador de la mayor comunidad virtual de las mismas. ¿Pobre Zuckerberg?

Esta es la crítica de nuestro compañero Pablo GiraLdo. Os ofrecemos la otra cara de la misma moneda en la crítica CLASICISMO RETRÓGRADO, de nuestro también compañero Horacio Muñoz Fernández.

6 comentarios en «FINCHER & SORKIN: AGREGAR A MIS AMIGOS – ‘LA RED SOCIAL’ de David Fincher / CRÍTICA I»

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